Tuya es la sangre: la celebración del secreto
Por Analía Ávila
Tuya es la sangre de Alción Editora se presentó este año en la Biblioteca Nacional y es la primera novela de Gustavo Di Pace, escritor y coordinador de talleres literarios. Autor de los libros de cuentos Los patios interiores (2003), Mi yo multiplicado (2011) y El chico del ataúd (2014), en su novela reescribe en sus propios términos el género policial. El protagonista de la historia es un fotógrafo de revistas que también trabaja en casos policiales; el asesinato del actor Salvador Navas ocurrido en la pensión Suecia de San Luis y avenida Pueyrredón, lo lleva a iniciar una investigación paralela, se transforma así en detective vocacional. Al mismo tiempo emprende la búsqueda de la verdad en el asesinato de su propio padre.
“Mi idea al principio era escribir una historia en la que se contase un crimen, pero en la que no necesariamente hubiese una investigación. Sin embargo, la trama me llevó hacia esta idea de un fotógrafo que necesita saber qué hay detrás de los crímenes que fotografía. Además, antes de esta novela ya había un lector de policiales en mí, así que era probable que en algún momento ese lector llevase al autor a escribir sobre tales asuntos. Si hay influencias no son conscientes, no me las propuse. Pero es verdad que mis gustos acompañan a los incuestionables: Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Patricia Highsmith, y por acá Jorge Luis Borges y Rodolfo Walsh, entre otros”, cuenta Di Pace.
El epígrafe que abre la novela es de la fotógrafa Diane Arbus: “La fotografía es un secreto que habla de un secreto”. Además la historia se estructura en foto-capítulos y hay valiosas definiciones sobre el oficio de fotógrafo y el arte de la fotografía, como la que expresa el protagonista: "Para mí, sacar fotos es una celebración del secreto, que todo lo mueve, que todo lo hace". El autor reflexiona sobre la relación entre el oficio de escritor y el de fotógrafo: “Hay elementos autobiográficos de variada índole. Trabajé con fotógrafos en una época de mi vida, así que no es casual que el protagonista de la novela esté detrás de una cámara. Respecto a la relación entre este oficio y el de escritor, me parece que es la de todo trabajo artístico, en todas sus manifestaciones y más allá de sus particularidades. Fijate que el artista no se conforma con la realidad y necesita re significarla, decirla de otro modo. El fotógrafo, por ejemplo, toma fotos, una tras otra, y elige para su portfolio las que se destacan. Del mismo modo, el escritor escribe un texto tras otro y luego publica sólo los que cree conveniente. De esa búsqueda permanente, de esa prueba y error constante surge, considero, el hecho estético”.
El asesinato del padre, los recuerdos de la infancia del protagonista y la búsqueda de la verdad sobre su propia identidad son temas profundos que recorren toda la novela, y que van en paralelo con la búsqueda del asesino de Navas. Di Pace revela que mientras escribía, fue incorporando elementos que le dieron una mayor “espesura” al protagonista de la historia: “Ya no era sólo un fotógrafo que se metía en un mundo que le era ajeno, el tipo era además un buscador, no sólo de la verdad, sino de un sentido más profundo, existencial, que lo ayuda a ser quien es”. La novela transcurre en Buenos Aires y esto le da una impronta bien porteña: “Buenos Aires es el lugar donde nací y donde vivo. Es mi patria y también es mi infancia, o sea, me constituye. Asimismo, los lugares que figuran en la novela son lugares que conozco y que cuadran con la historia. Escribir sobre ellos es de algún modo un intento de recupero de lo esencial, para que no se muera, para que siga siendo a través de la ficción”.
Di Pace cumplió 10 años en la coordinación del taller literario “El Respiradero” y también dicta seminarios en diversos ámbitos académicos y culturales como el Centro Cultural Borges, entre otros. Consultado sobre su experiencia como docente afirma: “Tratar sobre las búsquedas artísticas de diversos autores y géneros o ayudar a la gente a escribir, son actividades enriquecedoras. En este último caso, nos conectamos con nuestra creatividad y, por ende, la experiencia artística se transforma en experiencia espiritual. Motivar a la gente a entrar “en estado literario” es maravilloso, y todos estamos más que agradecidos, ellos como asistentes y yo como coordinador. Mejor, imposible”.