La ficción salta de las redes al libro
Por FerKan
En plena era digital muchos se preguntan si la escritura en las redes no está matando el libro y la lectura, cómo funciona el efecto tecnológico sobre la escritura, o cómo la escritura prevalece entre tanta tecnología, si la escritura apresurada de las redes no aligera el contenido de lo que se proyecta desde esos soportes, o si realmente se puede transferir un posteo a un libro y tener el mismo efecto. Muchas de estas preguntas parecen explicarse en el nuevo libro de la editora y traductora, Virginia Feinmann (Buenos Aires, 1971), la novela Personas que quizás conozcas, en el que mediante la escritura de narraciones breves encadenadas puede desafiar los prejuicios y las incógnitas más comunes en tiempos de deslumbramiento tecnológico y anomia social.
Virginia, escribe desde hace mucho tiempo pero comenzó a publicar hace muy poco. Sus primeros textos los empezó a mostrar en Facebook, con gran sorpresa comprobó que el interés aumentaba en cientos de me gusta y en decena de comentarios. Esto llamó la atención del sello editorial independiente Mulita, que publicó Toda clase de cosas posibles, en 2016, y en este año, 2018, se produjo el salto a Emecé.
Con respecto a todas las inquietudes planteadas al comienzo, este libro parece responder a una gran premisa ordenadora que sirve para quienes quieran escribir relatos, lo primero es que tiene una idea fuerza que sustenta los 40 microrrelatos encadenados, que esa idea fuerza está basada en observaciones de la vida cotidiana, asumida en primera persona por la narradora, que sirvan como metáfora para explicar algo más profundo desde el punto de vista social. Siempre está presente la preocupación por la falta de trabajo, el alza de precios o de las tarifas, la fuerza del erotismo, la militancia, las desigualdades o abusos que debe enfrentar una mujer. O momentos en los que se movilizan las emociones con intensidad, ya sea en la relación con parejas, amistades o familia. Si alguien busca relatos livianos propios de las redes sociales no los va a encontrar, estos textos se abren paso con fuerza inusitada; hay crítica, también hay cierto humor irónico que es una marca bien clara de los habitantes de esta ciudad de Buenos Aires y, por qué no, momentos de compasión.
En Me esperan esta noche, narra un episodio en un maxiquiosco en el que se genera una conversación de la protagonista con el vendedor y en la que interviene una señora de Recoleta, ese contrapunto sirve para expresar diferentes puntos de vista sobre la situación sociopolítica que se vive según el sector social de pertenencia, la narradora progresista que defiende al gobierno nacional y popular de forma solapada, el trabajador que gana muy poco y le señora cheta atiborrada de prejuicios sociales.
La impronta social también se manifiesta así: “La cola del Coto era la que uno haría para llevarse algo gratis. No algo por lo que además de esperar 40 minutos hubiera que pagar. Yo sólo quería un chocolate muy grande, que en el Open 25 son carísimos y en el Coto no tanto, pero con cada minuto el precio relativo de mi chocolate aumentaba (…)”
Cuánto hay de experiencia personal o cuánto de ficción no es relevante. La estructura se arma con los elementos propios de la narrativa de ficción. Lo que se narra no funciona como anecdotario, crónica o autobiografía, aunque aparece la desazón por el amante casado que no quiere abandonar la comodidad de tener dos relaciones, la internación del padre que racionaliza sus padecimientos o las huellas de una mastectomía en la madre. Lo que transmite Virginia Feinmann es vitalidad, un impulso de avanzar a pesar de las dificultades, aunque a veces duelan y hagan llorar.