La infancia ¿un lugar al cual volver?: biodrama “Por eso las curitas”, de Macarena Trigo
El sábado 15 de junio, a las 21, se realizará la función especial de Por eso las curitas, testimonio de Macarena Trigo sobre su crianza tutelada por el Sistema de Protección de Menores español en medio de una familia donde la violencia y el abuso eran cotidianos. La función es el marco de la presentación de Como puedo, “heterobiografía” donde relata cómo la literatura y el teatro en la Argentina del 2001 le permitieron hallar su vocación, sobrevivir y seguir construyendo su identidad integrando el pasado. La misma tendrá moderación de Rocío Maruenda, en la Maza Teatro, Maza 908 y las entradas están disponibles en Alternativa Teatral.
Como puedo fue publicada en Argentina el año pasado a través de En el margen Editora. La primera edición fue en 2022 en España, de la mano de Mrs. Danvers Ed. y supervisada por Yago Ferreiro. Sin embargo, se presenta por primera vez a la par de una función especial del biodrama escrito y actuado por la misma Macarena, obra que tomó de base para su libro.
Trigo es poeta, actriz, directora de teatro, Licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Historia del Arte y Comunicación Audiovisual. Pero si le preguntan (o la leen) descubrirán que es, ante todo, una apasionada lectora que afirma que “la escritura fue un afluente orgánico de la lectura” y si bien ama actuar, hoy se define más como una “acompañante en procesos creativos” desde sus talleres de escritura y montaje de obra.
En 2001, un viaje fortuito la llevó a enamorarse de Buenos Aires, pese a lo rota y compleja que estaba la ciudad. Desde el 2005 es residente aquí y no piensa en volver a España. “No puedo extrañar un país que desconozco”, afirma en uno de los fragmentos del libro y se pregunta por el amor de tantos argentinos hacia su país natal donde aún no entienden “la revolución de una educación pública y gratuita, el valor de las cooperativas de trabajo frente a la empresa, el emprendimiento propio (...) ni hablar de la memoria histórica”.
Ejemplo de ello es cómo la marcó conocer el espacio Timbre 4, de Claudio Tolcachir, y ser parte de la producción y asistencia de la emblemática obra La omisión de la familia Coleman, la cual le generó un gran impacto: “los personajes dialogaban con mi vida”, afirma en otro pasaje del texto. Leerla también interpela por cada poro nuestra propia identidad.
El libro recorre varios ejes con un ritmo cinematográfico (está subtitulado con la nomenclatura de los tiempos del videocasete: “Rew”, “Play”, “Rec”) como un constante ir y venir en el tiempo y espacio (entre España y Argentina), y aunque lo que se narra parezca de a ratos una gran novela, los hechos son verídicos. En la medida en que la memoria de la protagonista ha podido reconstruirlos, sobrevuela la conciencia de que su historia se seguirá escribiendo y con un final muy distinto al de las películas estadounidenses tan admiradas en la infancia.
Por un lado, está la biografía familiar (el relato sobre su padre, su madre, sus abuelas, sus hermanas...), pero también el de la amistad, los primeros amores y los primeros dolores o abusos...como así también su pasión por la lectura, la escritura y la actuación. El relato está plagado de citas y menciones de autores y autoras significativas, directores de teatro, películas y libros que deberíamos conocer. También se encuentran referencias al psicoanálisis y no es algo casual, ya que la obra pertenece a la serie “heterobiografía”, es decir, ha sido publicada enmarcada en la idea de que los relatos de nuestra propia vida no son más que construcciones de un otro que es contado.
Lejos de caer en lugares comunes, todo el texto recrea la vida y memorias de Macarena cual película que, la misma narradora y protagonista, nos va mostrando (o revelando) con saltos temporales y mucho uso de la ironía, una infancia sumida en un rol de adulta que no era, siempre obediente y en busca de las mejores notas, al resguardo de “sus monjas”, como le gusta llamarlas.
Ella no esconde sus pensamientos más oscuros y llega a confesar: “Odio a mi padre. Lo odio tanto como a ella (...)”. Y esa confesión antecede a uno de los fragmentos más crudos donde detalla los abusos frecuentes de su padre y uno de sus amigos, en una Sevilla sumida en la pobreza, entre ratas y una madre que día a día se vuelve más violenta y poco coherente. “Lorca, siempre Lorca”, dirá más adelante para sentenciar tras la muerte confirmada de su padre y el traslado a la Casa Cuna de Valladolid: “Fuimos infancias breves, obligadas a defendernos, silenciadas, sobreadaptadas.” La película es muchas en una y hacia el final, aunque Trigo diga que no esperemos finales felices, atisba un pequeño destello de luz al que llama “Play”.
Agencia Paco Urondo: ¿Se te hizo difícil hacer un recorte en todo el recorrido narrado?
Macarena Trigo: Ahora que muchos amigos lo leyeron, constato que mi memoria es tan selectiva como la de cualquiera, pero muy precisa. El pasado está ahí nomás. Sobrevivo gracias a esa memoria. El presente me resulta incomprensible y no tengo ninguna esperanza en el futuro, no obstante, el cotidiano es una tensión entre esas fuerzas y toda vez que afirmamos que el pasado no está escrito invocamos, quizá, una rebelión posible: la que provoca el resignificar nuestra experiencia.
APU: El año pasado presentaste Como puedo, que se basa en la obra pero revisa tus memorias, anotaciones, reflexiones, ecos del psicoanálisis y tu vida en Buenos Aires tras haberte criado en España ¿Cómo surgió este proyecto de publicación?
M.T.: Sabía que en algún momento debía volver a tirar del mismo hilo porque la obra es apenas un recorte. Durante la pandemia, ante la imposibilidad de concebir futuro alguno, me encontré diseccionando el pasado. Tratando de entender, una vez más, quién soy y qué hago acá; duda constante que el 2020 reactivó con fuerza. A mediados del 2021 el material había adquirido un volumen importante y la temática se diversificó. Me interesa la reflexión sobre el valor de las ficciones en nuestra supervivencia.
Quería hablar de eso, de cómo el acceso a la cultura es crucial para poder narrarnos y también de cuánto le debo al teatro en general y al circuito autogestivo porteño en particular. Las primeras devoluciones fueron de lectores cuyo criterio valoro mucho. Helga Fernández desarrolló un papel crucial dinamizando la escritura e Ignacio Abad y Yago Ferreiro apostaron por la publicación que apareció en España en 2022, bajo el sello Mrs. Danvers, y en Argentina el año pasado gracias a En el Margen Editora.
APU: ¿Qué te motivó a escribir la obra teatral Por eso las curitas?
M.T.: Siempre quise escribir sobre mi infancia, pero era un terreno demasiado pantanoso. No hacía pie. Este texto sobrevivió más de un año en mi compu y ahí entendí que había encontrado el tono. La escritura estuvo ligada a una crisis personal donde me vi obligada a asumir que ya no era esa nena indefensa, pero que mi entendimiento de la vida estaba aún profundamente atravesado por una violenta sobreadaptación a toda circunstancia. La escritura siempre responde a una necesidad, en este caso fue una emergencia. Debía enfrentar el pasado para entender dónde estaba parada.
APU: ¿Por qué elegiste el biodrama como género para contar tu historia? Teniendo en cuenta que además de haber realizado la dramaturgia, actuás en él…
M.T.: El trabajo de Vivi Tellas en torno a la creación de dramaturgias personales fue muy revelador. Nunca trabajé con ella, pero sus obras, sin duda, habilitaron la posibilidad de que ese texto terminara en escena. Francisca Ure, Sol Soto y Paloma Lipovetzky me animaron a que avanzara hacia ese formato y cuando apareció la proyección de fotos para hilar el relato y Dalmiro Zantleifer las intervino con animaciones; aposté por la fuerza expresiva de ese recurso que me acompaña en escena y amplifica la historia. También formaron parte del primer equipo creativo Verónica Cognioul y el equipo de Polonia Teatro. Todos fueron indispensables para confiar en la decisión de actuar mi propia historia.
APU: ¿Se te ha acercado alguien del público por sentirse identificado con alguna parte de la obra?
M.T.: Sí. Cuando estrené pensaba que era una propuesta demasiado íntima y que la distancia de realidades entre España y Argentina dificultaría ese encuentro potencial, pero con los años entendí que cuánto más cedemos a nuestras ficciones mejor funciona el pacto con la platea. La infancia, desafortunadamente, es una cuenta pendiente para muchos.
APU: ¿Qué consejo le darías hoy a la Macarena Trigo de la infancia?
M.T.: Portarse bien no garantiza nada, nena.
APU: ¿Cómo es vivir hoy en Buenos Aires, frente a una nueva crisis económica como la que te recibió en 2001 y que amenaza tan fuertemente al arte como modo de expresión?
M.T.: Poder vivir donde se desea es algo inviable para demasiada gente. No hay dónde esconderse o huir en este mundo roto. Peleamos porque nuestra supervivencia sea lo menos angustiante posible. En mis veinte años de relación con Argentina no conocí un momento tan oscuro como este. Quiero creer que hay una red atenta a la subsistencia de lo imprescindible. Trabajamos para que la cultura sea un derecho y jamás un privilegio. Estamos cansados, por supuesto, pero insistimos.
APU: ¿Estás escribiendo dramaturgia actualmente? ¿En qué estás centrando tu trabajo artístico?
M.T.: En la pandemia perdimos Espacio 33, nuestra sala en Boedo. Desde entonces trabajo de forma itinerante con la compañía Si la Luna, junto a Fernando Del Gener y Jimena López, desde donde buscamos descentralizar la cultura y llevar el teatro a localidades donde la oferta es menor y nuestra presencia ayuda a generar alguna diferencia. El año que viene cumplimos diez años y estamos iniciando un nuevo proyecto. Ojalá quede país donde estrenarlo.