Aníbal Forcada: “La música me atrapó y llevó para siempre”
El músico y compositor Aníbal Forcada conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre su rica trayectoria en el rock y el presente que lo encuentra lanzando su primer disco solista, Iluminándome.
Agencia Paco Urondo: En 1972 arranca la experiencia en Ana Gris, junto a Claudita Pujol.
Aníbal Forcada: Arrancamos pegando carteles que hacíamos en mi casa. Me acuerdo que salíamos con el tacho a pegar los afiches con Claudia y nos hemos comido paradas de patrulleros, nos quisieron llevar a la 44, que era la seccional de Liniers, pero nos veían tan chicos que realmente no nos molestaban. Algunos de los años previos a la dictadura también fueron bastante heavys, muy pesado para estar en la calle.
APU: Una canción muy emblemática de ustedes es Dulce tren nocturno que, cuando se juntan a cantar, siempre aparece.
A.F.: Porque lo primero que aprendimos a cantar fue “Canción para mi muerte”, e inmediatamente después (había salido Desatormentándonos) “Dulce tren nocturno”, con la particularidad de que yo cantaba en falsete más alto que Claudia y ella hacía la voz más de abajo, estaba como invertida la fórmula. Eso nos divertía mucho y nos salía bien. Nos agradaba a cantar, sacar y componer canciones, fue todo un aprendizaje que pasa en el territorio de determinada edad, después lo que tenés que hacer es acordarte de lo que hiciste y te va a ir bien.
APU: Por ese tiempo tuviste tu experiencia como plomo de Pastoral, algo que te va a permitir acercarte a los instrumentos, a vos que sos autodidacta y te fuiste curtiendo solito a partir de esa experiencia.
A.F.: A mí, la música me atrapó y me llevó para siempre. Yo iba a ser futbolista, jugaba muy bien, había ido a probarme a varios clubes y me ficharon. Cuando descubrí la música, directamente me volví loco y me dediqué de pleno. No había muchas herramientas, eras autodidacta. Fui un año al conservatorio de Morón y no me interesó la propuesta, la verdad. Así que he tratado de aprender tocando con gente que sabía más, iba a los recitales de Luis a mirarle la mano para afanarle acordes, una cosa que es imposible porque te puedes acordar uno, tres…
APU: Aparte, los acordes que sacaba Spinetta.
A.F.: ¡Además! El acorde tiene la función dentro de una canción que es específica y tiene un montón de códigos que podés hacerlo, pero bueno, no era la manera. Hoy los chicos tienen otras posibilidades. Por ejemplo, mi hijo Julián que ahora tiene 35 años, a los nueve empezó a ir a la EMMA. Había una modalidad de estudio que venía de Estados Unidos y, por suerte, tuvieron mucho alumnado, ves todo una camada de pibes que han estudiado y realmente los felicito. Nosotros hacíamos rock con las armas que teníamos.
Yo no me arrepiento de muchas cosas que hice en mi vida, pero una es no haber ido al College Music como me recomendaba mi mamá, me hubiera servido mucho, formado y dado herramientas más rápido. Después las hice tocando en el escenario, con la carrera, con uno con otro, aprendiendo mucho con los músicos que toqué, tuve escuela en vivo.
APU: Vos tuviste la posibilidad de poder estar cerca de gente como Nito, León, por talento; quizás muchos pibes, si no pasan por el Conservatorio no tendrían las herramientas para poder llegar.
A.F.: Te explico por qué tuve esa suerte. Yo entro a trabajar con Pastoral, a quienes no conocía, y descubro una poesía completamente distinta de un dúo que tenía mucha popularidad en la juventud. Entonces me ofrecen ser plomo, y ahí empecé. Como ya era músico, sabía cambiar cuerdas y afinar guitarras, eso definitivamente me marcó un camino. Eso siempre me aseguró un lugar, siempre tuve mucha cercanía con los músicos y me curtí así.
A Moro lo miraba de al lado, le armaba la batería yo y se la desarmaba Claudia. Y en mi casa de Liniers ensayó con Pedro (Aznar) como base de Pastoral en el 78, antes de irse. David y Charly ya estaban en Buzios y ellos terminaron de hacer ese verano con Pastoral y se fueron a hacer Serú Giran a Brasil. Eso pasó en el dormitorio de mi casa, las paredes están temblando, todavía, de los bombos de Moro y las notas del bajo de Pedro.
APU: ¿En qué momento aparecen Los desconocidos?
A.F.: Aparecen porque eran artistas de la misma compañía que manejaban a Pastoral. Gabriel Melgarejo, para mí, fue muy importante porque él vio como trabajaba y me iba recomendando. El palo que hacíamos con Claudia era el de un dúo acústico. Cuando terminé la etapa con la que gané mucho dinero, siendo plomo, porque trabajé con grupos que eran muy exitosos y teníamos muchísima cantidad de shows, yo quería laburar con Nito. Como plomo, si grababan un disco, ibas al estudio, armabas todos los instrumentos y te quedabas escuchando la sesión. Son lugares sagrados; Ión, para mí, es como el templo del bien.
APU: Era una época de músicos muy talentosos.
A.F.: Teníamos la suerte que éramos amigos del hijo del pastor de un colegio norteamericano de Ramos Mejía, Claudio Tripputi, un gran guitarrista que formó parte de Ana Gris cuando pasa de dúo a trío en el año 80. Ese colegio Ward era impresionante y teníamos la llave. Ellos tenían un espacio que era el Colegio de Música y tenían algo que era valiosísimo para la época que era un grabador de cuatro canales de cinta abierta. Podías tocar y grabar nuestras cosas. Ahí estudiaba Pablito Rodríguez, el Pollo Raffo, Villa Rock un seleccionado de gente grosa, todos de edades parecidas, en ese contexto donde las escuelas de música todavía no existían.
APU: Llegar a León Gieco va a ser muy importante para la conformación posterior de Oveja Negra, estuviste 36 años junto a él ¿cómo fue toda esa etapa y el final?
A.F.: Muchos años donde pasaron millones de cosas, la vida pasó. Y en muchas situaciones, también: buenas, malas, regulares, felices, tristes, etcétera. Un gran recuerdo, fue una escuela de música total, en vivo, sonando y tocando en países increíblemente raros como Japón, Australia, experiencias muy fuertes. Me marcó mucho porque una de las formas más rápida para conocer, absorber situaciones, conocimientos, acentos y ruidos diferentes es viajar. Tuve esa suerte.
La primera vez que salimos al exterior fue en el 83 cuando fuimos a Australia, al final de la gira de Ushuaia a La Quiaca, marcando los artistas que en el año 85, con la producción de Gustavo Santaolalla, harían el disco de estudio De Ushuaia a La Quiaca y los dos discos grabados en cada provincia, con los maestros de cada lugar. Un trabajo que a nosotros nos permitió viajar por la Argentina, la recorrí como 15 veces entera, de arriba abajo. Me hizo conocer mi país y amarlo como lo amo y darme cuenta lo riquísimo que es musicalmente. Era ir a ver otra realidad, el folklore y sus raíces, además en el lugar, con la empanada que te hacían en el momento, era todo un conocimiento que te queda impregnado.
APU: A partir de Ushuaia a la Quiaca el rock empieza a acercarse y descubrir el folklore.
A.F.: Tengo que reconocer y resaltar el carisma que tiene León como el artista inmenso que es, que le permitió ser puente entre el rock y el folklore, así como lo fue también con Pappo. El Carpo vestido de negro y León con un jardinero blanco, no sabíamos cómo iba a reaccionar el público y lo amaron. Con el folklore, también. Cuando tocamos en Santiago del Estero con Sixto Palavecino, el pueblo se dividió por la mitad. Estaban los que no querían que Don Sixto toque con León y los que sí querían, fue una grieta total. Hasta que llegó la hora del show y el teatro explotó, hicimos dos funciones. Fue alucinante, pero era hasta una cosa política.
APU: En ese contexto de León nació Oveja Negra y también se va a escribir esa canción que es “El blues de los plomos” un tema lleno de reconocimiento y de mucha nobleza.
A.F.: Sí, pero realmente no lo consideré en ese momento. Se lo digo a mis alumnos y a compañeros cuando charlamos de las formas de la canción: las palabras tienen música. Lo que estamos hablando en este momento tiene música, son notas. Entonces, un día a la mañana creo dije “son las 10 y otra vez todo empieza”. Esa música me llevó a agarrar la guitarra y decir “a ver, es por acá”; y tiré esa piolita y salió. Después salió la letra, pero nunca tuve la certeza de que iba a ser tan representativa para los chicos, sobre todo para mis compañeros, que somos los veteranos de guerra: Quebracho, Bogado, Bértoli, gente amadísima, la Vieja Barrios, el gordo Eduardo, Bichi, ellos saben de qué hablamos cuando hablamos.
APU: Vamos un poquito hacia tu actualidad: has ido mostrando algunas canciones, como “Andando”, y los videos tienen unos simpáticos dibujos de Semilla Bucciarelli ¿en qué etapa está ese disco, que es tu primero como solista?
A.F.: Hay un momento de tu vida que decís “hay que empezar a acomodar y cerrar algunas cosas”. Realmente hay mucho en la mochila que hay que acomodar para mostrar. El disco es una realidad, Iluminándome, mi primer disco solista a los 62. Voy al tiempo que voy, no es como antes que te juntabas, hacías el disco. Hoy presentás de a temas, es otra cosa y lo tomo así, no me angustio ni nada. Las canciones están compuestas, está en proceso y va a salir, quizá, este año, pero estoy editando de a canciones. “Andando” fue la primera, “Ir para adelante”, la segunda. Ahora viene “Nunca más” e “Iluminándome”, que le da nombre al disco.
APU: ¿Por qué elegiste a Semilla para ilustrar los videos?
A.F.: Porque me encanta la obra que tiene, es multifacético. Me encanta su postura con la banda de la Kermesse de los Redondos, coincidimos en una serie de cosas, no solo en su arte gráfico. Nos encontramos, tomamos un café y ahí me cuenta que era plomo de Crucis, así que lo conocía hace un millón de años, porque a los Crucis los veía mucho en vivo, nos cruzábamos con Pastoral, León, de ahí nos tenemos con Semilla. Le pedí que me hiciera las portadas de mis temas y la tapa del disco. Gran persona.
APU: Estás trabajando con Dani Pereira en un libro autobiográfico que tiene que ver básicamente con tus viajes, donde has estado en esa Alemania dividida por el muro de Berlín o en Japón, como contabas antes.
A.F.: Debo tener un pedazo del muro en algún bolso de por ahí. Situaciones que incluso son históricas, porque ya desde el 89 no existe más. Empezamos a ir a Alemania en el 87, a hacer bailar alemanes con “Kilómetro 11” saltando como monos, directamente, porque no sabían bailar y se manifestaban como podían, Era increíble como 9.000 alemanes de la RDA. Eso está grabado, hay filmaciones en facebook. Yo no soy mucho de mirar para atrás, pero sé que hay mucho trabajo hecho. El libro también es una cosa que va a pasar, ojalá que con Dani Pereira porque ya habíamos encarado varios capítulos, cuatro por lo menos, pero estoy descubriendo y recuperando una serie de negativos, los estoy convirtiendo a fotos positiva y llevando una sorpresa increíble. Quiero hacerle un libro de fotos. Fueron seis pasaportes.