Argentina 1985: pasan los Oscar, queda la memoria
Argentina 1985 no ganó el Oscar a mejor película extranjera y desde ese momento dejó de importarnos la ceremonia de premiación del domingo. No llegó el tercero, no hubo celebración, no fue. La actriz Salma Hayek fue la representante más fiel de nuestro desánimo cuando anunció que la ganadora había sido Sin novedad en el frente, una película sobre la Primera Guerra Mundial. En Twitter uno de los trending topics del momento fue “qué bronca”.
Desde su estreno en octubre de 2022, Argentina 1985 tuvo un recorrido extenso por muchos lugares, entre proyecciones y premios. Todo comenzó a partir de una polémica con las grandes cadenas de cine y Amazon, por el tiempo de exhibición en pantalla grande antes de la disponibilidad en plataformas. Al final fueron las salas independientes las que aprovecharon el momento, proyectaron la cinta y obtuvieron una respuesta masiva por parte del público. Después fueron las escuelas, los clubes de barrio, las proyecciones en bares y sindicatos. Con su llegada a Amazon, todo fue más grande. Figuras de Hollywood como Cate Blanchett, Salma Hayek, Paul Rudd, Pedro Pascal, los hermanos Russo, o referentes de la política y el fútbol como Lula y Messi, la disfrutaron y recomendaron con entusiasmo.
A mitad de camino entre las salas y el streaming, la película fue señalada por críticos y negacionistas. Lo voy a decir rápido porque el tema ya estuvo varios meses en agenda. Del lado más progresista le cuestionaron la heróica representación del fiscal Strassera, la poca mención a la complicidad civil -algo que no se discutía tanto en ese momento- y el poder económico. Del lado negacionista cayó todo el starter pack de “memoria completa”.
Más allá de las discusiones, más allá de los premios, más allá de las reseñas favorables y la lucha entre cines y plataformas. Más allá de todo eso, Argentina 1985 deja su huella en el cine argentino e internacional porque supo acercarse a una audiencia joven que no tenía una referencia audiovisual próxima - hablando en los términos espectaculares de un evento cinematográfico - para entender el horror de la dictadura. Jóvenes que no vivieron esos años y que tampoco vivieron los años buenos del kirchnerismo, formando parte de un proceso de reconstrucción histórica, una conversación extendida sobre memoria, verdad y justicia que hizo florecer nuevo material bibliográfico, audiovisual y sonoro.
Aquí es interesante lo que hace la película, porque aborda un hecho infinitamente contado en nuestra historia, con los lugares de exhibición que el contexto impone -internet, las plataformas- y lo reviste de novedad. Tanto fue así que para octubre de 2022 lo más tipeado en las búsquedas de Google fue “juicio a las juntas”. Lo que hace Argentina 1985 puede destacarse a partir de tres momentos de la película.
El primero, cuando se convoca a un grupo de jóvenes sin experiencia para formar parte de una investigación sin precedentes que pretende condenar a los represores. Su participación es crucial porque no están contaminados de los vicios del sistema judicial. No fueron cómplices, no tienen una carrera manchada, no tienen nada para esconder. En el caso de Strassera eso es a la inversa, porque su opacidad es un elemento problemático, pero aún así, él decide comandar ese equipo junto con Luis Moreno Ocampo y cumplir un rol que podría haber sido meramente administrativo. Strassera sabe que necesitan pruebas, pero también sabe que necesita teatralidad. Articular un discurso que pueda permitirse una vida más allá del hecho juzgado, hablar a quienes viven sus vidas fuera de los tribunales.
Aquí entra lo segundo: la oralidad. Me gustaría poder hacer una comparación entre Sin novedad en el frente, la ganadora del Oscar, y Argentina 1985. En principio vale decir que las dos pertenecen a géneros diferentes pero simpatizantes con la cinematografía norteamericana. Una es una película bélica, la otra es judicial. Las narrativas son distintas pero las dos abordan el horror desde distintos puntos. En la alemana, la muerte es gráfica, necesita del rojo de la sangre, el gris del cielo, la tierra, la mugre. Necesita que veamos a esos soldados muriendo en el lodo, en las peores condiciones posibles. Necesita que escuchemos el zumbido de las balas en las orejas, las explosiones y el olor a carne podrida.
En el caso de Argentina 1985 el horror pasó y ahora sólo tenemos la voz de los y las sobrevivientes para reconstruirlo. Aquí no es necesaria una ficcionalización, la voz de la víctima es suficiente para hacernos correr un sudor frío por la espalda. La película cumple con algo muy significativo que consiste en acercar los juicios de lesa humanidad a una audiencia que probablemente nunca haya pisado un juicio en su vida. Se toma su tiempo, deja silencios para que el espectador una los puntos y se atreve a hacer algo que la televisión de los ochenta no hizo en ese momento: poner la cámara adelante para ver los rostros. Todo el material de archivo del juicio a las juntas fue con las personas de espalda a cámara, un poco para preservar su integridad y un poco para despersonalizar el horror.
Tercero, la obra es una carta de defensa a la democracia, como dijeron Mariano Llinás y Santiago Mitre en una entrevista para Revista Crisis. No es amor, es defensa. Es entusiasta porque nos dice todo el tiempo “boludo, hicimos esto y nadie más lo hizo”, es esperanzadora, tiene un clímax, manijea a las audiencias, aprovecha los elementos narrativos más clásicos para contar una historia. Porque algo que saben hacer Mitre y Llinás es contar una historia y, al fin y al cabo, de eso se trata todo. Hay un corazón ahí, un mensaje.
Es una película que llega para plantar posición en un momento en donde las derechas y las ultraderechas cuestionan a la democracia y la tildan de sistema obsoleto, siempre desde la mirada pragmática y mercantilista del capitalismo más salvaje. ¿La democracia tiene falencias? Claro que sí, pero es lo único que hoy nos garantiza un piso mínimo de consenso sobre ciertos temas. Este año, con el aniversario de los cuarenta años de democracia de nuestro país, Argentina 1985 arroja sobre la mesa la historia aprendida y nos pide que la revisitemos, levanta la voz para refrescar, advertir, y nos decirnos que todo lo que damos por ganado puede desmoronarse de un instante a otro. Lo vemos en los conflictos en el resto de la región, lo vemos en quienes asumen al frente del poder ejecutivo por medio de falacias, causas judiciales armadas, amiguismos empresariales, proscripciones y encarcelamientos políticos.
Por eso cuando los negacionistas celebraron la derrota en la ceremonia de los Oscar, un grupo de personas rescató el valor de la película más allá de los premios. Porque Argentina 1985 volvió a poner la memoria en la agenda por fuera del 24 de marzo y encima de los discursos de odio que siempre nos obligan a responder por números y no por historias.