Fernanda García Lao: “Me dejo llevar por cierto instinto poético"
Por Analía Ávila
una mueca de dolor atraviesa la felicidad
escupo palabras
como alfileres de gancho
un golpe de precisión
me hiere la espalda
“Autorretrato” de Fernanda García Lao
La cita con la escritora Fernanda García Lao fue una tarde soleada en Alamut Libros, en el barrio de Palermo. La librería tiene una cuidada selección de ejemplares y comparte su espacio con una vinoteca, una perfecta combinación de placeres. La charla transcurrió en el primer piso del local, donde ella da su taller de escritura; fue un remanso en una semana en que el Gobierno anunciaba la reducción de ministerios y el dólar rozaba otra vez los 40 pesos.
Fernanda conserva el acento y los modismos españoles, tiene una personalidad vibrante y una carcajada contagiosa. Antes de encender el grabador nos ofreció café mientras comentábamos sus poemas de Carnívora, que tienen un interesante trabajo con la lengua y con el tema del cuerpo. La suave música que venía de la planta baja nos distrajo del tráfico de la hora pico y disfrutamos de un momento relajado antes de la llegada de los talleristas.
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo empezaste a escribir? ¿Cómo influyó el exilio en tu escritura?
Fernanda García Lao: No recuerdo exactamente pero empecé a escribir erráticamente a los 12 años, ya estaba en Madrid. Fui seleccionada para un congreso internacional de niños por un poema que mandé, lo más raro fue que iba como representante de España. Hacía dos años que estaba allá pero ya hablaba como una española, porque me tocó una profesora bastante pesada (risas), que hizo como mi conversión, como una evangelización de la lengua, horrible, pero que yo acepté como una especie de castigo o bendición, no me quedaba muy claro.
Comencé a escribir poemas y canciones, muy atenta al diccionario. Y luego dinamité todo eso cuando empecé a hacer teatro, olvidé el diccionario y pasé a la acción. Y fue muy intenso eso también, como poner la palabra a prueba, y poner la palabra en el cuerpo. Lo que más apreciaba era la improvisación, más que la marca, más que lo definitivo. Me gustaba el tránsito evidentemente y sigo igual, por eso cada libro pareciera como una parada distinta, en un pueblo distinto. En un paisaje, en una cabeza y en un cuerpo diferente.
APU: ¿Te fuiste exiliada con tu familia?
FGL: Sí, nos fuimos en 1976. En la familia algunos se adaptaban antes que otros, y a veces los que se habían adaptado rápido luego iban hacia atrás. Mi madre es española, pero para ella fue también una cosa extraña porque pasamos de vivir en Mendoza y de conocer a todos, a estar en Madrid y ser desconocidos, y tener que empezar de cero. Ese empezar de cero me sucedió muchas veces, no solo ahí sino que después nos mudamos dentro de Madrid, me mudé de escuela muchas veces y entonces naturalicé de cierto modo esto de no ser de ninguna parte, pude no deprimirme y encontrarle el placer a la no pertenencia, al no lugar, a la no lengua, a la no patria, no nada.
APU: El tema de las mudanzas, ¿te marcó en tu diversidad tal vez?
FGL: Sí, y en el interés por el nuevo espacio, sabiendo que yo era de afuera. Yo creo que cualquier escritor igual es un extranjero en el lenguaje, que escribís con todas tus dificultades, en mi caso era como literal. Y por otro lado además dentro de mi familia era como la escritora menos prevista, había como un vitalismo en mí que era sospechoso (risas), no me mantenía muy sentada en casa leyendo. Y más bien leía lo que me decían que no tenía que leer. Pero también fue muy rico todo ese cambio de imaginario y de literatura, el traslado de una estudiante de cuarto grado de primaria mendocina a quinto grado sin anestesia, porque no terminé uno y arranqué el otro con una historia tan rica y tan distinta, con una geografía que no entendía. Y en aquel momento en que las idas eran más definitivas que ahora que estás más comunicado por Internet, antes irse era realmente una fractura.
No sé qué hubiera escrito yo, si hubiera escrito y quién sería si no me hubiera trasladado. Pasó con esa urgencia y esa velocidad. También mis padres fueron muy influyentes en mi formación o deformación porque había una biblioteca inmensa que viajó en barco para allá, que luego regresó para acá y que luego mi madre descuartizó allá porque hubo varias idas y venidas. Después me di cuenta que lo único que viajaba conmigo era mi hija, que la tuve cuando regresé acá la primera vez, a los 20 años. Viví tres años y no me adapté, volví a España con ella y mis papeles, como yo los llamaba, que eran hojas sueltas con escritos. Y también las cartas.
APU: Te gusta el género epistolar, aparece en Amor invertido.
FGL: Y en Vagabundas también hay cartas. Trabajé mucho con mis cartas recibidas, porque leyendo las cartas que me habían mandado me di cuenta que podía construir perfectamente mi vida en boca de otros. Me pareció interesante que las cartas dieran cuenta del personaje que no estaba, y por algún motivo las cartas eran las que llevaban como el hilo narrativo de mi derrotero por el mundo. Y las sigo teniendo todas, ahora como ya no se reciben más quedaron como cartas del siglo veinte.
APU: ¿El interés por el teatro surgió en España?
FGL: Sí, surgió allá. A los 16 años terminé la secundaria y decidí que no quería estudiar en la universidad. Dije: Yo me voy a dedicar al teatro, a la música y a la danza. Era lo que me gustaba, estuve un año cuidando esas disciplinas artísticas. Cuando regresé estuve un año en Mendoza y fui a clases de teatro con un gran actor mendocino que es Ernesto Suárez. Estudié también con Norman Briski y Ricardo Bartís. Pasé después a Mauricio Kartun porque vino a dar un seminario en el Sportivo Teatral, ahí yo ya estaba escribiendo teatro y escribía narrativa, pero para mí, hasta que explotó el deseo de hacer circular eso que tenía como guardado en esos papeles. Dije basta de papeles y mandé Muerta de hambre al Fondo Nacional de las Artes, gané el primer premio y dije: Ah mirá, por ahí escribo bien (carcajadas). Porque yo no lo hacía por ningún interés exterior sino que siempre sentí que estaba en deuda conmigo, no sé por qué. Además nunca escribí autoficción y los momentos más dramáticos o ridículos de mi vida jamás los he puesto por escrito, siempre he inventado otra cosa.
APU: En tu última novela Nación vacuna no hay una introducción o presentación de personajes, y por esta dificultad creemos que también atrapa al lector. ¿Es una estrategia de escritura? También hay muchos ejes de lectura como el de género con el cuerpo fragmentado de la mujer, y lecturas políticas e históricas con por ejemplo, el tema de la guerra de Malvinas.
FGL: Y está El Matadero de Echeverría también. En realidad no fue una estrategia, yo no sé escribir de otra manera, o no me interesa, peor todavía (risas). No me interesan las grandes entradas, o las esquivo siempre, o no las tuve en la vida, arranco con todo el funcionamiento. Y después te llevan y te traen los acontecimientos históricos, familiares, emocionales, mentales, inconscientes, y una está atravesada por todo eso, sumado a la ficción, el devaneo, a lo libidinoso de la imaginación, a lo perturbador también. Descreo de las novelas en formato tradicional, no las leo tampoco, ya las leí tal vez, para olvidarlas. Y en realidad cuando yo me siento atrapada es precisamente cuando siento que tengo que encontrar el código. Ahora estoy leyendo por ejemplo Las olas de Virginia Woolf que era un texto que no sé por qué no había leído, porque soy bastante fanática de ella. Y me parece que su misma dificultad la hace tan atrapante ¿no? Fue la misma sensación cuando leí por primera vez El sonido y la furia (William Faulkner) o Zama (Antonio Di Benedetto). Marosa di Giorgio me produce también inquietud. Prácticamente todo lo que me interesa viene un poco perturbado, como esquirlas de pesadilla con las que uno va construyendo.
Por otro lado siento que hoy más que nunca no hay voces autorizadas para contar la historia. Ni la historia con mayúscula ni con minúscula. Es un momento de perversión porque la versión está pervertida, es la versión de la versión de la reversión. Y entonces organizar un relato con un principio y una presentación de universo y bla, me parece que no coincide con este tiempo ni conmigo. Voy leyendo mientras escribo lo que aparece, igual de a oscuras que el lector que llega después, voy descubriendo lo que viene, como abriendo puertas, y me dejo llevar mucho por cierto instinto poético, como mancha de sangre que no sabés para dónde va a salpicar. No está dibujado el recorrido. Después obviamente de ese primer impulso sí organizo algunas cosas y modifico, pero por ejemplo nunca he cambiado el principio de ninguno de mis libros. Tengo que reconocer que muchas veces me quedan cosas sin decir, y ahí sí elijo si las completo o las dejo recortadas. Y entiendo que para un lector más tradicional suponga como una pérdida, pero me gusta que se pierda el que lee, como me pierdo yo cuando escribo, porque si supiera no me tomaría el trabajo.
APU: En Los que vienen de la noche (publicado este año, segundo libro en coautoría con Guillermo Saccomanno), ¿a quién se le ocurrió el guiño de invertir los nombres en la tapa?
FGL: Se le ocurrió a la diseñadora de la tapa. Fuimos a ver la foto que había hecho Marcos Zimmermann, la probó con el título y dijo: Supongo que Fernanda ahora va arriba ¿no? (carcajadas). Y dije: ¡Obvio!, y Guille : ¡Por supuesto! En el libro anterior, Amor invertido, había una cuestión de trayectoria, me pareció que estaba bueno que él estuviera primero y como vengo del teatro respeto el cartel (risas). Guille en ese sentido es muy relajado y generoso, dice que este libro es más mío que suyo, cosa que es imposible porque yo no hubiera escrito este libro sin él. Surgió de las dos cabezas, no hay un dueño, y eso lo hace además un objeto libre.
APU: Los textos de Los que vienen… tampoco tienen un orden temático o cronológico. Todo sucede de noche, de manera simultánea, con distintos puntos de vista y registros de lenguaje. Lo relacionamos con Pequeños poemas en prosa de Baudelaire y con Iluminaciones de Rimbaud.
FGL: Lo que nos hizo tan atractiva la escritura del libro fue precisamente eso, escapar del relato anterior proponiendo un giro en el siguiente. Y además después en el armado estuvimos muy atentos a que no se reiteraran las voces, a que se sintiera que estaba lo alto, lo bajo, lo turbio y lo bello, lo tierno y lo tirante. Como todo el tiempo jugando con esos extremos y todas las opciones intermedias.
APU: ¿A medida que escriben se corrigen mutuamente los textos?
FGL: No, tanto en este como en el otro libro no interrumpimos la escritura con la corrección. Terminamos y después lo corregimos. Además corrige uno solo y le pasa al otro que ya no ve la versión anterior, tenés que confiar en el otro que voló cosas que han sido eliminadas para siempre (carcajadas), no se puede corroborar, eso también es como un salto hermoso. Y también hay algo ahí del cadáver exquisito que es muy potente, que es siempre hacia adelante, no podés revisar lo que quedó. Y es en esa deriva en que se construye el texto, y en movimiento.
APU: Como integrante de Nosotras Proponemos Literatura leíste un poema tuyo en uno de los "martes verdes", y también el 8 de agosto antes del debate de la ley IVE en el Senado. ¿Escribiste el poema especialmente para esta ocasión?
FGL: Sí, la lectura era el martes y lo escribí el lunes. Había estado en otros eventos, también en la toma de Télam leyendo poesía de Dolorosa y de Carnívora. Sentí que con el tema del aborto necesitaba decir con ese poder que da el apuro de los días, que era “ya”, estar ahí y decir, no impostar nada, ni traer otra voz. Entre todas leímos un montón de poetas y de escritoras no sólo argentinas, y estaba bueno empezar a revisitar esas voces poderosas. Pero me parecía que también nosotras teníamos que ponerlo en palabras. Es raro todo lo que pasó en vista de los últimos acontecimientos. Como ya no tener ni siquiera Ministerio de Salud. El 8 de agosto sabíamos que no iba a salir la Ley y estuvimos ahí igual. Hay una militancia que no se termina, que no la termina ni este gobierno ni ninguno. Que también mucha gente de pronto “vio” y cuando ves no podés volver atrás.
Yo viví la despenalización del aborto en España pero fue totalmente distinto, porque no hubo tanta participación ciudadana ni la épica que hay en la Argentina para todo, para bien y para mal. Allá fue algo más burocrático casi, también obviamente hubo discusión de los sectores involucrados, pero se trató con otra seriedad que incluía la frialdad. Que igual no está mal porque era una cuestión de salud, desde ese punto de vista fue como parte de un programa de salud pública que todos estaban esperando con obviamente voces en disidencia y todo eso.
APU: Acá siempre fue un tema tabú.
FGL: Sí, la palabra, la planificación familiar, que era como le llamaban en España. Allá a los 16 años fui a la ginecóloga a acompañar a una amiga que ya tenía relaciones sexuales y nos atendieron genial, nos dieron profilácticos, nos enseñaron todas las formas que teníamos de cuidarnos, nos bajaron un montón de fantasmas y de dudas en media hora con una persona encantadora. No fuimos con nuestros padres ni los reclamaron. Ya había como una madurez. A mí me costó mucho cuando regresé la primera vez acá, porque de hecho yo fui madre soltera por elección, me parecía que una cosa era ser madre y otra casarse, nunca entendí el vínculo entre ambos ítems (risas). Y además cuando quedé embarazada yo estaba de novia pero le dije a mi novio: esto lo voy a decidir yo porque es mi cuerpo. Y él me dijo que le parecía bien.
Mi hija hoy tiene 30, esto fue hace bastante tiempo. Cuando regresé sentí que había viajado al pasado, me peleaba mucho todo el tiempo con todo el mundo, Mendoza es una sociedad muy conservadora y muy machista, así que no hice muchos amigos (carcajadas), los justos y necesarios que conservo todavía. Pero sentía que estaba como en un paisaje en contra, además yo llegué con el pelo punk, borceguíes y me insultaban de todas las veredas. Yo respondía amablemente con mis epítetos agallegados (risas). Celebro que haya pasado todo esto.
APU: Te escuchamos hablar del canon machista, este también es uno de los puntos de NP Literatura. ¿Qué otros problemas ves en la literatura actual?
FGL: Sí, porque es algo programático, pero también tiene que ver con las publicaciones. Por un lado hay escritoras que no se leen porque en muchos casos no están publicadas. También vivimos en un momento de literatura que caduca muy rápidamente en función del mercado. Tampoco vas a librerías y encontrás textos fundantes de la literatura argentina, masculina o femenina. Por supuesto podés bajarte El matadero en cualquier lado o fotocopiado, pero es más difícil encontrar a Eduarda Mansilla. Ni siquiera hay que irse al siglo XIX, una sensación de que para armar también como una genealogía y un mapa, porque le faltan las ciudades femeninas a ese mapa. En general son solamente hombres, hay que reconstruir como generacionalmente, ir a la caza y captura de esas otras voces y esto le daría otro sentido, más pleno y más total, quién estuvo contando y desde qué lugar.
Pero no queda solamente en la literatura argentina, porque también una va como a la búsqueda de otras voces en Latinoamérica. Hay un montón de escritoras que han sido fundamentales para la escritura de algunos hombres como María Luisa Bombal, que la leyó muy atentamente Gabriel García Márquez y a la que le rendía culto, que nadie recuerda. En Uruguay hay una cantidad de escritoras sobresalientes, poetas y narradoras, que no sé tampoco si se leen. En Perú, México y Brasil también hay una gran desconexión en relación a esas otras escritoras. Me pasó de ir a la Feria del Libro de Guadalajara, invitaron a 25 narradores de Latinoamérica y éramos seis mujeres. Y yo lo que hago siempre es ir a reclamar. Tal vez deberíamos eliminar el nombre de pila y que quedaran sólo los apellidos, para que nadie supiera si es un hombre o una mujer. O que hubiera sólo iniciales. Porque yo también creo que si Nación vacuna hubiera sido de “Fernando” García Lao hubiese sido distinta la lectura.
APU: Pero la voz narradora es masculina (Jacinto Cifuentes).
FGL: Sí, la voz es masculina, ahí sí había una estrategia en ese sentido política de reclamar la lectura de ciertos varones a los que le resulta más fácil identificarse con un narrador masculino que con uno femenino. Como dice Siri Hustvedt, los hombres no nos consideran competencia. Se la miden entre ellos, lamentablemente es entre ellos porque creo que la mayoría de la población lectora es femenina.
APU: Las mujeres somos las que más consumimos libros, incluso la mayor cantidad de libros publicados hoy son de escritoras que no sólo son talentosas sino que además venden bien. Creemos que a eso hay que darle importancia, hay algo distinto que está pasando con escritoras que también están políticamente comprometidas, es algo revolucionario.
FGL: Sí, es una primera etapa, una a lo que aspira es a mezclarse. El territorio de lo íntimo ha quedado ahora en la cancha de los escritores y nosotras hemos salido con el cuchillo. Hablo de los géneros que se consideraban más “femeninos” como la novela rosa, la poesía, los diarios. En el taller se plantea que hay un relato donde hay violencia sobre el cuerpo femenino y una se pregunta ¿es el narrador o es el autor? Y entonces en general son más osadas las mujeres en términos de torturar a sus personajes, pero no por revancha sino por placer (risas). El placer de correr los límites. Las mujeres escritoras históricamente fueron excepcionales, en el sentido de que eran únicas, para ocupar esos lugares tuvieron que demostrar mucho más que eran talentosas. Está lleno de hombres mediocres que hemos estudiado, que hacen número. Pero las mujeres que están ahí seleccionadas están porque era imposible obviarlas. Cuando se plantea el asunto del cupo las voces masculinas en general dicen: bueno y qué, ¿vamos a incluir a las mujeres mediocres? ¡Sí! Como incluimos a los hombres, así como en el Congreso y en el Senado, si no, no hay representación.
Siento que todo este territorio a conquistar que se está peleando, que se está discutiendo, de igualdad de oportunidades, de visibilidad, de reconocimiento, yo lo practicaba pero individualmente. ¡Y la felicidad que da practicarlo de manera colectiva no tiene parangón! Una la ha peleado sola, no estar sola es muy inesperado, finalmente. Y me parece que muy pronto vamos a recordar aquellos tiempos en los que no éramos nada. Va a ser como una historia del pasado, porque no se puede sostener más, no tiene sentido. Hace 10 años escribí en Las/12 una columna que era de rescates, para traer a mujeres que habían sido olvidadas por la historia. Y te digo que eran tantas que podría haber escrito sola todo el suplemento.
APU: Desde el 2010 das talleres de escritura. ¿Qué es lo que no debe hacer alguien que coordina talleres?
FGL: Crear clones, suponer que uno enseña algo, en realidad no enseñás nada. Lo único que hacés es intentar empujar al otro a que sea quien tenga que ser, la mejor versión de sí mismo en la escritura. Yo voy contra el sentido común, contra lo aprendido. Un desastre (carcajadas). Contra la solemnidad, la corrección polÍtica (no la corrección textual), la pereza mental, contra lo que sale fácil, contra encontrar tu voz como si fuera sólo una. Sí, yo trabajo bastante en contra del que viene.
APU: Más bien le planteás desafíos.
FGL: SÍ, y por otro lado no me encuentro sola frente a la tarea porque tengo un montón de parientes ilustres que me acompañan. Entonces los pongo a leer a todos los parias, o los más incorrectos (risas). En general vienen todos con lecturas clásicas y tradicionales, entonces ahí no tengo que instigar tanto. Lo que sí faltan son otras lecturas más disruptivas o menos mainstream. Me gustan los escritores que comparten territorio más allá de la narrativa con otras disciplinas del lenguaje, dramaturgos y poetas, filósofos. Me parece que no se lee tampoco demasiada teoría, pero no desde el costado sesudo, sino más bien revelador de lo que uno está haciendo o probando, porque obviamente también tenés que instigar a tomar partido políticamente por el lenguaje, a no ser ingenuo. Tengo alumnos muy jóvenes, casi todos.
APU: ¿Qué estás leyendo en este momento?
FGL: Estoy leyendo Las olas (Virginia Woolf), El orden del tiempo de Carlo Roveli, un físico italiano. También un libro que voy a presentar y que me resulta muy atractivo, Indeleble de Paula Tomassoni, una escritora de La Plata. Voy a escribir otra contratapa para otra escritora, y todo el tiempo estoy leyendo lo nuevo que se publica. Yendo para atrás y para adelante, leo todo salteado y mezclado. Releí poemas de William Carlos Williams, Wallace Stevens, E. E.Cummings. Me gusta mucho leer poesía. Pero voy saltando, sin mucho respeto por nadie (carcajadas finales).
Biografía:
Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) es escritora, dramaturga y poeta. Fue seleccionada por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2011 como “uno de los secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana”. Vivió en España desde 1976 hasta 1993. Publicó las novelas Muerta de hambre (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes), La perfecta otra cosa, La piel dura, Vagabundas, Fuera de la jaula y Nación vacuna, así como el libro de cuentos Cómo usar un cuchillo. En 2015 publicó Amor invertido y este año Los que vienen de la noche, ambos en coautoría con Guillermo Saccomanno. En 2016 editó Carnívora, su primer libro de poesía y en 2017, Dolorosa. Colaboró en distintas publicaciones (Babelia, Las/12, Revista Ñ, entre otras). Publicó en Francia, México y España. Desde 2010 coordina talleres de escritura.