No era un extraño: Charly García y su esquina neoyorquina
No creo que en la nueva imagen que hoy ilustra SU esquina se vea en pentimento el dibujo del pene como se veía en la tapa del disco, dato para nada menor.
Al final, tenía razón, no era un extraño. ¿O sí? ¿O fue que hizo de la extrañeza un nuevo espacio de encuentro? ¿No es ésta la función de un artista? La grandeza de un artista estriba en su capacidad de hacer de lo extraño que él presenta y por lo que es rechazado, un nuevo lugar común. Es lo que hizo Charly a lo largo de toda su vida.
No podemos no realizar algún comentario de la placa que se descubrió el pasado lunes 6 de noviembre en la que se nombraba la esquina de Walker St. y Cortlandt Alley con el nombre de nuestro artista más importante de todos los tiempos. Me imagino a los asistentes a semejante acto llegando a la esquina contentos, formales, protocolares, respetando al embajador, respetando a las autoridades de la ciudad, sonriendo un poco forzados, cuando Charly, que no asistió (se sospecha el estado de salud delicado del genio), hubiera llegado con la cara pintarrajeada como un salvaje sioux o con un rubio Kurt Cobain suicidado, siempre atacando a los poderes civilizatorios, aunque él proviene de la clase media blanca de Palermo Bagdad. Charly es negro (tiene un tema excelente sobre esta mutación: “Cómo me gustaría ser negro”).
Igual, ¿cómo no emocionarme y no alegrarme con este acto de nominación que lo convierte en el único músico que tiene una esquina en Nueva York con su nombre? Sin duda, en ese final de la carta de agradecimiento que envío Charly al acto en donde dice que está ansioso por decirle a un taxista: “Déjeme acá, en Walker St… y Yo”, se escucha todavía toda la inteligencia con la que él supo formarnos, entusiasmarnos y enloquecernos, a sus humildes devotos.
El retruécano, la ironía, la metáfora son las armas de esa inteligencia, para que el pensamiento punzante nos penetre revestido de alguna gracia, muchas veces en forma de bromas o de escándalos, siempre por medio del arte.
Fracturó cráneos de un modo que nuestra sociedad no estaba preparada para entender.
Como escribí el otro día, nada que ayude a engrandecer a nuestro artista más importante de todos los tiempos recibirá de mí una crítica negativa. Esta esquina de NY es un paso más en la comprensión del valor artístico que tiene nuestro genio. El embajador en Estados Unidos dijo que él no entendía nada de música pero escuchaba a los críticos musicales y sabe que Charly fue profesor de música y enseñaba solfeo a los 12 años, lo que todos nosotros nos cansamos de escuchar tantas veces. Pero dijo algo más, dijo que Charly había renunciado a la música clásica y había elegido la música popular. Esto también lo escuchamos miles de veces, pero igualmente quisiera elaborar una mínima reflexión sobre esa anécdota (las miles de anécdotas de Charly forman parte de sus obras completas, como sus bandas, sus discos, sus canciones, sus versos, sus apariciones públicas, sus escándalos, etc.).
Ya sabemos lo que dijo Charly, que al escuchar a The Beatles se dio cuenta que quería hacer eso. Eso era y es música popular. Un chico de clase media de Caballito quería hacer una música popular, no cualquier música popular, sino una reciente, casi hecha para él, para los de su clase social, para los que compartían una sensibilidad.
Es decir, Charly renunció al mundo de lo clásico (de Mozart a Keit Jarret, Glenn Gould o John Cage) para dedicarse a un género que, en ese momento, recién estaba naciendo. Cuyo destino nadie conocía, y que si alguien se hubiera atrevido a adelantar, no hubiera dicho nada muy bueno. En términos de Deleuze&Guattari, diría que Charly eligió un género menor, y lo genial es que Charly nunca dejó que su música perteneciera a un género mayor, aunque no sólo su música y el género al que ésta pertenece, el rock, se hayan vuelto masivos y dominantes en la sociedad.
En mi lectura, en este gesto de no masificarse reside otro de los grandes aportes de Charly a la cultura argentina y la mundial. No es que Charly no se haya hecho un ser masivo, no es que él no haya querido convertirse en un personaje masivo, de hecho estuvo años repitiendo que él era la única estrella de rock en nuestro país (y es cierto), todo esto no tiene nada que ver con lo que llamo masividad, pues él es un genio masivo que preserva su potencia de minoría, de rareza, de aquello que no cuaja y rompe o trata de romper permanentemente la masividad, colocando la bomba en el corazón mismo de lo mainstream.
Charly no solo nos enseñó a superarnos, nos enseñó también a no reconciliarnos nunca con nosotros mismos. No hay otro artista que se haya enfrentado más veces a sí mismo (si por sí mismo entendemos lo que uno es, su identidad, sus gustos instituidos, etc.) y se haya superado, para bien y para mal, que Charly y Clics modernos, que es lo que se está conmemorando, es posiblemente el emblema de esto, cuando definitivamente dejó atrás a un Charlie y no solo se convirtió en Charly, sino que se volvió el artista que supo crear durante casi una década discos inigualables.
Fracturó cráneos de un modo que nuestra sociedad no estaba preparada para entender (se vendió a Fiorucci), habilitó bandas y músicos que el campo del rock en nuestro país rechazaba y que hoy consideramos iconos de aquella época de amanecer democrático, como Los abuelos de la nada o Git (sé que el pasaje de Charlie a Charly es muy anterior, acá lo estoy usando metafóricamente para entender el pasaje de la etapa de las bandas, a la etapa solista, pasaje súper significativo y bastante resistido por Charly).
Se ve que olvidamos el rechazo que causó ese disco en un primer momento, y gran parte de su obra antes y después de este acontecimiento. Es el rechazo típico frente a lo desconocido. Charly exploró durante toda su vida lo desconocido, el más allá de sus gustos, de sí mismo y casi de sus mismas posibilidades. Para bien y para mal.
Cuando reivindicamos a Charly tenemos que recordar todo lo que Charly fue y es, un ser casi repulsivo que tuvo la genialidad de tener siempre la razón, un individuo que amplió lo imaginable, lo hizo sin renunciar a sus ideales y a su lengua (su lengua, el porteño, también es menor; en Charly, lengua y música arman una unidad). No debemos olvidar que Charly es un profeso idealista. El rechazo que provocaron sus evoluciones es proporcional a las nostalgias que iba creando.
Si Charly ahora es nuestro ídolo inigualable (siempre lo fue, solo que ahora hay un consenso masivo como nunca lo hubo en aceptar esta evidencia), lo es porque él nos obligó o nos enseñó a cambiar, no porque él haya creado cosas para complacernos. Al contrario. Todos estos son los riesgos que se corren cuando de lo que se trata es de la propia vida.
Pocos expusieron su vida al arte como lo hizo Charly. Cuando renunció a la música clásica, no lo hizo tan solo para “levantar” chicas o para poder componer sus propias canciones, como tantas veces lo dijo Charly, lo hizo porque apostaba a la música popular, que él revolucionó y enriqueció hasta volverla clásica.
En la conmemoración, el embajador terminó su alocución haciendo hincapié en ese matiz extático que define “Los dinosaurios”, y que a todos nos parece casi insuperable como canto de amor: todo puede desaparecer, los amigos del barrio, los cantores de radio, los que están en los diarios, la persona que amas, todo puede desaparecer, pero el Mal VA a desaparecer.
Siempre me pareció gracioso y muy significativo que Charly haya confesado más de una vez que cuando compuso la canción, la pensaba de modo literal, pues evidentemente una obra no le pertenece al artista, sobre todo cuando concebimos al artista bajo la concepción renacentista. Esa tradición en la que el artista se convierte en algo así como una divinidad o un médium con la divinidad, concluye en el culo del mundo, en Buenos Aires, con Charly García.
Lo que sucede con Charly es que su obra y su vida atraviesan muchos contextos históricos.
Pd 1: Dejo una idea, que ya fue dicha muchas veces, para desarrollarla en otro momento. Nosotros interpretamos la época de Say No More como una auténtica experiencia de autodestrucción, cuando un genio comprende que es el artista más importante de su sociedad, que tuvo todo el éxito posible en esa sociedad que le desagrada (¿a quién puede agradarle esta sociedad, con su concepción del éxito y de la fama y de la guita?), una sociedad que él quiso cambiar y que simplemente se volvió menemista (en otro momento habrá que pensar el giro menemista del mismo Charly: Charly nunca fue menemista). Charly fue el suicidado de esa sociedad, su sacrificado. Literalmente recordemos esas metamorfosis “fracasadas” en Casandra Lange primero, y luego en SNM. No se debe analizar una obra por fuera de su contexto histórico. Lo que sucede con Charly es que su obra y su vida atraviesan muchos contextos históricos, como una memoria viva que refleja nuestros silencios y nuestros egoísmos: “todo el mundo quiere olvidar”.