“El Indio Solari es el artista argentino más relevante de los últimos treinta años”
Por Enrique de la Calle
Todo ricotero de ley debería haber recorrido, por lo menos alguna vez, el blog de Juan Carlos Serqueiros: “Esa vieja cultura frita (café virtual)”. En la página, Serqueiros hace lo que tantos hemos hecho a lo largo del tiempo. Esto es, jugar con las letras del Indio Solari (¿De qué hablan?). Pero este rosarino lo hace con una maestría particular. Si bien asegura que abandonó las interpretaciones de la lírica solariana (por ahora...), en su portal se pueden encontrar todavía una treintena de lecturas. Todas imperdibles. Viaje al corazón de la poesía del rock del país.
APU: En su blog se pueden encontrar muchas interpretaciones de las letras del Indio Solari. Va la primera pregunta, para romper el hielo. Supongo que no voy a ser muy original: ¿Cuáles son los grandes tópicos de su lírica?
Juan Carlos Serqueiros: No creo que deba asignarse a la lírica solariana la característica de abordar determinadas temáticas, sean estas cuales fueren; con preferencia a todas las demás que puedan haber (y aquí, elegí cualquiera, la que se te ocurra).
El Indio puede crear tanto una letra festiva, anecdótica y hasta humorística, como -por ejemplo-, las de “Ñam fi frufi fali fru”, “Pierre, el vitricida” y “Masacre en el puticlub”; y ser asimismo capaz de plantear su descreimiento respecto a que haya eso que llaman vida eterna una vez arribados al fin de la terrenal, cuando llega el momento de entregar el sachet y no se ha tenido el consuelo de la fe, como lo hace en “La muerte y yo” y “No es Dios todo lo que reluce”.
O de tratar acerca de chamanismo y mancias, cuestiones esas que acomete en “Caña seca y un membrillo”, “Gran lady” y “Scaramanzia”. O de la coexistencia del bien y el mal en el hombre, postulada en “El árbol del Gran Bonete” y “Cruz diablo!”. O, de pronto, pararse en la referencia que marca una obra de arte de trascendencia universal, ya sea literaria (1984, de George Orwell, en “Divina T.V. führer”) o cinematográfica (Sacrificio, de Andrei Tarkovskij, en “Canción para naufragios”). O incluso, en un alarde de creatividad, de patear el tablero y sorprendernos escribiendo una conmovedora e inconmensurablemente bella poesía de amor cual lo es “Y mientras tanto el sol se muere”.
APU: Además están las letras dedicados a viejos amigos...
JCS: Por supuesto, no debemos perder de vista que hasta un genio como él “cae”, llegado el caso, en eso tan humano de satisfacer en forma de pulsión el deseo de vendetta. Puede perfectamente asestarle a quien se haya hecho acreedor al mismo, un mandoble como esos que a diestra y siniestra repartió en “¡Es hora de levantarse, querido! (¿dormiste bien?)”, “Blues de la artillería”, “Salando las heridas” y “Murga purga”. O la factura presentada a sus ex socios (Skay y Poli) en “Amnesia”…
En fin, me parece que en lo atinente a los tópicos que aborda en su lírica, Solari sólo reconoce un límite: el situado al “final del arco iris”. Final ese que, como sabemos, no existe; sencillamente porque el arco iris no es otra cosa que un fenómeno óptico-meteorológico.
¿Toda poesía es política?
APU: Muchas de las letras del Indio han propuesto una lectura política. Desde "Aquella solitaria vaca cubana", “Todo preso es político” hasta "Vencedores vencidos", para citar algunas. Sin embargo, Solari muchas veces ha intentado mantener cierta distancia con esa lectura. ¿Cómo analiza esa relación entre poesía solariana y política?
JCS: En efecto, es como muy certera y perspicazmente señalaste. No debe verse una manifiesta toma de posición político-partidaria en su poesía. Y lo bien que hace el Indio en observar estrictamente tal detalle, pues como decía el mismísimo Carlos Gardel (que de eso, algo sabía, ¿no?): “El artista se debe solamente a su público, y no debería tener, creo yo, ningún matiz político”.
Pero antes de entrar en materia, permitime, por favor, el atrevimiento de formular un pequeño reparo: no me parece que haya en la letra de “Aquella solitaria vaca cubana” el propósito de identificarse con el esquema castrista y ni siquiera la intencionalidad de aludir al mismo; más bien creo que esos versos surgieron en Solari al leer en un diario la noticia de la desintegración de un satélite, un trozo del cual cayó cerca de donde pastaba una vaca que, por mirar el cielo justo a tiempo, se salvó así del motor eterno. La considero una letra sin más pretensión que la de ser anecdótica (lo cual, desde luego, no invalida en absoluto la calidad de esa canción, la cual me encanta y escucho muy a menudo, por otra parte).
APU: Vale la aclaración: la mencioné porque en su momento se hizo esa lectura y de hecho se lo interrogó al Indio sobre esa letra. “Vencedores vencidos”, “Nuestro amo juega al esclavo” o “Todo preso es político” proponen una lectura “política” más clara.
JCS: Sí, concuerdo contigo en que hay letras como la de “Vencedores vencidos” (y podría agregar: “Nuestro amo juega al esclavo”, “Nuotatori professionisti”, “Blues de la libertad” y “Sheriff”, entre otras), en las cuales, a la hora de interpretar qué quiso decir el artista, resulta imposible soslayar la lectura política. Pero eso sí: sin perder de vista aquello tan explícito y contundente que expresara el Indio en una nota que le concedió a la revista Rolling Stone: “Independientemente de lo que mucha gente cree, nunca traduzco de maneras ideológicas lo que hago. Si alguien lo quiere leer así, que lo lea; pero yo sólo trato de transmitir una visión”.
Y es tal cual. Se trata de viñetas descarnadas, ácidas, tales como “Queso ruso”, “Nueva Roma” o “Nike es la cultura”, en cuyos versos Solari pinta magistralmente su visión sobre las guerras que emprenden las potencias rectoras del mundo, con el “auxilio” (¿o complicidad?) de los cipayos y ladrones que ejercen el poder en los países periféricos -como cierto delincuente de Anillaco que da asco mencionar por sus nombre y su apellido execrables, famoso por sus vicios, su estulticia, su miserabilidad y sus traiciones-; contra naciones más débiles, bajo la hipócrita excusa de defender la “democracia” y la “libertad”, y en realidad, con el propósito de expoliar sus recursos, todo al amparo de la abundante propaganda a cargo de los megamedios de (in)comunicación.
O sobre el accionar del imperialismo, potenciado por el desarrollo de tecnologías que le posibilitan aún mayor eficacia en el coloniaje que ejerce, sin que los oprimidos de las naciones que son las víctimas de esos países poderosos, acierten a tomar consciencia de que ¡Nueva Roma ya está! O la actividad de las transnacionales de la vestimenta en los países pobres, con esquemas de producción sostenidos por mano de obra cuasi esclava con salarios de hambre -en el mejor de los casos- o por un tazón de arroz, fabricando esas zapatillas que los adolescentes salen a robar porque sus papis no dan más, no bancan; mientras se los bombardea con MTV latina y Masturburger, porque es sabido: Nike es tu cultura, hoy.
No hay forma de no hacer una lectura política de esos temas, pero reitero: teniendo presente en todo momento que eso no implica que el Indio asuma una postura ideológica y/o partidaria. Lo cual, por cierto, ha observado invariablemente con especial celo: si echamos una ojeada retrospectiva a su poesía, comprobaremos que ya en “Fuegos de Octubre” ponía en claro dicho propósito, al homenajear a todas las revoluciones trascendentales del mundo en la Rusia de 1917; pero consignando taxativamente con aquel inequívoco sin un estandarte de mi parte, que no se embanderaba en ella.
Por otra parte, debo decir que siempre me ha llamado la atención que la gente que cree ver en la lírica de Solari una traducción ideológica de su pensamiento, no haya reparado en la esencia indubitablemente política de Momo Sampler, cuyas letras precisamente describen en detalle personajes que son íconos de aquella pólis (del griego πόλις) -esto es, ciudad, ciudadanía- que constituía la travestida y espantable sociedad argentina del 2000, que hizo eclosión en 2001 concluyendo con el “gobierno” de la nefasta dupla Pepeto de la Ruta-Chacho Hábil.
Etapas solarianas
APU: Usted sigue el recorrido del Indio desde sus comienzos con los Redondos hasta la actualidad. Hay análisis de temas muy viejos y otros muy nuevos, de su versión solista. ¿Ve virajes en su poética entre una etapa y otra? ¿El Indio se volvió más "intimista" (más volcado a su vida privada) en la etapa solista, para decirlo de algún modo?
JCS: Es un muy buen interrogante el que planteás. Particularmente, distingo en Solari tres clivajes: uno, en 1986, cuando renunció a su empleo estable en el Hogar Falcón para dedicarse por entero al arte; otro, a fines de los 80, cuando decidió alejarse de la bohemia; y por último, el del período 2000-2001, cuando nació su hijo Bruno, primero, y después, al año siguiente, cuando se produjo la ruptura con sus hasta allí socios y la consiguiente disolución de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Y desde luego, todo eso es claramente distinguible en su lírica, como no podía ser de otro modo; pues necesaria e inevitablemente un poeta deja traslucir de algún modo en sus versos los estados de ánimo por los cuales va atravesando, y exorciza ciertos fantasmas, fobias y demás…
Sin embargo, y si bien hay un notorio incremento en el contenido intimista de su poesía a partir de El tesoro de los inocentes (Bingo fuel) y, fundamentalmente, en El perfume de la tempestad; entiendo que no deberíamos perder de vista que ese era ya un sendero que el Indio comenzó a transitar desde Oktubre, con aquella alusión a ser promovido para Navidad en “Divina T.V. führer”, y continuó recorriendo después, con el recuerdo a su amigo Luis María Canosa en “Toxi taxi”; los palazos a Symns (que cité precedentemente) en “Blues de la artillería” y “Salando las heridas”, de La mosca y la sopa; y también con aquella “pequeña venganza” traducida en el K.O. a “Carlitos de Sur” (Polimeni) en “¡Es hora de levantarse, querido! (¿dormiste bien?)”, de Cordero atado. Pasando por ese verdadero himno al esplín: la desgarradora y bellamente triste (pero con final feliz) poética de “Espejismo”, en Lobo suelto, y por la dualidad ontológica Indio Solari-Carlos Alberto Solari enunciada en “Alien Duce”, de Último bondi a Finisterre.
Hasta llegar, en Momo Sampler, a esa suerte de exacerbación del intimismo en “Dr. Saturno”, cuya poética trasunta el hartazgo que experimentaba Solari por entonces (hartazgo ese que, dicho sea de paso, atiné a percibir como un anticipo del final de PR y en razón de ello hice todo lo que hice para poder llegar a aquella misa en el Chateau Carreras de Córdoba, peripecias esas que algún día te contaré…).
Pero mejor hagamos aquí un punto y aparte en eso del intimismo y lo autorreferencial, porque no sea cosa que nos vayamos de mambo con la indiscreción, nos lea Virginia (la compañera del Indio) y de resultas de ello, le decrete al Indio la prohibición de concurrir a cierto negocio de videos (risas).
En su blog, usted abarca a otros poetas, no solo al Indio. ¿Cómo analiza esa lírica con relación a otras, sean del rock, del tango o del folklore?
JCS: Vayamos por partes, dijo Jack The Ripper. Principiemos por definir a Solari como lo que es: un bicho intrínsecamente citadino (“jamás fui un hippie bucólico”, expresado en sus propias palabras).
A partir de allí, creo que se hace estéril cualquier intento de establecer relación alguna entre la lírica solariana, con el amplísimo abanico de tópicos que abarca, vinculados siempre al habitante de las grandes urbes; con las de los más importantes y trascendentales poetas del folclore argentino, tales como -por ejemplo y entre otros- Buenaventura Luna, Pablo Raúl Trullenque, Jaime y Arturo Dávalos, José Larralde, Marta Mendicute y Ariel Petrocelli, quienes principalmente abordan temáticas ligadas al hombre de campo y su entorno: la naturaleza, las pequeñas comunidades rurales de los pueblos de campaña o, a lo sumo, las capitales de provincia. Desde luego, dicho esto sin que implique juicio de valor, porque conmueven mis sentidos tanto “Esa estrella era mi lujo” del Indio; como “Vallecito” de Luna, “La pucha con el hombre” de Trullenque, “Trago de sombra” de Jaime Dávalos, “Del tiempo verde” de Arturo Dávalos, “Galpón de ayer” de Larralde, “Que seas vos” de Mendicute y “El antigal” de Petrocelli. Más aún: de hecho, siempre he escuchado muchísimo más folclore (incluso de otros países), que rock.
Pero en cambio; si procuramos establecer una relación entre la lírica del Indio y las de algunos poetas urbanos -prefiero emplear urbanos con preferencia a “del tango”, porque no acierto a encontrar puntos de contacto ni paralelismos entre Solari y (por citar algunos de los más relevantes en ese género) Homero Manzi, Enrique Cadícamo, José María Contursi y Cátulo Castillo-; entonces la cosa varía y no poco. Ahí ya alcanzo a distinguir ciertas coincidencias notables con Carlos de la Púa (Carlos Muñoz y Pérez en el documento de identidad), cuya obra -magistral, sin dudas- también versa en torno a la marginalidad, el arribismo, las putas, el lancero, el suburbio, el buchón y la droga. O con Julián Centeya (Amleto Enrico Vergiati en la libreta de enrolamiento), amante circunstancial del oxímoron, bohemio impenitente y de poesía crudelísima, pletórica de metáforas muy altas y disimuladas bajo el disfraz reo del lunfardo callejero. Por último, con Horacio Ferrer, cultor del neologismo y refinado aristócrata del verso elegante y piantao. Y los tres de una cultura superlativa, al igual que el Indio. Por todo eso y por más que no haya similitud alguna entre ellos y Solari en cuanto a estilo, ritmo, métrica, rima y demás; si yo tuviera que definir la poesía de Monsieur Sandoz en apretadísima síntesis, diría que es el up-grade, una especie de evolución lisérgica, de las de Centeya, De la Púa y Ferrer.
Implacable rocanrol
APU: ¿Cómo analiza la relación del Indio con sus pares del rock?
JCS: En cuanto a la relación de la lírica solariana con las de otros autores del rock nacional, no la encuentro, directamente. Las poesías del Indio -otra vez: sin la pretensión de emitir juicios de valor; porque todos los que seguidamente voy a mencionar resultan de mi total admiración- son sustancialmente distintas a las letras de Moris, Litto Nebbia, Javier Martínez y Miguel Abuelo; e incluso distintas a las de Luis Alberto Spinetta, Charly García y Miguel Cantilo.
Aún sólo leyéndolos, sus versos resuenan en mis sentidos con una musicalidad que les es propia y laburan planos muy altos de mi psique; porque tranquilamente podría ir en un bondi leyendo a Solari, de la misma manera en que podría ir leyendo a Marechal o a Borges. Y cuatro aspectos no menores: Solari tiene un poder de síntesis extraordinario para abarcar hasta una obra literaria en un par de palabras (celo moro, en “Etiqueta negra”, es un ejemplo de ello: significar nada menos que Otelo, el moro de Venecia de Shakespeare en dos palabras, no lo hace cualquiera, ¿no?); mucho de su poética puede perfectamente versionarse en otro género que no sea el rock; sus canciones están escritas de un modo en el cual no podría alterarse un solo término sin romper todo el esquema poético; y su tremenda capacidad para inventar neologismos toda vez que no exista la palabra adecuada para lo que busca expresar (onambólicos en “Lavi-rap” y anarcotizados en “Ropa sucia”, por ejemplo, son vocablos creados expresamente por él para lo que pretendía significar en cada caso; y resulta imposible imaginar o concebir unos más justos que esos).
APU: El lenguaje de Solari, sin dudas, forma parte de la cultura popular argentina. ¿Cómo analiza su influencia en otras líricas?
JCS: El Indio es el artista argentino más relevante de los últimos treinta años, lo cual en un país como el nuestro, que aún está en la adolescencia y sin tener todavía su nacionalidad consolidada, no es poco decir. A partir de allí, su influencia en lo lírico -y también en lo musical, en lo estético, en lo relativo al modo de auto gestionarse y hasta en lo ético y en lo que hace a la coherencia (porque nadie que no sea un miserable puede discutirle a Solari su honestidad intelectual y su coherencia)- sobre otros artistas, es innegable y hasta palpable.
Sólo que algunos se empeñan hipócritamente en no reconocerlo; mientras que otros lo admiten francamente y sin ambages, seguramente por tener el ego bien equilibrado en el justo medio y el alma sana, y por descansar tranquilos en la certeza de su propia valía y en la calidad de su obra. Entre estos últimos -que son en definitiva los que interesan (por lo menos; a quien suscribe)- citaría a Horacio Acho Estol y Dolores Lola Solá, de La Chicana, con muy buen suceso tanto acá como en Europa; y a los chicos de la Orquesta Típica Ciudad Baigón, que son unos músicos de puta madre y han concretado un proyecto tremendamente ambicioso.
Ya a esta altura te habrás percatado de que percibo como inevitable a corto y mediano plazo una confluencia entre el tango y el rock (obviamente, entendidos ambos como culturas y no como meros géneros musicales, y asimismo; entendida dicha confluencia como una síntesis resultante del mutuo enriquecimiento y complementación de elementos y no como una simple fusión).
Y en ese esquema, el “prócer” lírico-musical que reverencien tanto la actual generación como la próxima, es y será, a no dudarlo, el Indio.
APU: Sus interpretaciones de las letras combinan varios elementos: la lectura más ideológica, la cultural, la personal. Incluso usted suma uno más que tiene que ver con (casi) el género de investigación para saber sobre quiénes y qué hablan algunas canciones. Como dice, lo anecdótico tiene mucha presencia en la poesía solariana. En ese contexto: ¿Usted conoce a Solari o a su entorno? ¿O como conoce la intimidad de esas historias?
JCS: Con el Indio, desgraciadamente, nunca tuve oportunidad de charlar; sí con Skay y Poli en un par de oportunidades: la primera vez, en la misa de Huracán, en el 93, y después; en Unión de Santa Fe. Con Quiquito Symns hablé varias veces, en el París y en el Británico. También conocí a Santiago “el Negro Cañón”, y a muchos otros especímenes de la variopinta fauna redonda, muy cercanos a la banda. Y por supuesto, está… no sé si llamar milagro o tragedia a esto de la web, pero que en todo caso posibilita estar en contacto con esos grandes tipos tan queridos todos como lo son los músicos que han integrado los Redondos a través del tiempo; con Deborah, que es una divina; con Pelusa, un groso de verdad; con los músicos que forman los Fundamentalistas, y así…
De esa manera, a lo largo de los años, uno se ha ido nutriendo con muchas cosas y anécdotas, hasta transformarse en un disco rígido que almacena terabytes de información inútil (risas). Pero quiero suponer que vos, que sos periodista, no me estarás pidiendo que revele mis fuentes, ¿no? (más risas).
APU: No aparecieron en la entrevista esos personajes que construyó el Indio a lo largo del tiempo (uno supone que pueden haber hecho referencia a alguien real, pero luego tomaron "vida propia"). ¿Qué importancia les da a esos personajes?
JCS: Les doy una capital importancia, porque como dijo el propio Indio, a la hora de crear un personaje, “ahí está el nombre o el apodo de un amigo”, de manera que ellos son parte de los entresijos mismos de la lírica solariana.
Son de carne y hueso, con identidad en la vida real, aunque claro; no hay que perder de vista que los hechos y las situaciones que el artista les atribuye protagonizar, no siempre están concatenados con la realidad efectiva. Algunas veces sí y otras no. Por ejemplo, el Morta existe: es un amigo del Indio acerca del cual nos cuenta que “en una época tenía un papeo interesante", que "no se cuece en un hervor” y que “tiene un tío en Nueva Jersey”; pero obviamente, eso no implica que de verdad sea un consumidor compulsivo de pornografía y un reventador de guita en cabarets como aparece retratado en “Morta punto com”, o alguien dedicado a negocios non sanctos como se lo representa en Lavi-rap. Pero por otro lado, sí es verdad que al Negro Cañón le propinaron esa buena faena de tajo y talón en forma de patada karateca que le hizo rodar los dientes y arrojar entrañas por todo el salón, como narra el Indio en “Masacre en el puticlub”.
Y también, desde ya, hay ocasiones en las que uno debe forzosamente resignarse a no saber quiénes serán el Negro Burgundy y el Flaco Merlín, por ejemplo. O quedarse con las ganas de comprobar si verdaderamente era tan espectacular como decían el culo de la muy concheta señorita Mariposa Pontiac. O asumir que indefectiblemente quedará por siempre sin develar (a menos que lo haga en su autobiografía, las memorias que está redactando ese notable escritor que es Marcelo Figueras) uno de los mejor guardados secretos indios: la identidad de Roxana porchelana. Y el Zumba: ¿es (o era, quizá) en la vida real un testaferro que dejó todo colgado y piró a Finisterre detrás de un beso nuevo y rajando del amor, para terminar crepando en un terrible palo que se pegó con su vieja pick-up? Chi lo sa…