"El capitalismo ha instaurado un tipo de subjetividad muy refractaria a la autoridad"
Por Martin Massad y Juan Cruz Guido
AGENCIA PACO URONDO: La primera pregunta tiene que ver con cierta sensación de desafiar a la autoridad que podemos notar en muchas personas que están en contra de la cuarentena. ¿Qué opinás al respecto?
Marcelo Barros: Es un tema muy general el de la relación con la autoridad, muy general y muy profundo que va mucho más allá de esta pandemia. El capitalismo ha instaurado un tipo de subjetividad muy refractaria a la autoridad. Una esencia del principio de libre mercado es que la autoridad del Estado no se inmiscuya en el libre juego del mercado, como la famosa frase de Adam Smith de 1776, de La riqueza de la naciones. El Estado no debe intervenir y todo lo debe regular la mano invisible del Mercado, o sea un poder acéfalo, sin una autoridad política que decida; esto es muy viejo, está muy arraigado a la subjetividad capitalista. Me parece un gran error confundir el capitalismo con el patriarcado, para muchos autores son cosas netamente opuestas, hay diversas formas de no tolerancia a la autoridad, se lo ve como un peligro, como una amenaza a las libertades pero al mismo tiempo se plantea como un problema del siglo XXI la restitución de los poderes públicos, de las instituciones públicas, este es un problema que va más allá de la pandemia. Lo que sí ha dejado claro esta situación es que gobernar un país no es lo mismo que gobernar una empresa.
APU: ¿Habría que contrastar autoridad de un gobierno contra un autoritarismo del mercado que se impone directamente?
M.B: El sujeto moderno tiene una gran incapacidad para entender lo que es la autoridad, la confunde con la fuerza y con el poder, y son dos cosas distintas. No es lo mismo el poder que la autoridad política, que la autoridad pública. Las medidas sanitarias se pueden discutir, uno puede estar a favor o en contra, pero estamos dentro de un marco legal, y hay gente que se opone por una compulsión de oponerse a la autoridad; vive toda autoridad como violencia, este es el espíritu del neoliberalismo.
APU: Esta pandemia dejó en claro un montón de cuestiones que tienen que ver con el capitalismo, como la violencia, la desigualdad social. ¿Cómo se vive esto desde el psicoanálisis?
M.B: Es muy amplio, no hay una sola voz desde el psicoanálisis, hay diversidad de opiniones. San Agustin decía que la historia de la humanidad era la historia de la lucha entre el amor a sí mismo y el amor a otro, y creo que esta pandemia lo pone muy de manifiesto. Si hay un apocalipsis, que quiere decir “revelación”, lo que queda revelado para cada uno de nosotros. Porque uno descubre quiénes están cerca de uno, en medio de la tormenta, y quiénes no. A quiénes de verdad les importamos y a quiénes no. Quiénes nos aman y quiénes no. Uno sabe también quiénes son capaces de llevar a cabo actos de solidaridad y quiénes no.
APU: Existe un fenómeno muy particular que se dio con la pandemia, que tiene que ver con la comunicación política. Cuando se extendió la cuarentena se volvió a los cincuenta puntos de raiting, todo el mundo miraba los discursos del presidente. Y en ese contexto apareció la palabra "angustia". ¿Qué opinión tenés al respecto?
M.B: Como ciudadano y desde un punto de vista netamente intuitivo, no creo que a la periodista que le hizo la pregunta al presidente le importe demasiado la salud mental de la gente, creo que la pregunta apuntaba a otra cosa. Cuando tiene que aclarar tanto, como por ejemplo “no te estoy agrediendo”, uno debe preguntarse si tal vez no hay algo de agresión. La instrumentación política de los argumentos de salud mental, teniendo en cuenta que aquí se juegan muchos intereses, (económicos, legítimos por supuesto) como retornar al trabajo. También hay intereses políticos en una lucha contra el gobierno que forma parte de las reglas del juego. Entonces, hay que diferenciar el aspecto de la salud mental como tal, de la utilización política de ese aspecto como un argumento en contra de las medidas sanitarias.
Es cierto que la situación de cuarentena produce una serie de trastornos: produce angustia, insomnio, depresión, inquietud, porque también sabemos que ante esto la muerte anda rondando. También es cierto que cuando la gente se muere ya no se angustia más. El derecho a la vida es lo que está primero, porque los problemas mentales los podes tratar, los podés hablar con un psicólogo. Si te morís, no. Antes de todo esto yo tuve una experiencia en terapia intensiva y no es una experiencia agradable. La angustia será terrible, será muy fuerte, pero te puedo asegurar que enfermarse de algo como esto o de una enfermedad que traiga problemas cardiopulmonares, incluso si salís indemne, no es una cosa menor. Además hay que tener una perspectiva distinta de la que tiene el gobernante que es la de proteger a la población de un virus que se propaga rápidamente; y estamos hablando de la vida de miles de personas, y de no haberse tomado las medidas que se tomaron serían muchos más.
APU: ¿Cómo creés que sale el mundo de esta pandemia? ¿habrá un cambio en las reglas del juego a nivel global?
M.B: Esta es una pregunta que excede mi capacidad, no me considero un intelectual, no hago futurología, por pura intuición no creo que cambien mucho las cosas. Creo que va a haber mucha más gente empobrecida en el mundo entero. No creo que los macro-poderes del mercado, lo que se llama el neoliberalismo, imperante o dominante, cambie mucho. Pero tampoco podría decir que no vaya a cambiar. Cuando hay poderes muy fuertes en juego es muy difícil desbaratar eso y es un problema para el mundo, porque es un modelo generador de injusticia y un problema ponerle un freno.
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