Dossier Fractura: Inés Manzano, el silencio, un espacio sagrado
Por Claudia Sobico y Jorge Hardmeier
Ilustración: Leo Olivera
APU: Si es puñal, que me mate. Manzano elige una oración condicional, abre el universo de lo hipotético, de lo posible. ¿Remata con un pedido que conduce a la entrega personal ante una posible violencia? ¿Hay una memoria de dolor al que no quiere regresar? ¿Qué no quiere habitar? ¿Cuál es tu lectura de la elección del título del libro?
MN: Es difícil opinar sobre la elección de un título. Yo lo leo como una disposición absoluta a afrontar las consecuencias y costos de la escritura poética, incluso si por ello hay que pagar con la vida.
APU: En “Selección natural”; poema que abre el libro, IM se pregunta por el azar del universo, al referirse a una situación de marginalidad. Esta pregunta se transforma en cierta forma en denuncia social, presente, por otra parte, en gran parte del poemario.
MN: Sí, a condición de aclarar que todas las “denuncias sociales” aparecen en la poesía de IM abrigadas y desabrigadas por una obligación previa: la que la poeta tiene con el lenguaje mismo.
APU: ¿Cómo analizás la reticencia de IM a publicar?
MN: No sé. Podría aventurar que la poesía era, para IM, ante todo una manera de estar en el mundo. Cuando eso es así, la publicación o lo que pase con lo que se escribe, es secundario.
APU: ¿De dónde y debido a qué circunstancias, surge, a tu criterio, el interés de IM por la oralidad, tanto la propia como la ajena, lo cual la condujo, por ejemplo, a llevar a cabo el proyecto Interiores?
MN: Yo no hablaría de un interés específico y/o excluyente por la oralidad, no creo que sea un aspecto predominante en su poesía. En cuanto al proyecto Interiores es algo valiosísimo que IM logró poner en marcha y sostener durante mucho tiempo.
APU: Hay, en la poética de Inés, una cierta recurrencia a la infancia como espacio de dolor, tristeza y castigos, sobre todo en la Serie de la escuela, pero también en otros poemas del libro. ¿Cuál es tu lectura de esta infancia en la poética de IM?
MN: Un exceso de infancia, escribió Bachelard, es siempre un germen de poema. La presencia de la infancia en la poesía de IM (y no sólo, como decís, en la Serie de la Escuela) es evidente, sobre todo, en la resistencia a dejar atrás el asombro (que es otro nombre de la inocencia), y en la tenaz negativa a acatar las reglas del mundo adulto, casi siempre carcelarias y convencionales.
APU: Un tema recurrente en el poemario es el del silencio, su búsqueda, un tema tal vez trillado en la lectura poética pero presente, ¿qué particulariza esa búsqueda del silencio y el valor del silencio en la obra de IM?
MN: Se escribe, advirtió la filósofa española María Zambrano, no para contrarrestar la soledad sino para aumentarla. La frase podría aplicarse también a la relación entre poesía y silencio. El silencio es la defensa del texto, su salvaguarda, su manera de acallar, por un instante, la obviedad del mundo, con sus apremios, su profusión de voces, para encontrar una suerte de espacio sagrado, donde se escuche, al fin, eso que somos, con todo su vacío y su enigma, su precariedad y su maravilla.