Horacio Fiebelkorn: “No hay forma de que el arte no sea comprometido”
Por Inés Busquets
Horacio Fiebelkorn es un poeta platense, autor de Elegías, Tolosa, Pájaro en el palo, El sueño de las antenas, entre otros. Recientemente presentó Poemas contra un ventilador, editado por Caleta Olivia. Un libro que irrumpió como el mismo define la escritura, sin planificación, sin rutina. La confluencia de una emoción que de repente se transfigura en un hecho estético; en un deseo, en una forma del lenguaje. En El Sueño de las antenas (2017) dice: “Un ventilador hace olvidar la falta de sueños.” Quizá este libro sea una continuidad, la respuesta a una interpelación propia, al mismo que ahora tal vez considere que tenemos que estar en contra de lo que nos hace olvidar y que asegura: “Tengo que anotar/las cosas que debo olvidar, /para no recordarlas.”
Ingresar en la poesía de Horacio es aceptar un pacto de juego. Donde lo solapado o lo no dicho nos deja en estado de pregunta, y nos da ese respiro preciso para entrar con nuestra experiencia, con nuestra propia voz.
Poemas contra un ventilador es un universo de posibilidades: sincerarse puede ser morir, la intención de un viaje a Lisboa se trasforma en un poema, por lo tanto todo lo que sucede en nuestro pensamiento se convierte en probabilidad, hasta la materialización de un recuerdo inventado: “Quise visitar una casa en la que viví hace años. Como/ no recordaba la dirección, le inventé una. / Llegué a la puerta, y no reconocí el umbral, el vidrio/ del portón, las ventanas. / Para no quedar desubicado, tuve que crear también/ una biografía que me justifique. / A los demás les pasa otro tanto al cruzarse conmigo. / inventan anécdotas comunes. Noches de copas, /caminatas bajo una arboleda. /Nos despedimos amablemente, con la certeza de/haber encontrado la forma correcta de equivocarnos. ”
Algo así como sucede en la vida. El humor y la ironía en la poesía de Horacio parecen cumplir la función tranquilizadora de esos acontecimientos fortuitos y no tanto que ocurren no solamente en diversas situaciones sino también en nuestro mundo interior. Horacio tiene la virtud de cristalizar una “cosa” en una epifanía poética.
Recuerdo una tarde lluviosa en Malisia, cuando lo conocí, Horacio me dijo: la poesía está en las cosas. Como decía William Carlos Williams: no hay ideas sino en las cosas. De eso se trata, pensé, es cuestión de aprender a mirar.
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Agencia Paco Urondo: ¿Cómo fue el proceso creativo del último libro?
Horacio Fiebelkorn: Incierto. Porque no fue sino después de un tiempo que sospeché que tenía algo así como un libro entre manos. Nunca tengo un plan, simplemente escribo. En el caso de los textos de este libro, se fueron acomodando en una carpeta lateral, mientras hacía otras cosas. En esa carpeta iba ensayando variantes del poema en prosa, que es una de las formas más complejas de la poesía.
APU: ¿Podemos encontrar poesía en la vida cotidiana?
HF: Sí, claro. Con algunas notas al pie. Por lo pronto, en lo cotidiano interviene también tu mapa de lecturas, y el modo de situarte frente a la historia y tantas otras cosas que de un modo u otro te interpelan. Estaríamos muy perdidos si entendemos por cotidiano sólo a la transcripción en verso de lo que vemos a diario, aunque eso también es parte del asunto.
APU: ¿Tenés una rutina de escritura o lo hacés en cualquier momento?
HF: Ninguna rutina. La escritura irrumpe en cualquier momento.
APU: ¿Leíste a Paco Urondo? Cuál es tu apreciación sobre su obra?
HF: Tengo su poesía completa, y lo leí mucho en mis años formativos. Es uno de los poetas de los 60-70 que más me gustan. Tiene una vibración existencial que atraviesa las décadas. Y con Urondo pasa lo que suele pasar con escritores de fuerte militancia política: se los lee sólo en clave “militante”, y eso es un error, una lectura muy pobre para la enorme riqueza que tenía la poesía de Francisco Urondo.
APU: ¿Considerás que el arte y compromiso tienen una vinculación?
HF: Lo plantearía de otra forma. Porque arte y política siempre se van a unir, y no necesariamente como se lo hacía décadas atrás, cuando se hablaba de “arte comprometido”. No hay forma de que el arte no sea comprometido. Pero creo que cambió el lugar histórico de los intelectuales y artistas en la trama social. Ya no son enunciadores de alguna verdad revelada, mucho menos la conciencia crítica de la sociedad. Dejemos que Beatriz Sarlo siga bebiendo de la botella vencida de ese mito: no es así. En todo caso, diría que el campo del arte es parte de un colectivo mucho mayor, que padece y enfrenta al neoliberalismo.
APU: ¿En qué momento estamos de la poesía en Argentina?
HF: Con sus más y sus menos, de veinte años a esta parte la producción poética argentina luce vigorosa. No hay lugar para el viejo discurso llorón y autocompasivo de otras épocas. Se escribe, se lee y se edita mucha más poesía que en otros tiempos. La estética, el lenguaje, son parte de otra discusión.
APU: ¿Cuáles son para vos los poetas imprescindibles?
HF: Mi lista de imprescindibles está variando o ampliándose todo el tiempo. Pero hoy pienso en Arnaldo Calveyra, Juana Bignozzi, Horacio Castillo, Aldo Oliva, Joaquín Gianuzzi y Estela Figueroa. Sin contar, claro está, a muchos de mis contemporáneos, con los que la lista se haría interminable.
APU: Selva Almada hablaba sobre la creación del Instituto del Libro, se refería a la necesidad de escribir con libertad y no tener que hacerlo sujeto al tiempo que queda mientras se trabaja de otra cosa para poder vivir. ¿Cuál es tu opinión con respecto a eso? ¿Cuál es la deuda del Estado con los escritores o con los trabajadores del arte en general?
HF: Poder jubilarnos como escritores, poder tener una cobertura médica en calidad de escritores. Hago extensivo esto a todas las áreas de la creación artística. Resumiendo: no somos seres etéreos. Nadie lo es ni lo fue nunca. Y en el panorama de devastación que cuatro años de macrismo dejó en el país, hay mucha más gente afectada por cuestiones más urgentes que el tiempo que necesita un escritor para producir su obra. Dicho sea de paso, la deuda no es sólo del Estado. También de las entidades que agrupan a los escritores.
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Poemas contra un ventilador es un libro necesario, como toda su obra. Una voz poética que nos permite abstraernos de la temporalidad cronológica. ¿Hay presente?, ¿Hay eternidad?, ¿O la vida es una secuencia de simultaneidades? Pareciera haber disputa en todo antagonismo: presente y pasado, cuerpo y espíritu, entonces encuentro en un poema la frase que podría liberarnos de la incertidumbre: “La disputa se suspende cuando dejo de pensar”.