Libros: “El aserradero”, de Marcelo Britos

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    Marcelo Britos
INFORME DE UN DÍA

Libros: “El aserradero”, de Marcelo Britos

12 Febrero 2023

Marcelo Britos es un escritor y ensayista rosarino, en el 2014 obtuvo el Primer Premio de novela en el certamen internacional “Sor Juana Inés de la Cruz” por  Adónde van los caballos cuando mueren. Entre otros publicó: Los dogos y Nuestro miedo a las tormentas, El aserradero es su último libro editado por UNR.

El aserradero es un ensayo sobre la memoria. Trabaja las marcas y los olvidos con la paciencia con la que se cava un pozo en la tierra. Con la depredación con la que se corta un árbol para hacerlo madera. Con la sensibilidad que se inmortaliza la palabra en un papel.

Marcelo Britos compone esta obra con elementos naturales: el árbol y la tierra.

Por un lado el circuito del árbol y su transformación: madera, papel. Y por otro, la tierra como efecto perecedero que guarda la historia. En el mundo de la impermanencia la tierra conserva la condición de inmutabilidad.

La búsqueda como verbo eje del relato comienza con una acción concreta “hacer un pozo en la tierra” para encontrar una biblioteca pero abarcará otras conquistas: el recuerdo, la infancia, los vínculos, los antepasados, la paternidad.

“Cuando enterramos algo ya es parte de la memoria de la tierra. No importa tanto la profundidad─ importa si en nuestra perspectiva, en cuánto más podrá esconderse o cuándo podrá encontrarse eso que hemos enterrado─, sino el tiempo que va a permanecer en ella. La tierra cuanta su memoria por capas, como si envejeciera de adentro hacia afuera. Las partes más jóvenes son las más superficiales: las que están al alcance de nuestras manos”.

El protagonista, su hijo Chipi y su prima Victoria se instalan en el aserradero con el objetivo de encontrar los libros enterrados del tío desaparecido. Sin embargo en ese encuentro algo se revela, se produce una especie de alquimia donde cada capa de tierra que excavan aparece un hallazgo personal y  los personajes se van encontrando a sí mismos en sus miedos, sus angustias, sus fracasos, sus deterioros y el irrefrenable paso del tiempo.

El tiempo en la novela es un tópico que contiene los distintos mundos que se presentan. El protagonista es historiador y paradójicamente aduce tener su propio método de resistencia al tiempo, en cuanto orden cronológico y estructurador de los días.

“Llego tarde a todo. No es por descuido, es una decisión conciente”. “¿Qué es el tiempo sino una forma, simplista y condescendiente, de darle una explicación a la transformación permanente del mundo?”

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el aserradero

En El aserradero este componente se personifica y aparece representado en los personajes: un niño que ayuda a reconstruir la memoria y que su sola presencia adscribe futuro; un pasado que se busca desentrañar en la figura del tío que, a pesar de la ausencia, cobra relevancia y cuerpo; dos personas de mediana edad que lidian con un presente incierto y que se encuentran para sanar el vínculo y unirse para siempre.  

La abuela del narrador que aparecerá sólo en el primer capítulo es quien desenfunda  la leyenda: “(…) el tío sabía que se lo iban a llevar, y como lo sabía juntó todos los libros y los enterró en algún lugar del aserradero”.

El aserradero es un negocio familiar donde los personajes pasaron su infancia. En el presente de la novela les tocará volver para cumplir con el deseo de la abuela y de Victoria, que volvió al país para conocer el legado de su padre y movida por la decisión de transitar la enfermad en un lugar seguro: “El hogar es la última trinchera, el refugio donde el dolor puede ser el mismo que en cualquier otro lado, pero con la certeza de que no existe otro mejor”.

A partir de este encuentro se abre un universo en el cual confluyen las experiencias personales, las deudas pendientes y sobre todo el rescate de la memoria colectiva. En toda esa gran biblioteca que la dictadura nos exigió esconder y que de a poco vuelve a componer el entramado social, histórico y político del país.

Las imágenes, cual  fotogramas transmiten la intimidad de las escenas, los detalles, las profundidades.

¿Cuánto hablan los libros de las personas? ¿Cuánto muestra de ese camino que empieza en la infancia, continúa en la adolescencia y se fortalece en la madurez? ¿Acaso no son los libros los vínculos que perduran hasta el final? ¿Es posible conocer a una persona solo a través de lo que lee?

Las palabras ordenadas poéticamente dejan sentencias, frases en las que se entrecruzan objetos y naturaleza para dar lugar a una mirada filosófica. Hay una metáfora en particular que me gustaría señalar: “La conversación se hizo eterna. Mojamos la arena del reloj”.

Las imágenes sensoriales nos permiten acercarnos a olores, gustos, sensaciones: el árbol, el papel, la madera, el viento, la tierra.

Cuando empieza dice “No hay una historia de los árboles” y esa presencia fuerte e inclaudicable va a estar en todo momento y tendrá gran preponderancia.

Sin embargo la importancia que le da a los árboles no se contradice con la textura del roble, o el olor del papel, como si hubiera una aceptación implícita de mutación, de la intervención de las personas en el proceso y la persistencia de una esencia inseparable.

Las referencias literarias y audiovisuales conforman un acervo de pertenencia y un rasgo de época. Desde Tolstoi y Chejov a Saer y Paco Urondo.

El acierto de Marcelo Britos en El aserradero es la perspectiva de la memoria desde una biblioteca: ¿Cuánto hablan los libros de las personas? ¿Cuánto muestra de ese camino que empieza en la infancia, continúa en la adolescencia y se fortalece en la madurez? ¿Acaso no son los libros los vínculos que perduran hasta el final? ¿Es posible conocer a una persona solo a través de lo que lee?

Una vez leí que las bibliotecas son las verdaderas autobiografías, el escritor cristaliza esta idea y muestra a ese tío de la manera más genuina e insondable.

Marcelo Britos busca el tesoro escondido y lo encuentra en esta novela. El aserradero habla del ciclo de la vida y de aquello que nos motiva a seguir aun en el dolor. En el libro las piezas del poema “La pura verdad” de Paco Urondo se van armando como un rompecabezas, termino, lo releo y me quedo con este verso: “Sin jactancias puedo decir/que la vida es lo mejor que conozco”.