Memorias de un país que no se privó de masacres

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    GOYA
67 ANIVERSARIO OPERACIÓN MASACRE

Memorias de un país que no se privó de masacres

02 Diciembre 2024

El título es un trazo indeleble en la memoria de un país que no se ha privado de masacres. Así como Osvaldo Bayer narró la represión cruenta de una huelga con el inolvidable título de La Patagonia rebelde; Rodolfo Walsh hizo de Operación masacre la narrativa de unos fusilamientos que caían en la ilegalidad. Ninguno de esos títulos se olvida, pero tampoco los hechos que, sin esos libros es probable que hubieran permanecido en la zona sombreada de lo que se sabe, se trasmite a medias, se va desvaneciendo. Porque la historia del país es pródiga en violencias y no todas han merecido sus narraciones y memorias. 

Largas décadas transcurrieron entre los bombardeos de 1955, donde se contaron por centenares lxs muertxs en la Plaza de Mayo, y los primeros relatos literarios y cinematográficos que intentaron ir más allá de la anécdota comparativista (por ejemplo, con la quema de iglesias) para rozar el corazón de la injusticia. Ese hecho, que anticipaba la decisión de las Fuerzas Armadas de atacar a la población civil como si se tratara de un ejército colonial, fue relativizado por la adscripción política de las víctimas. Pesó más en la producción de interpretaciones el trazo peronismo/antiperonismo, que la advertencia de  que se estaba ante un umbral peligroso. Y esto se advertiría tarde, cuando el territorio nacional ya estaba plagado de campos de concentración y exterminio. No está de más preguntarnos si una narración precisa y crítica de esos hechos, no habría atenuado la ingenuidad de los años siguientes respecto de lo que eran capaces de hacer las Fuerzas Armadas en el terreno de la contrainsurgencia. Pero Walsh, que fue capaz de escribir ese texto minucioso y dolido sobre los civiles fusilados en 1956, había dejado pasar aquellos vuelos, sin dejar de considerarlos con un dejo de heroísmo. 

Sabemos: a cada quien le llega su momento de conversión, el instante en el que un llamado lo atraviesa. Para él fue un grito escuchado mientras jugaba al ajedrez, el grito de un hombre moribundo -¡no me dejen solo, hijos de puta!-, y una frase que terminaría de sacarlo de sus rutinas: hay un fusilado que vive. Si está segunda afirmación despertó al periodista que quería una gran nota, la primera sería la exigencia ética fundamental sobre la que se estructuraría toda la investigación.

Enriqueta Muñiz escribió un diario en el que registró el proceso de la investigación que llevó adelante junto con Rodolfo Walsh, que culminó en aquella primera edición de 1957. Hace pocos años, el diario se publicó como Historia de una investigación. Se trata de cuadernos prolijos, en los que se narran los hechos ya sucedidos -como señala Daniel Link.  Ella cuenta que “Walsh llegó excitadísimo. Lo primero que dijo fue: ‘Encontré al perro mordido por un hombre’.” El asombro entusiasta ante el dato extraordinario, el sueño del que persigue la primicia, se iría convirtiendo en un descubrimiento político o transformando en el llamado a una conversión. Enriqueta escribe: “La señora de Carranza nos entrega una foto de su marido, y nos indica donde está la casa de Garibotti. Es una casa mejor construida, con muchas flores en el jardín. Mientras esperamos que nos abran, Walsh me dice: ¡Y luego quieren que dejen de ser peronistas! ¡Si Perón les dio una casita con flores, y estos vienen a sacarlos de ella para llevarlos a un baldío y matarlos como a perros, por la espalda! Y Walsh es anti-peronista. ¡Pero la evidencia es tan triste y abrumadora!” 

 

"No creo que se borren los núcleos fundamentales que lo han hecho un clásico para varias generaciones: la narración de un hombre que se enfrenta a un sistema de opresión para dar voz a las víctimas, la serie de vidas populares descriptas con amorosa precisión en el libro y espantosamente interrumpidas por el poder". 

El escritor sería atravesado por esa conclusión que atribuye a los trabajadores perseguidos: de un lado un gobierno que dignifica, del otro una venganza criminal. La investigación como un tajo en la vida de Walsh, que se volvió clandestino, hombre armado y, finalmente, militante de la izquierda peronista, asesinado en una esquina de San Cristóbal. La potencia del escritor sería la de expandir ese tajo hacia sus lectores, porque si el bombardeo permaneció silente, con sus dolidas advertencias; la masacre en el basural de José León Suárez sería la narrativa de la indignación y el combustible que llevaba a militar del lado de los fusilados. Muchas personas encontraron allí las razones para salir de las zonas del antiperonismo y asumir nuevos compromisos. Pocas escrituras pueden contar con ese poder performático, de producir acciones, aunque muchas lo soñaron. Porque desde el Facundo para acá, la idea del libro mito, capaz de ser leído como argumento político, revelación fundante y programa de acción, impregna la historia de nuestra ensayística. Y Operación masacre realiza ese deseo, porque la conmoción del escritor se traslada a quienes leen, identificadxs con ese descubrimiento que trasiega tanto terror como indignación. Quizás si el libro hubiera sido escrito por un intelectual peronista, alguien que desde el primer paso sabía al tipo de poder que se enfrentaba, carecería de esa fibra conmovedora, que surge de acompañar un desvelo, una sorpresa, una conversión.

¿Qué es ese libro hoy, cuando asistimos a una gobernabilidad que se legitima menos en el ocultamiento de sus violencias que en su obscena espectacularización? ¿Será leído por los agitadores de la crueldad contemporánea como una sugerencia o una ingenuidad? ¿O meramente será denunciado como pieza de adoctrinamiento, como ya está sucediendo en algunas escuelas? Habrá algunos de esos trazos, sin dudas, porque todo presente acarrea sus modos de lectura y sus rutinas de desconocimiento. Pero no creo que se borren los núcleos fundamentales que lo han hecho un clásico para varias generaciones: la narración de un hombre que se enfrenta a un sistema de opresión para dar voz a las víctimas, la serie de vidas populares descriptas con amorosa precisión en el libro y espantosamente interrumpidas por el poder. 

 

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María Pía López
María Pía López