Deseo de cumpleaños
Por Chape Baker
Ilustración: Gabriela Canteros
Oí un grito agudo detrás mío, suficiente para no dar un paso más cuando estaba a punto de ser arrollado por un colectivo. El espejo retrovisor dio en mi cara rompiéndome el pómulo izquierdo. Quedé tendido en el suelo envuelto de dolor pero aún así comprendí lo que una niña me dijo al acercarse.
"Hola, ¿Estás bien? Ya están llamando a una ambulancia. Hace algunos días pregunté qué te había sucedido. Primero dijeron que habías enfermado pero luego confesaron la verdad. Supe que te iban a atropellar este día. Te vengo siguiendo durante algunas horas. Te ibas a morir, sabés. Te vi en mil fotos de tu computadora vieja y memoricé tu rostro. La abuela a veces me deja jugar también. Yo nunca te conocí, por eso vine a salvarte. Hoy cumplo siete años pero no acá ¿Entendés? Hasta entonces no sabré que te salvé, ni nadie. El día de mi cumpleaños hablaremos. Tu presencia será tu regalo. No quiero otra cosa. Me verás dentro de un montón de años, yo, en un abrir de ojos. Cuidate tío, porfa".
En verdad siempre dudé un poco, pero sólo un poco. A medida que Sofi crecía se le parecía más a mi recuerdo, a aquella niña que evitó que me atropellaran en las calles de Rosario. A sus cinco años ya no había duda. Era ella. ¿Cómo poder descargar mi ansiedad, a quién contárselo, cómo contarlo? Mis días de trabajo, mis fines de semana, día a día con la vista perdida pensando en quince años atrás cuando me salvaron sólo con un grito. Y llegó su día. Llegó el 12 de julio. Me mantuve alejado del pastel. Estuvo muy seria durante el cántico de sus familiares y algunos amiguitos del colegio. Los aplausos aturdieron el recinto y cerrando sus ojos pareció pensar por unos segundos antes de soplar las siete velitas. Se sintió una suave vibración en las paredes similares al paso cercano de un tren. Abrió sus ojos y levantando la mirada buscó mi cara entre todos los invitados. Con sus ojitos al borde del llanto, me sonrió.