Groncho Mars, el Marx argento
Por Dani Mundo | Ilustración: Leo Olivera
La política argentina a veces es tan visceral, tan extrema, que pareciera que solo se la puede tratar con demasiada seriedad, o con desprecio. Groncho Mars, nuestro héroe de la APU, encuentra una lengua intermedia, recordándonos los temas de la semana que vale la pena revisitar. Sus reflexiones semanales, la catarata de hechos inapelables a la que nos tiene acostumbrados y su ironía, son su manera de hacerlo.
El significante “Groncho Mars” es una genialidad, no solo porque cruza obviamente a “todos” los marxs que nos dio la historia (el que descubrió los secretos maléficos del capitalismo y los hermanos que nos hacen reír con sus burlas picantes), sino porque demuestra que también puede haber un Marx argentino. Y como argentino, no puede dejar de acarrear sus contradicciones a cuestas. Su nombre lo evidencia.
En mi lectura caprichosa, Groncho Mars remite particularmente a uno de todos los marxs conocidos, pero sacándolo apenas de foco (el dibujo que suele acompañar las notas refuerza este referente). Groncho está más cerca de Groucho que de Karl, por otro lado. Hace esto no tanto para que lo reconozcamos o no (“Estos son mis principios, pero si algunos no le gustan, tengo otros”), como para que nos lo podamos apropiar nosotros desde acá, un país perdido en el fin del mundo, en el cual la palabra “groncho” tiene un referente clarísimo y despreciado: alguien vulgar y ordinario, que carece de modales debido a su baja condición social (dice el diccionario). La “gente con modales” tiran cuerpos desde aviones.
¡Qué lindo aportar un Marx más a la historia!
En pocas palabras, “groncho” en argentino es sinónimo de “negro”. “Negro”, en nuestro país, no remite a las personas de color, que en el siglo XIX constituían casi un tercio de nuestra población y que fueron aniquilados. Remite más bien a personas mestizas, de piel cobriza. El “negro” no es blanco. El blanco es el argentino modelo. Los “negros” son los que arruinan el proyecto civilizador y modernista que tienen los blancos, que nos sacaría de esta miseria en la que nos hundimos como país de salvajes. El “negro” es salvaje. Más que salvaje, es inculto, ya que los únicos cultos son los blancos que “bajaron de los barcos”, lugar común si los hay. Hay también “negros” de alma, es decir, que no son de piel cobriza, pero se comportarían como si lo fueran.
Groncho Mars nos recuerda este hermoso rosario de imágenes que caracteriza en parte a nuestro sentido común. Evidencia esto, y lo subvierte, como lo hizo siempre el peronismo. Por eso decía que nuestro Marx cargaba con las contradicciones dolorosas que implica ser argentino. Además, el peronismo tiene la cualidad de tomar palabras que sirven para degradar, y apropiárselas e invertir su sentido: cabecita negra, descamisados, gronchos.
Cada domingo que leo las notas de nuestro querido Groncho Mars me recuerda estos prejuicios. También me alegra con sus burlas y sus reflexiones certeras.
Como todas las figuras ficcionales, Groncho debe de tener varios orígenes. A mí me remite al politólogo sueco con el que el gran Mario Wainfeld intercambia sus opiniones, buscando imaginar, a lo Borges, un ser que está en las antípodas de lo que se es, de lo que es ser argentino, para de ese modo visualizar con más claridad lo desopilante de la propia identidad. Salú Groncho, cin-cuenta (50) notas no son nada.