Dossier Fractura: Crear vida con la palabra

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Dossier Fractura: Crear vida con la palabra

19 Octubre 2019

Por Pablo Montanaro*

 

Uno

Nació en Buenos Aires en abril de 1924. Hijo de inmigrantes italianos, no era bueno jugando al fútbol, por eso prefería hacer aerobismo o andar en bicicleta. Por influencia de sus padres estudió Veterinaria y, además, fue investigador científico sobre inmunología, oficinista, corredor de comercio y ceramista.

Sus lecturas eran de las más diversas, de los relatos de Álvaro Yunque pasaba a Jack London y Dylan Thomas, frecuentaba las tragedias, los clásicos y el grotesco de Luigi Pirandello. Sus primeros versos fueron publicados en las páginas de la revista Muchachos y en otras publicaciones literarias de izquierda.

Costantini fue uno de los escritores que escribieron porque no le cabía otra que “apoyar el traste en la silla y escribir”.  Así pensaba que era y debía ser el trabajo del escritor. De esta manera, abordó con distintos alcances y resultados el cuento, la novela, la poesía y el teatro.

En un ensayo titulado “Arte popular y populismo”, publicado en 1959 en la revista Gaceta Literaria, dirigida por Pedro Orgambide, Costantini establece diferencias entre lo que es considerado arte popular y lo que es el populismo. Apunta a la utilización de lo popular que hace el populismo. “El populismo lleva generalmente implícito el alegato extra-artístico, el esquema. El disfraz juvenil no es inocente. Asoman a cada rato las mañas de vieja calculadora, como decía Carducci. El alegato extra-artístico, el panfleto, nada tiene que ver con la auténtica pasión revolucionaria, engendradora de imágenes, portadora de fe y no de dogmas”.

Para entonces ya había publicado su primer libro de cuentos De por aquí nomás  (1958), que tuvo la “bendición” de Bernardo Verbitsky, y con el que consiguió el primer premio de la revista El Escarabajo de Oro. Ajustado a los canones de la narrativa social en este libro aparecen ciertas marcas que se prolongarán en el resto de su obra: el barrio, las relaciones cotidianas con la gente, las preocupaciones sociales, sin dejar de lado la profundidad psicológica ni lo fantástico.

Para Costantini buena parte de De por aquí nomás, ofrece lo que él mismo llama “atorranteos históricos”, con lo cual señala su identidad de porteño, de hombre de Buenos Aires, pero al mismo tiempo aparecen las parábolas bíblicas para asumir su condición de descendiente de una familia judía de Italia.

Con Orgambide y otros hacedores de Gaceta Literaria se trenza en discusiones apasionadas e interminables, con mucho café y cigarrillos, sobre política y literatura. “Todos éramos como heterodoxos de la izquierda”, sentenció alguna vez Orgambide sobre quienes discutían en la pizzería de la esquina de San Martín y Donato Álvarez.

Haber ejercido diversos oficios enriqueció su amplísima galería de personajes, cuyas características y modos de hablar reflejaban el diario acontecer de las clases medias.

El realismo que Costantini despliega en sus textos está emparentado con las preocupaciones sociales de los escritores vinculados al grupo de Boedo. En otras palabras, Costantini se refería a la alienación del hombre en una sociedad que siempre le es adversa. Esa temática de corte realista está favorecida, según Costantini, por una narrativa de tipo “expresionista”, por la inclusión de “símbolos y alegorías” y por la utilización del monólogo interior, de personajes sumergidos en la miseria, la enfermedad, la humillación que los destinan a la desesperanza.

Agudo observador de la vida cotidiana se vale de sencillas historias narradas con un lenguaje coloquial para otorgar mayor potencia a sus personajes llenos de conflictos y frustraciones. Esto se refleja en Un señor alto, rubio, de bigotes (1963), su segundo libro de cuentos: “Yo hablo de las cosas que vivo, que siento. Conozco porteños y hablo de ello. Si voy con mis ojos a Salta no voy a reflejar desde los ojos del salteño”, aclaró.

En 1966 publica Cuestiones con la vida, libro de poemas. “Libro de bitácora que Costantini escribió en medio de la tempestad”, dijo Orgambide. En 1974 publica Más cuestiones con la vida y anuncia Poemas con mala leche, su próximo libro que jamás editará.

No podemos afirmar que su poesía alcanzó el mismo vuelo que su obra narrativa. Es cierto, pero aquello vinculado con lo cotidiano, con las costumbres domésticas tan propias de su narrativa aparecen en su poética. Estas cuestiones con la vida eran diálogos, pensamientos, reflexiones de las gentes comunes.

Cuestiones con la vida se abría con una dedicatoria al poeta Mario Jorge De Lellis, quien en esos momentos se  encontraba postrado de la enfermedad que poco tiempo después acabaría con él. “¿No es cierto Mario que cada libro es un corte de manga con la muerte?”, escribió Costantini.

En el libro se incluye un poema dedicado al Che que, según le comentaron a Costantini, el guerrillero heroico lo conocía. “A lo mejor está debajo de la alfombra./ A lo mejor nos mira de adentro del ropero./ A lo mejor ese color habano es una seña./ A lo mejor ese pez colorado es guerrillero./ Yo juro haberlo visto de gato de azoteas.(…) A lo mejor está en la calle y es el viento./ A lo mejor es una fiebre que no cura./ A lo mejor es rebelión y está viniendo”.

En sus poemas también se refiere a los conventillos de Buenos Aires, a los clubes, a las penas literarias y culturales. También a su querido Estudiantes de la Plata, a Carlos Gardel y Aníbal Troilo.

Los acicalados intelectuales debieron escuchar en reiteradas oportunidades aquella sentencia costantiana de que “la literatura es una mujer para montársela y no para tocarle una teta y salir corriendo”.

 

Dos

Los años de exilio lo enojaron por permanecer distante de Buenos Aires. No soportaba el cielo mexicano, pero ponía el cuerpo y algo más en la solidaridad con sus compañeros. “En el exilio empieza a elaborar una literatura donde aparecen los elementos de la resistencia y de la lucha contra la dictadura. Había compañeros que venían de la acción y él recrea todo eso en los cuentos de En la noche publicado en 1985, donde otra vez aparece el lenguaje desmilitante, entre la coyuntura política, la estrategia, a la vez el chico le mira los ojos a la chica. Tenía una cosa muy conmovedora. Su mejor elaboración fue que estando fuera fue como si estuviera dentro de la dictadura”, escribió Orgambide.

Por eso aquí cabe agregar lo dicho por Costantini años después de su exilio: “en un lugar hay que establecerse, vivir, trabajar y sobre todo soñar desde ese lugar”.

1984 es el año del fin del exilio. Por la ventanilla del avión que lo trae a la Argentina, Costantini observa las nubes como si estuviera viajando en colectivo mirando las calles de su Buenos Aires querido. La misma noche del regreso no dudó por pasear por la avenida Corrientes y permanecer unas cuantas horas frente al Obelisco. Esos primeros meses en la ciudad fueron como una luna de miel, no dejó de recorrerla, olerla, encontrarla, hasta sentirse un porteño más.

En diciembre de 1986 se enteró que tenía cáncer. La noticia no lo derrumbó, al contrario, se metió de lleno en la novela que estaba escribiendo. Era como “una deuda pendiente con Dios” pero que no pudo pagar porque murió el 7 de junio de 1987. Justo cuando le decía a los amigos que estaba “aprendiendo a escribir”. La novela se llamaba Rapsodia de Raquel Liberman y contaba la historia de una muchacha judía que deja Polonia para venirse a Buenos Aires donde el destino la lleva a prostituirse.

“Es la lucha entablada por una mujer contra un sistema opresor, una sociedad fuerte de tratantes de blancas, allá por los años ’30.Estaba muy cercada por el sistema, ahí estaban metidos jueces, póliticos, policías. Pelearse y enfrentar esa organización era más o menos como Cristo cuando tuvo que enfrentar al Imperio o como Juana de Arco. Son actitudes solitarias y disparatadas. Esa actitud de lucha a pesar de, sabiendo lo seguro de la derrota, ese ‘hacer lo recto ante los ojos de Dios’, es lo que me interesa del personaje”, explicó.

Costantini fue un tipo simple, agudo observador de la vida cotidiana, conversador, sanguíneo, porteño de “melancólica estirpe”, que nos enseñó que la tarea del escritor es dedicarse a escribir “con el hígado, con los huevos” para crear vida con las palabras.

 

* Pablo Montanaro es periodista y escritor. Vive en Neuquén donde es editor y redactor en el diario La Mañana de Neuquén. Es autor de los libros de biografía y ensayo: Paco Urondo. Biografía de un poeta armado (2018), Osvaldo Soriano: Los años felices en Cipolletti (2017), Juan Gelman: esperanza, utopía y resistencia (2006), Roberto Arlt: El arte de inventar (2005), Cortázar, de la experiencia histórica a la Revolución (2001), Palabra de Gelman (1998). Prologó y seleccionó los poemas del libro Antología Poética del poeta nicaraguense Ernesto Cardenal (Homo Sapiens, 2004).

En 2013  publicó Construcción de la memoria. Conversaciones sobre dictadura y genocidio, por Educo (Educo).