Lorenzetti: de los principios progresistas al silencio ¿macrista?
Por Diego Kenis
El gran registro sobre la Corte reciente que Irina Hauser compiló en Los Supremos ratifica presunciones y completa casilleros de un tablero lleno de incógnitas y muchas veces inaccesible para el ciudadano de a pie. Gracias al libro puede seguirse el rastro de la afeitada de Ricardo Lorenzetti: su antiguo bigote ocultaba las ambiciones políticas que su sonrisa ladeada suscribe.
Promediando el volumen, Hauser descubre las tortuosas relaciones entre el magistrado y las opiniones ajenas. En particular, la de los principales columnistas y editorialistas dominicales de los diarios porteños. Allí menciona “la manía de Lorenzetti de enviarle cartas a (Horacio) Verbitsky”, que “se intensificó a partir de 2013”. La fecha coincide con la discusión por la pertinencia constitucional de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el intento de democratización del Poder Judicial y la pendiente del tercer gobierno kirchnerista rumbo a las elecciones que terminaría ganando Mauricio Macri.
De la colección de misivas, Hauser rescata una pieza. Escrita bajo enojo y con el objetivo enunciado de “precisar algunos enfoques políticos” y el velado de reclamar un trato más condescendiente. La carta reprocha a Verbitsky el tono de una nota suya y le pide que entienda “que estamos haciendo un gran esfuerzo y no conviene el clima de confrontación”. “Eso sólo favorece a los que quieren la crisis”, agrega sin precisar nombres. No pocas veces el discurso mediático acusó al kirchnerismo de fabricar desestabilizadores. Por lo visto, Lorenzetti los conocía.
Dos años después, en mayo de 2015, Verbitsky citó párrafos de otra esquela. Era en respuesta a las denuncias del periodista por el modo en que el ministro se aseguró su re- re- reelección al frente de la Corte. Para ello, había denunciado, Lorenzetti adelantó la acordada cuando faltaba un tercio de su vigente mandato y ocultó el estado de salud de Carlos Fayt. La redacción incluso mentía la asistencia del casi centenario juez al lugar de reunión con sus pares. Como el libro de Hauser recién llegó en 2016, el lector común vio en esa carta ofendida una rareza de un personaje que ejercitaba la sutileza y el manejo de los silencios, con papal estilo.
Del mismo modo, es comprensible que dos de sus puntos más relevantes permanecieran fuera de todo foco de análisis, en una coyuntura inmediata que, en pleno 2015, mostraba emergencias distintas a las de 2017. La posible comisión del delito de falsedad ideológica de documento público por parte de la Corte, el grado de lucidez o la edad de Fayt, la misma continuidad de Lorenzetti en el cargo y la finalmente trunca designación de Roberto Carlés fueron los temas centrales por aquellas semanas. Antes de desembocar en el calendario electoral.
En su párrafo más culposo, la carta de Lorenzetti a Verbitsky explicaba que “la idea de ‘consolidar mi presidencia’ se debió al propósito de manejar las presiones sobre la Corte, que deberá decidir causas importantes”, según citó su destinatario en la columna dominical de Página/12 del 10 de mayo de 2015.
Entre los expedientes pendientes aún de resolución, Lorenzetti enumeraba “‘la situación del padre Grassi, los juicios de lesa humanidad en campo económico-empresarial, en los que el nuevo presidente tendrá un rol decisivo’”. Al mismo tiempo, transcribió Verbitsky, “considera probable que en los próximos años ‘exista una presión grande para el cambio de alguna jurisprudencia en temas de derechos humanos, laboral (quieren dictar una ley de prescindibilidad para todo el sector público) y otras que seguramente el nuevo presidente sabrá manejar con firmeza. Te paso estos datos para que escribas que te hicimos caso, que se concretará dentro de unos días’”.
Al señalar los riesgos del cambio que podría traer su anunciada salida de la Presidencia del cuerpo, la última línea revela el sentido del párrafo. Pero las herméticas advertencias en materia de derechos humanos y garantías laborales permanecen en su estado inicial de inusitada gravedad. Sobre todo por provenir de una figura de esa relevancia, y anticipar campos en los que se han registrado grandes retrocesos desde la victoria electoral del macrismo.
La postura que la Corte presidida por Lorenzetti exhibió frente a ello estuvo lejos de convalidar las promesas parafraseadas a Verbitsky en la carta escrita meses antes. Pasado el 10 de diciembre, el máximo Tribunal se mostró dispuesto a dar la bienvenida a los ministros que Macri designó por decretazo, mientras que los procesos judiciales de lesa humanidad comenzaron a desarrollarse con cada vez mayor retraso. Pese a que el mismo Lorenzetti no se cansa de describirlos como parte fundamental del “contrato social de los argentinos”. En materia de derechos laborales, por otra parte, la Corte limitó seriamente la protesta al quitar legitimidad a las medidas de fuerza que no estén convocadas por los sindicatos. Lo hizo al fallar ante el reclamo de un trabajador del estatal Correo Argentino que fue despedido por participar de una convocatoria por fuera del gremio del sector.
Aún no se ha llegado a los extremos que previó Lorenzetti hace casi dos años. Pero las expresiones públicas de diferentes figuras del gobierno, desde “la grasa de la militancia” al reciente “no fue un plan sistemático del genocidio”, no los colocan como un horizonte imposible. La conducta del juez podrá evaluarse cuando ese espíritu se traduzca en los hechos concretos que Lorenzetti profetizó. Como aquellos párrafos no supusieron un anticipo de opinión ante un hecho concreto sino una manifestación de principios generales, no tendría razones para excusarse. Entonces se verá cuánto de verdad había en lo conveniente de consolidar su presidencia. Que, a pesar de aquél lírico renunciamiento sí ocupa hoy. Por cuarta vez consecutiva.