Salvador Biedma: “Hay algo en la narrativa que si quisieras bajar línea no podés contar una historia”
Por Boris Katunaric
Salvador Biedma nació en 1979, actualmente es dueño de Librería Colastiné en el barrio de Belgrano, a la cual recomendamos visitar fervorosamente. Además de periodista y corrector, dirigió la editorial Galerna y las revistas La mala palabra y Mil mamuts. publicó el libro de poemas Quizá fuera volviendo y las novelas Además el tiempo y Siempre empuja todo, segundo libro de una trilogía que sucede en lugares imaginarios de la Provincia de Buenos Aires. San Telmo oficia de escenario de esta conversación sobre literatura y actualidad.
Agencia Paco Urondo: Siendo joven ¿cómo se te ocurrió que la historia de un hombre viejo podía ser el puntapié para una novela?
Salvador Biedma: En realidad, el otro día pedí perdón porque esto lo vengo diciendo en todas las entrevistas (risas), la novela anterior y esta me surgen de un lugar. La idea era escribir sobre un balneario y el lugar es el que me dio la historia. Primero pensé en una pareja, en un hotel que diera al mar, pero eso no fue para ningún lado y de pronto apareció este buen hombre. Y no sé, es un poco una trampa, pero por qué no escribir acerca de un señor de avanzada edad, del mismo modo que uno escribe sobre experiencias que uno no tiene, o que conoce por otros, o que ve.
APU: Básicamente lo que sería una ficción en términos estrictos, salir de la autobiografía o de las experiencias, más o menos de una generación.
SB: En sentido ideológico también está bueno porque si bien este hombre es de una clase acomodada, hay un lugar donde están desplazados los adultos mayores, donde son un problema, donde se aumentó la expectativa de vida. Se da esto de no saber qué hacer, que sean un problema para la familia, cómo se arreglan un padre o una madre que no pueden vivir solos, que por ahí en otros tiempos se resolvía de otro modo, se les daba otro lugar también. Yo viví con mi abuela en una época y creo que eso es mucho menos común hoy en día, por lo menos dentro de una clase media. Además plantear cuestiones sexuales, que las hay, y en eso también hay algo ideológico, en decir estos señores la pasan bien, también…
APU: O tienen ganas de pasarla bien…
SB: Claro.
APU: Noté en el personaje varias cosas que lo hacen vulnerable, algo parecido a Wenceslao, el protagonista de El limonero real, esa misma doble ausencia aunque a la inversa: una por una cuestión fatal, que es la muerte del ser querido y otra por una cuestión espacial, la distancia. Creo que es un peso en el personaje.
SB: Esta lectura que hacés no la tenía presente y está buenísima, de hecho es una de mis novelas favoritas y no la tengo como influencia, por ahí no a nivel consciente. Para mí hay varias cosas que marcan la vulnerabilidad de este buen hombre, sobre todo que está en un lugar que no es el suyo, es un extraño que a la vez está en un hotelito que no corresponde a su clase social. Está sin una red de contención y está enojado porque hubiese querido estar con el hijo, con cierta bronca por estar solo e impotencia por no poder hacer cosas propias de su vejez, y por cosas que se van perdiendo con la vejez.
APU: Ahí está, que le duele una pierna.
SB: También hay cosas ahí que te pueden pasar a los 35 o 40. Alguien que está promediando los 60 se lo adjudica a la vejez. Que el cuerpo moleste es porque está para eso en parte (risas), ese es su trabajo. En más de un momento dice que si estuviera su hijo él no estaría así. Y eso es lo que lo pone más vulnerable. Estar en ese lugar, tener esa bronca, la excusa de escribir y estar solo. Ahora bien, la dueña del hotelito también está sola y no es así de vulnerable.
APU: Porque está en su lugar.
SB: Claro.
APU: Ahora, esto que le está pasando a este señor, con respecto a esta chica de edad indefinida que varía entre los 14 y los 18 años, cosa que nunca se termina de saber…
SB: Cualquiera que sea es un problema serio (risas).
APU: El deseo de este hombre ya es un problema, pero también lo que pasa por su cabeza. No solamente el deseo como lo conocemos, la pulsión sexual, sino mezclado con algo del recuerdo o lo onírico que no se termina de desentramar, por lo menos en su cabeza.
SB: Hay como alguna huella de cosas que se van olvidando y a la par se juega esta confusión que también es una fantasía y que es un deseo que, en realidad, está mal. Eso hace lógico que haya una confusión en su cabeza.
APU: Y también la cuestión de la violencia, no desea sólo tener sexo con una chica menor de edad sino que tiene pensamientos muy oscuros.
SB: Su deseo es violarla y matarla, incluye lo sexual pero no se reduce a eso… por ahí es adelantar un poco el argumento pero ella también quiere curtir con este hombre y él, obnubilado o perdido en esa fantasía no lo entiende, o no llega a registrarlo.
Hay algo mucho más interesante que es el hecho de que eso no ocurra, vivimos con gente al lado que puede tener este tipo de deseos y nunca enterarse de nada y que esa persona nunca llegue a cometer su deseo.
APU: Es problemático también en esta época, cuando está tan visible la temática de géneros, desde el Ni Una Menos hasta que esté siendo tratada la ley del aborto en el Congreso. De hecho hay una escena en donde se deja entrever un aborto: “A Rubén le había quedado la sospecha de que ella quizá se había provocado las pérdidas. Una aguja de tejer, cierta cantidad de pastillas, no resultaba difícil, aunque fuese peligroso”. Esto vinculado a la violencia de género en donde el personaje quiere matar a una mujer por ser mujer ¿cómo lo pensás ese conflicto?
SB: Empecé a escribir esto en 2013, parece re loco pero la situación era otra, muchos de estos temas no se trataban, la legalización del aborto parecía algo imposible. Y tampoco pienso mis textos de momento. Espero que pueda leerse cuando el femicidio no sea el problema que es hoy. Hay algo en la narrativa que si quisieras bajar línea no podés contar una historia, o se hace muy difícil. Lo que uno hace es plantear el tema, incluso cosas como estas, tal vez tratando de meterse en la cabeza de alguien que tiene esa fantasía. Un violador no es que quiere garchar y a partir de que le dicen que no, viola. A veces la fantasía es violar. Eso es un planteo que se puede leer, si bien no está explicitado lo otro; ni yo soy nadie ni la literatura es algo que tenga un impacto masivo (o este tipo de literatura al menos) el tratar de aportar poniendo el tema. No creo que nadie, más allá de que estemos de acuerdo en que el asesino de Lennon no lo mató por leer El Guardián entre el centeno ni la Masacre de Columbine por escuchar a Marilyn Manson, creo que nadie puede pensar que está bien la fantasía de este buen hombre. Que de hecho logra zafar de su propia fantasía.
APU: Es una suerte de alivio… para todos. Porque no es un personaje que esté planteado como malo o diabólico…
SB: Yo no creo en los personajes diabólicos, me parece importante marcar esas cosas. Videla tuvo una esposa a la que seguramente quería, e hijos. Eso no quita todo lo otro que hizo. No es que la persona que es capaz de hacer algo tremendo, brutal, se comporte así y uno lo vea y sea un monstruo. Es lo que se plantea Hannah Arendt cuando habla de la banalidad del mal, es un tipo común y corriente. Sería mucho más tranquilizador verlo y ya por el solo aspecto… en un punto es algo que sabemos todos y al mismo tiempo se olvida muy fácil y en los medios hay un mensaje muy rebuscado. Para llevarlo a otra cosa muy distinta pero similar, el periodista preguntando “¿había dado señales de que se iba a suicidar?”, no flaco, la gente no anda con un cartel en la cabeza que diga mañana me suicido.
APU: ¿Cómo elegiste el lenguaje, el tono que ibas a encarar con la escritura?
SB: Además el tiempo y esta novela tienen varios puntos en común, que transcurren en la provincia de Buenos Aires. Si bien no hay personajes que se repitan ni nada por el estilo hay una suerte de continuación. La idea es que sean tres novelas que transcurran en lugares inventados. Uno era Bahía hermosa, este Coronel Frías, son lugares que no existen. La idea es que un extranjero llegue a una comunidad más o menos cerrada. Hay algo de tomar el lenguaje de ahí y que el narrador esté muy pegado a Rubén, hay cierta confusión de voces, que también tiene que ver con la confusión de él. Va con el hecho de que no haya diálogos, que estén mezclados en medio de los párrafos.
APU: No hay guiones de diálogo, es continuo.
SB: Si, después lo que uno mal que mal pueda escribir.
APU: ¿Podemos hablar sobre el final?
SB: Sí.
APU: Me pareció genial, tragicómico. Me causó mucha gracia.
SB: Bien (risas).
APU: Me interesó que en el epílogo, a diferencia del resto de la novela, el narrador deja de estar tan pegado a Rubén y pasa por los otros personajes. Que no sea rígido y que se pueda cambiar dentro de un mismo estilo narrativo.
SB: Cambia el punto de vista. Es un momento en que Rubén termina absolutamente vejado. Se ven también las perversidades de los otros personajes, incluso el perro (risas). A veces nos planteamos como un gesto, no sé si heroico, está lejos. “¿Hay algo que te molesta? Y, lo tiro”. No es tan fácil, y lo hacemos todos. Es un gesto, no sé si comprensible, pero humano. Y también hay algo de la bondad y la maldad, es un terreno muy gris.
APU: Algunas de las preguntas con las que tratamos de inaugurar este suplemento son: dónde está la literatura argentina, cuáles son las discusiones actuales y de dónde vienen.
SB: En Argentina hay una cantidad abrumadora de libros que se publican y de escritores. En un momento me fijé en registros de ISBN, como narrativa se publicaron en un año más de 300. Sin contar los que no se registraron o lo hicieron mal, para leer la producción de un año hay que leer prácticamente un libro por día. Con lo cual se habla de la literatura argentina y nadie la conoce. Se habla de eso como muy alegremente. Hay varias cosas para mí que están muy bien en los últimos años, hay escritores jóvenes que están muy visibles, incluso que venden bien y además escriben bien, Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, Federico Falco, Mariano Quirós, Carlos Busqued. Hay muchas editoriales publicando lo que, por un lado, plantea una diversidad de voces y una oferta variadísima, y por otro lado dificulta porque (hablando como librero) las cosas que recibís y no llegás a procesar, o que no podés recibir porque no hay espacio físico, también es un problema. Además ayuda a que cada uno de esos libros venda menos, que esté todo mucho más atomizado pero a la vez súper rico. Me alegra que haya una cantidad de escritoras y de voces femeninas que en otras épocas de la literatura argentina no pasaba, de hecho las que más venden son mujeres.
También, muy lentamente, hay escritores de provincias que se han ganado un lugar…
APU: Que han vencido al porteñocentrismo.
SB: Quirós, Falco, Busqued… aunque menos conocida María Lobo en Tucumán. Y en la poesía pasa lo mismo que en la narrativa, hay polos potentísimos de poetas en Córdoba y en Rosario. Rescato a Elena Anníbal, Laura López Morales, María Teresa Andruetto (que tiene otra edad), Camila Sosa Villada, Denise León. Por ahí no llegan a los suplementos, a tener visibilidad, pero claramente se han ganado un lugar, y lo merecen.
También me alegra ver proyectos similares a los de otros países de Latinoamérica. Editoriales como Montacerdos en Chile o Santuario en Perú publican a Mariana Enríquez o a Falco, y hay mucho más contacto entre los países. Y ese contacto se da muchas veces más por editoriales medianas o chicas que por las grandes.
APU: Juan Mattio hizo un comentario en Facebook que me trae a esto que decís. Alfaguara, parte de Penguin Random House, tuvo que pedir que le traigan un libro de España de un autor boliviano, o peruano. Es un tránsito muy largo para territorios tan cercanos, ¿no?
SB: Es que históricamente ha sido así, Latinoamérica tiene que pasar por España para volver a Latinoamérica. Al mismo tiempo se está publicando a Liliana Colanzi de Bolivia, a Daniel Mella de Uruguay, Ercole Lissardi. Literatura boliviana hace diez años era difícil conocer y hoy circulan cinco, es un avance y está buenísimo.
APU: ¿Cuáles son?
SB: Creo que por suerte, hace tiempo, se ha caído Borges como un peso… ¿medio insoportable? Borges dejó de ser un peso insoportable para cualquier escritor en Argentina, creo que durante mucho tiempo lo fue.
APU: ¿Porque han aparecido más notoriamente autores como Saer o Castillo?
SB: La verdad no sé por qué es. Hay escritores que saltan el gueto literario y llegan a cierta masividad como Claudia Piñeiro o Guillermo Martínez, está muy bueno lo que escriben, eso también ayuda, como el nivel de Samanta y de Mariana. Creo que hay mucha libertad para escribir en algún punto, si bien hay dos escuelas muy reconocibles, los que siguen muy a pleno a Aira y los que siguen muy a pleno a Saer, son en los que más se nota el contagio en la escritura. Antes parabas a cualquier persona en la calle y los escritores argentinos que reconocía eran Borges y Cortázar, creo que hoy se ha multiplicado enormemente. No sé qué pasa hoy si le preguntás a cualquier persona eso en la calle. Borges no es alguien que no me guste particularmente su escritura, Cortázar sí, pero más allá de esa discusión, que todo se redujera a ellos dos era muy pesado. Noto un cambio y que eso ha resultado en una libertad para escribir.