Macri: un discurso para la tropa propia
Por Nicolás Adet Larcher
Un mensaje al electorado, un mensaje al mercado. Mauricio Macri y Nicolás Dujovne se dividieron las tareas de la mañana. Uno, como presidente apeló a la emoción y el otro a los conceptos técnicos. No hubo muchas precisiones, discursos poco lúcidos pero bien recortados para sus segmentos. Ninguno de los dos se animó a decir cuáles eran los ministerios eliminados. Ninguno quiere que, en unos años, resuene en los archivos audiovisuales una voz anunciando la eliminación de los ministerios de Salud y Trabajo. Ese costo no se paga ni grabado.
Cerca de las 10 de la mañana y más de una hora después de la convocatoria inicial para la conferencia, Macri apareció frente a cámara en un video grabado. Habló por más de 20 minutos parado detrás de su atril y leyó 11 páginas. El discurso fue similar a otros, habló de la herencia, de los desfasajes de un mundo que lo desbordó por su imprevisibilidad (una campaña de 2015 recargada), sumó los cuadernos a la ecuación y culpó a los argentinos que gastan más allá de sus posibilidades. Habría que preguntar qué argentino o argentina puede gastar hoy más de sus posibilidades. O cuáles son esas posibilidades a mitad de mes.
Las habilidades de actor de método de Macri quedaron en offside cuando se notó el nerviosismo en determinados tramos de su discurso, sobre todo en la respiración prolongada y dificultosa, potenciada por el ruido de ambiente que captaba el micrófono. En teoría, esa fue la grabación aprobada luego de otros intentos. Lo mejor que nos dejó el coaching.
El discurso fue para la tropa propia, una arenga focalizada, la victimización fue una muestra de debilidad necesaria para decirles que necesita apoyo, que sigan ahí, que se vienen tiempos duros pero que todo va a mejorar. La mejor vida siempre está allá, y avanza más rápido que la utopía de Galeano. Mientras tanto, hay que bancar, sufrir, transpirar la camiseta y raspar la olla. Lo mejor vendrá en 2020, pero todavía es temprano.
Uno de los argumentos del discurso fue que los cuadernos son los responsables de los peores cinco meses de la vida del presidente, aunque se hayan conocido hace apenas un mes. Peores que un secuestro, aunque sean fotocopias. Fueron meses duros para un presidente que se mostró hasta hace unos días en una foto, canchereando con un flan. El presidente nos interpela, ahora, para que nos preocupemos por él, que la pasa tan mal. Las culpas son de los demás, aunque la mayor deuda de nuestra historia reciente se haya tomado bajo su gobierno y aunque se pague más de intereses de deuda que de salarios de empleados públicos.
En menos de una semana, Macri tuvo que pronunciar dos discursos y exponerse a una situación de desgaste de su imagen de la que se lo había preservado por obra y gracia de la mano de Durán Barba y Marcos Peña. Los anuncios negativos los daban los ministros, los anuncios "buenos" los daba el presidente. Ahora ya no. Las papas queman, los Focus Group se traspapelan, la crisis se come el andamiaje comunicacional, el dólar sigue subiendo y vivimos en pleno siglo XXI en un país sin ministerios de Trabajo y Salud.