Truco y re truco: la partida pendiente de Cambiemos
Por Cristian Secul Giusti*
"Están pasando demasiadas cosas raras
para que todo pueda seguir tan normal.
Desconfío de tu cara de informado
y tu instinto de supervivencia"
Charly García, "Bancate ese defecto" (1983)
Persecución judicial y mediática a opositores y a voces disidentes que denuncian el brutal ajuste diseñado por Cambiemos. Despidos, suspensiones y maltratos a los trabajadores del Estado. Recortes fuertes en los empleos privados y habilitación para la precarización laboral en otros ámbitos del mercado formal. Trabajadores en lucha, peleando no solo por los puestos laborales, sino por un sueldo adeudado hace seis meses y más también. Y así todo, al calor de las masas, soportando el ardor de un cierre de año asfixiante y el inicio de otro con una temporada alta de injusticias y desigualdad en términos macristas.
En estos momentos, Cambiemos se encuentra exponiendo su raíz distintiva de clase y de perspectiva política: una máquina calculadora que gobierna con sorna, al amparo de las corporaciones mediáticas y con la confianza de quien es legitimado en las urnas. Así, este espacio político se calza el traje que más le place con el fin de exterminar expectativas y beneficios para los ciudadanos más necesitados y aquellos que viven con sacrificio el día a día.
En este sentido, la definición de “protección mediática” ya queda liviana y poco demostrativa porque en el accionar de amplificación y divulgación del discurso gubernamental, los medios de comunicación masiva se configuran como un enlace integral de la gestión macrista. Es decir, el poder mediático es un brazo esencial para el andamiaje discursivo de Cambiemos y se posiciona como una parte que completa el todo estratégico de esta alianza de derecha.
Para decirlo en términos cotidianos, el gobierno tiene el ancho, el siete y el tres de espadas siempre preparado para tirar en la mesa. El tablero está de su lado y la correntada del viento empuja habitualmente para su victoria en diferentes zonas. Siguiendo la idea del truco, Cambiemos sabe que puede gritar “flor” y que puede modificar o acomodar el curso de la jugada a partir de ese envión. No paran, no esperan, no se detienen. Engañan, levantan las cejas, ponen cara de apesadumbrados, traban deslealmente y articulan el monólogo a disposición.
No hay ninguna novedad en esto, pero es necesario recalcar para que quede claro con qué bueyes se ara: Cambiemos es un producto serial que está diagramado para destruir y arrebatar. Desde un plano figurativo, el saqueo planeado es arduo, sigiloso y atroz, a sabiendas que en algún momento la persiana de la alarma puede sonar y obligarlos a rearmar y reconfigurarse con las mayorías sin nada, despojadas y hundidas en el suelo de la miseria.
Por ello, esta derecha construida mediáticamente como “cool” y de carácter simpático, deja caer cada tanto un paquete de arroz, de polenta o de fideos para que no haya molestias y no se perjudique el avance. Ese movimiento agresivo, sin consideración y de constante retórica de disculpas, es camuflado por el discurso de información y la estructura de agenda propuesta por la hegemonía de los medios.
Por esta razón, se vienen tiempos de oscuridad y de imperiosa fragilidad para aquellos que padecemos las afrentas constantes del neoliberalismo con nombre Cambiemos. El cierre de medios masivos con mirada distinta y el acallamiento de voces disonantes es un hecho que va cayendo como dominó. Y más allá de lo que se puede leer en redes sociales y escuchar en programas de televisión o emisiones radiales, la venta de gato por liebre está a la orden del día y resulta muy difícil escapar de esa espiral cuando propios y ajenos creen fervientemente en eso.
Lamentablemente, la lógica macrista domina la jugada mediática y de la complicidad civil con una estética de combo y de articulación de policía bueno-policía malo: del tono ensayado, cordial y afable de los funcionarios a la bravura obscena y desalmada de las declaraciones en momentos de conmoción social. Todo se hace sin escalas y con una premeditación industrial.
No obstante, nadie se puede acostumbrar a eso o puede mantenerlo eternamente en el tiempo. A lo sumo, tenemos colegas, compañeros, parientes, conocidos que están atravesados por un tránsito discursivo que enceguece a partir del odio y la vacuidad del sentido común, pero no puede durar. Desde ya, la discusión no pasa por negar que tenemos por delante un proceso largo y empedernido. No. Lo que se considera es que, más temprano que tarde, algunas campanas de la reflexión comenzarán a sonar y la desconfianza, de una vez por todas, empezará a inclinar la cancha. Por lo pronto, estamos orejeando el naipe para ver si nos toca el ancho, el tres o el siete también a nosotros. Aunque sea para dar pelea. Aunque sea para confirmar que estamos y seguimos. Aunque sea, algo.
*Doctor en Comunicación/Docente (FPyCS-UNLP) - @CristianSeculG