Sinfonía para Ana: “La magia del libro y de la película es llevar a un plano cotidiano la política”
Por Juan Manuel Ciucci
APU: ¿Cómo surge Sinfonía para Ana?
Ernesto Ardito: El proyecto empezó desde la novela, claro, es una adaptación de la obra de Gaby Meik. Esa novela, que se llama igual que la película, se la daban algunos profesores del Colegio Nacional Buenos Aires a sus alumnos para generar ese puente de la memoria dentro del mismo colegio. Y los alumnos cuando la leían quedaban totalmente impactados, nosotros tenemos dos hijas que estudian ahí, y vimos cómo una de ellas estaba totalmente conmocionada mientras la leía. Eso nos llamó la atención, la empezamos a leer nosotros, y nos dijimos “llegó la historia que estábamos esperando para pasar a la ficción”. Eran los personajes y el tema que siempre soñamos poder contar en una ficción. Además era factible en cuanto a la producción, por lo que nos pusimos en contacto con la autora, le gustó la propuesta y empezamos a trabajar en la adaptación.
Virna Molina: Lo que más me sorprendió de la novela, más allá de cómo impactaba en los chicos en términos emocionales, era cómo después impactaba en términos políticos. Recuerdo que el curso de Nikita era muy aplicado en lo académico, muy poco participativo en lo político, en el Centro de Estudiantes, y después de leer esa novela en tercer año como que la mitad del curso se puso a militar. Y empezó una necesidad de participar de algo más colectivo que hasta ese momento era como algo desconocido. En ese sentido vimos que era muy interesante porque evidentemente despertaba una sensibilidad hacia una cuestión de la memoria que activaba, si bien era una historia tremendamente triste, pero también tenía otros momentos, como fue ese período… Como era contado por alguien en primera persona que había vivido ese momento, y era de la misma edad de quienes leían la novela, generaba una intriga, una necesidad de meterse en ese universo que hasta ese momento era poco interesante. La política era poco interesante, y a partir de ahí se vio a la política desde otro ángulo: desde la necesidad de construcción como persona, como una faceta más de tu vida, necesaria. Eso me pareció como algo que podía saltar una barrera que en el documental no se podía saltar, por lo menos nosotros veíamos que no la podíamos saltar. Que era llegar a un público no convencido de participar en la vida política de un país, de una sociedad. Me parece que eso, más allá de las banderas, del peronismo y la izquierda no peronista, más allá de eso era esa cuestión de querer ser parte de un proceso de transformación y de construcción colectiva. Y que a la vez podíamos contar cosas de los ´70 (creo que en todas las películas que habíamos trabajado de una manera u otra llegan a esos años), que no se habían dicho nunca. Que era esa vida cotidiana de una piba adolescente que empezaba a militar en un centro de estudiantes, y después en una organización política, hasta transformarse en los ´70 en una organización armada. Esto más allá del impacto emocional, recuerdo terminar de leer la novela en el subte, y no podía dejar de leerla y de llorar en el medio de un subte lleno de gente. Era algo como que se me escapaba de control, como que la historia te superaba, te daba vuelta. Y decíamos que si lográbamos de alguna manera capturar ese espíritu y llevarlo a la película, era algo distinto, algo que de los ´70 nunca se contó hasta ahora.
APU: ¿Y eso les parecía un posible límite, al haber trabajado tanto el período y que existieran otros trabajos del mismo?
EA: No, por el contrario, justamente en una película de época es muy importante la investigación de ese contexto. Por un lado por las discusiones políticas y los diferentes puntos de vista del período. Y por el otro por la subjetividad del personaje, es decir, ser realmente fiel, que funcione como un túnel del tiempo real, no como alguien del hoy que está interpretando un pasado. Para eso es importantísimo tener todo ese background de información y haber estado trabajando mucho tiempo. Porque también es una adaptación, y uno va eligiendo o agregando elementos. En la película fuimos agregando elementos documentales, que son fundamentales para mostrar cómo impactaron en los personajes esos hechos y para que el público pueda entender qué era lo que estaba pasando en el entorno de esos personajes que iban tomando decisiones muy fuertes.
APU: Mencionaban lo del pasaje a la ficción, ¿qué los impulsó? ¿Sentían una necesidad después de más de 10 años de producción documental?
EA: Habíamos hecho El futuro es nuestro, que justamente es un documental casi sobre la misma temática, y como decía Virna en un principio, teníamos como un límite. Que es lo que te puede habilitar el archivo, el testimonio. Pero hay un montón de elementos clave que pasan por las sensaciones, los sentimientos de los personajes, por su vida cotidiana que tiene que ver mucho con su vida personal, que a veces en un documental no se puede transmitir. Porque una cosa es que te lo cuente alguien, y otra que desde el punto de vista dramático vos lo estés viviendo junto con el personaje. Por eso la película tiene esa estética que nosotros llamamos de la memoria, del recuerdo, que a veces es una fragmentación de percepciones. Como alguien que desde el hoy recuerda su pasado, y recuerda fragmentos. Que son los que más te marcaron, y no solamente lo que sucedió, sino cómo vos lo percibiste. Por eso la película tiene esa cuestión tan fuerte entre lo sentimental, que dialoga con lo político, y que la termina de construir el propio espectador en la identificación que hace con los personajes. Diferente quizás es una reconstrucción donde mostrás todo, casi como una visión omnipresente que te va diciendo lo que pasó. Eso logra como un acartonamiento y una frialdad que es lo contrario delo que buscábamos nosotros: que el espectador ingrese a eso que está pasando casi como si fuera una cámara subjetiva de ese personaje. Ese es un poco el lenguaje de Sinfonía, por eso tiene mucho trabajo sensorial-poético, más allá de los hechos.
VM: Pensá que nosotros cuando hicimos nuestra primer película, Raymundo, queríamos contar lo que había pasado antes del golpe del ´76. Porque sentíamos que hasta ese momento había muy poquitas películas (Cazadores de utopías de Coco Blaustein y Montoneros, una historia de Di Tella) que eran las únicas que hablaban de quiénes eran esos militantes, esas personas que habían desaparecido. Después seguimos avanzando, creo que con El futuro es nuestro nos metemos más con el cotidiano de estos pibes, a través de los archivos. Pero de alguna manera no podíamos romper la barrera que genera el documental, de distancia, que estás viendo algo verídico, que se basa en documentos y que lo estás viendo desde el hoy. Acá lo que haces es meterte en una historia, te sumergís y te identificas con los protagonistas de esa historia, que te cuentan sin intermediarios lo que están viviendo. Cómo piensan, frente a determinado hecho que pasó qué decisiones toman, cómo se vinculan con sus amigos, qué va cambiando en la relación con los padres, por qué se van transformando esas relaciones. En esos puntos uno conecta ya no con los ´70, sino con el presente y con lo que a uno le pasa día a día. Somos todos seres humanos y siempre nos encontramos en diferentes momentos de nuestra vida con situaciones donde tenemos que elegir, optar, y generar una opinión sobre algo y tomar un camino. Me parece que era súper interesante poder narrar ese pequeño fragmento de la historia argentina, los años previos al inicio de la dictadura, desde esa subjetividad de una chica que llega por primera vez a todo ese universo nuevo de crear una sociedad diferente. Mezclado en todo ese universo complejo y confuso, y cómo esa persona con las pocas herramientas que tiene, va decidiendo, va optando, y por qué lo hace. Convencida de lo que está haciendo, y lo lleva hasta el final. En ese proceso, es una película ambientada en los ´70, pero que a la vez esa historia es universal, pasó antes de los ´70, pasa ahora, y seguirá pasando en el futuro. Son situaciones límite donde el ser humano tiene que tomar decisiones y se vincula con su cotidianeidad de una manera muy fuerte, como que todo es al límite. Entonces son momentos clave para que el cine los narre. Intensos, entonces te encontrás con una película que es intensa en todo sentido. Todo el tiempo están pasando cosas, todo el tiempo te dan vuelta las emociones, todo el tiempo estás en una situación de intriga, suspenso, de qué va a pasar. Sufro por este, me alegro por esta situación, disfruto de la relación de amor y de lo que está pasado con ellos dos, sufro cuando se enamora de dos personas y no sabe qué hacer con ese amor… Toda esa intensidad de emociones, en un mundo apasionante, es donde la historia se vuelve universal y era clave para que valiera la pena el esfuerzo de lo que es hacerlo en ficción. Con toda esa ingeniería y maquinaria que implica tanta gente involucrada en un proyecto.
APU: Cuestiones como el amor y el sexo, que están presentes, quizás sean los que la hacen tan universal…
EA: Eso estaba en la novela, y era una de las cosas que nos interesaba, por esa identificación que puede tener un adolescente de hoy. No es una generación como la nuestra, que fue puente, sino que hoy ven los ´70 casi como nosotros veíamos la Revolución de Mayo, cuando pasan 30 años ya está… Charlábamos con Carlos Echeverría, el documentalista, que justamente uno tendría que salir a tomar el testimonio de todas las personas que son protagonistas de tu momento, porque después ya no lo vas a poder tener, ese testimonio no va a estar. En este caso justamente, lo que le va pasando a la protagonista que se enamora, que tiene el conflicto del debut sexual, el conflicto moral de la época con respecto al debut sexual, esa historia de amor tan fuerte está totalmente vinculada con lo que le puede pasar a una persona hoy. Y es por eso que puede comprender a ese personaje, que vivió los años ´70, y lo siente próximo, casi como si fuera amigo de ella. No es una figura de bronce, intocable, como si uno hiciera la vida de un héroe. Eso es fundamental para todo el movimiento que pueda haber de reconstruir la historia y traerla a la actualidad, no sólo en el cine, sino también en la literatura, en el teatro. El cine lo que sí tiene es esa oportunidad de trabajar lo sensorial, lo que puede estar sintiendo el personaje, que se lo haces vivir al espectador a través de las imágenes, de la música. Creo que Sinfonía tiene eso, un crítico en Rusia (la película se proyectó en el festival de Moscú y ganó el Premio de la Crítica) nos decía “¿por qué la película tiene esa cuestión tan melodramática?”, y porque nuestra vida es un melodrama muchas veces. Nada más que nosotros tenemos un tabú muy fuerte con respecto a expresar los sentimientos hacia afuera. Entonces la película es liberadora porque vos la vas transitando y vas liberando un montón de sentimientos tuyos, y ahí se genera una conexión.
VN: Sí, y eso ya lo tenía el libro, creo que esa era una de las grandes virtudes del libro. Gaby, la autora, es psicóloga y no se dedica a escribir, sino que lo escribió más como una necesidad de volcar toda su experiencia y vida de ese momento, que era de lo que no había podido hablar. Y lo vuelca de una manera muy fuerte, y muy honesta, y brutal si querés. Y eso te apasiona, te saca de un lugar cómodo, te conmueve. Te pone en un lugar incómodo, como el que están transitando los protagonistas de la historia. Creo además que sería un error muy grave hablar de política de manera aislada a la vida cotidiana de una persona. Cada ser humano, desde los grandes líderes políticos hasta quizás la persona considerada más apolítica, de alguna manera acciona permanentemente. Y ese día a día y ese vínculo con tus amigos, con tus viejos, con tus docentes, con tus enemigos, todo eso hace que tomes decisiones y te pares desde un lugar. Creo que la magia del libro y de la película es llevar a un plano cotidiano la política, hasta transformarlo si querés en un melodrama, en algo normal de la vida, donde las pasiones te dan vuelta. Y no en algo tan racional, frío y alejado de los sentimientos. El libro demuestra que esos pibes que vivían en ese momento sentían, se apasionaban, se equivocaban y tenían grandes aciertos como lo tienen los jóvenes de hoy. Y en ese sentido es para mí la conexión más fuerte, y te abre la puerta a pensar la política desde otro lugar. No desde el lugar en que te quieren hacer pensarla, de la corrupción, la burocracia, esos personajes casi nefastos que ves en la televisión todo el tiempo. Sino desde el día a día, desde el otro, el par. Desde ese lugar como seres completos, porque si tratamos de cortar nuestra faceta política de alguna manera nos estamos mutilando, nos estamos prohibiendo transitar o vivir un montón de cosas que te hacen pleno.