Claudia Masin: “La poesía tiene una función sanadora”
Por Araceli Lacore
La nota contiene lenguaje inclusivo por decisión de la entrevistada.
Desde el ciclo “La Bestia Poética” conversamos con la poeta Claudia Masin acerca de su experiencia en la escritura, sus lecturas y la creación de la “Colectiva por la Poesía”.
AGENCIA PACO URONDO: Naciste en Chaco, en Resistencia.
Claudia Masin: Sí, nací y viví hasta los 17 años en Resistencia
APU: Y luego viniste para Buenos Aires ¿Cómo viviste ese traslado?
C.M.: Viví treinta años en Buenos Aires. Por un lado fue un salto que jamás me voy a arrepentir de haber dado, como un movimiento que necesitaba dar lejos de la familia. Fue una experiencia de libertad y de apertura enorme, en muchos sentidos. En aquel entonces, Resistencia era una ciudad muy chiquita, con muy poquita actividad cultural. Hoy ya no, es un centro enorme de una generación de cosas hermosas como la Bienal de escultura, la Feria del Libro o el Foro de Mempo Giardinelli, pero en esa época era difícil dar con los libros que querías leer, o con las películas que querías ver. El salto a Buenos Aires fue el acceso a todo un mundo al que yo, allá, no hubiera podido acceder, entre otras cosas a muchos libros de poesía. Si bien estaba interesada en la escritura poética no tenía grandes posibilidades de acceder a esos autores o autoras, y cuando llegué empecé con algunos talleres, con Pablo Montanaro primero, él me hace conocer la poesía de Susana Villalba, de Diana Bellessi, de Irene Gruss.
APU: Hablabas del difícil acceso desde el pueblo, desde la ciudad chica. Pensaba en tener que emigrar por un deseo y también porque algo nos empuja a irnos, de conocer otros mundos, ¿te sucedió eso?
C.M.: Es cierto, cuando llegué a Buenos Aires tenía 17 años y me resultó como una ciudad que no estaba construida a escala humana. Recuerdo estar muy perdida los primeros años, y me resultaba una ciudad muy hostil. Y por otro lado, como vos decís, me abrió todo un campo que ni siquiera sabía que existía, pero que al encontrarlo me di cuenta que era aquello que estaba necesitando y deseando. Amplió mi paisaje para siempre. También terminó resultándome una ciudad que me oprimió y de la cual sentí la necesidad de irme
APU: ¿Cómo fue la ida a Córdoba?
C.M.: Tuvo mucho que ver con el amor, me enamoré. Mi pareja es cordobesa, durante varios años la relación fue a la distancia y, claramente, el movimiento era venirme para acá. Como en su momento tuve un deseo de irme de Resistencia, hace varios años había aparecido el deseo de irme a otra ciudad. Mi fantasía siempre era irme a Rosario, adoro esa ciudad, tengo amigos entrañables allí. Tiene algo de mis raíces, del paisaje de origen. Es una ciudad grande pero más a escala humana, conserva algo de ese trato más cálido. Soy una persona para la cual la calidez es algo fundamental, y en Buenos Aires muchas veces lo padezco. Por supuesto estoy generalizando, porque he conocido en esos 30 años gente entrañable.
APU: Además de poeta, sos psicoanalista.
C.M.: Sí, pero no ejerzo, lo hice algunos años en Buenos Aires. Luego comencé a dar talleres de escritura. Con los años se fue armando un espacio y me di cuenta que me encantaba, era lo que más me gustaba hacer, y comencé a dejar de a poquito el psicoanálisis.
APU: ¿Lo seguís haciendo actualmente? ¿Cómo se pueden contactar con vos?
C.M.: Sí, sí, lo pueden hacer a través de Facebook, ahora estoy dando clínicas individuales, trabajando con libros. En época de pandemia todavía no me aventuré a dar talleres grupales.
APU: ¿Cómo creés que se combina el psicoanálisis y la poesía?
C.M.: La respuesta más evidente tiene que ver con el trabajo que hacen las dos disciplinas con la palabra, que tienen muchos puntos de contacto, sobre todo la palabra poética que tiene mucho que ver con lo inconsciente, y con aquello que nosotros mismos no sabemos que está ahí. Muchas veces cuando escribimos un poema es lo que sucede en una sesión de análisis. Terminamos diciendo cosas que no sabíamos que estaban ahí, no sabíamos que pensábamos. Con los poemas pasa igual, esa especie de sorpresa con la que nos encontramos ante un poema, que aflora ahí y que no sabemos de dónde viene. Por ahí nos proponemos una cosa al comenzar a escribir y el poema toma la dirección que quiere. Ahí creo que aparecen las marcas del inconsciente, del origen, de todo aquello que desconocemos.
APU: El otro día, conversando con el poeta Javier Galarza, él nos decía que la poesía le daba sentido al sinsentido, que venía a mitigar algo de esa angustia, que venía a poner algo de luz en el vacío, ¿te sucede algo así?
C.M.: Para mí la poesía tiene una función sanadora, no terapéutica, no que se parezca al psicoanálisis en el sentido de la terapia, sino más en el sentido chamánico del término, que produce un efecto de sanación y de reparación, así ha sucedido en mi escritura, y eso me sucede cuando leo a otres, a determinados autores. Se produce ese efecto de reparación, algo que tiene que ver con el dolor encuentra un canal. No es que desaparezca, se transforma en otra cosa, como si la palabra poética tuviera la capacidad de trasmutar, como algo alquímico.
APU: ¿Cómo surgió tu relación con la literatura?
C.M.: Escribía, creo que empecé a tomar en serio la escritura, a permitir que ocupe un lugar importante en mi vida cuando conocí a Diana Bellessi, cuando tomé talleres con ella algunos años. Creo que ahí entendí algunas cosas, y comencé a autorizarme como escritora, o como escritora en formación, cosa que las mujeres nos resulta bastante más complicado que a los hombres. Lo digo por propia experiencia y también por cierta actitud que noto en muchísima gente que viene a mis talleres. Es bastante común que las mujeres sientan una tremenda inseguridad y no se terminan de autorizar como escritoras. Nos cuesta mucho tomar la palabra. Si bien esto ha tenido muchísimas transformaciones en los últimos años creo que todavía sigue costándonos.
APU: ¿Qué autores marcaron tu palabra?
C.M.: A algunas ya las nombré, también hay autores. Susana Villalba fue la primera poeta que me marcó. Antes de ella, la primera lectura que a mí me da la pauta de que existe otra manera de escribir y que podría llamarse poesía es una narradora: Marguerite Duras. Leí La vida tranquila a los 15 años. Quedé asombrada, no podía creer que se pudiera escribir así. Después hay un poeta que adoro, José Watanabe; Robin Myers también, Juan L. Ortiz, muchos otros.
APU: Con respecto al conflicto que se generó a partir del concurso del Fondo Nacional de las Artes y las declaraciones agraviantes de su presidenta dirigidas al colectivo de poetas. El colectivo publicó una carta. ¿Podrías ampliar un poco esto?
C.M: Sí, esto terminó generando una pequeña agrupación que llamamos “Colectiva por la poesía”. El Fondo Nacional de las Artes, ante la reacción de los poetas (hubo muy pocos narradores que acompañaron el reclamo, lamentablemente) Ante estas reacciones, sabemos cuáles fueron las primeras respuestas y su actitud fue redoblar la apuesta, hasta llegar a las declaraciones de Diana Saiegh que fueron muy insultantes. Esta expresión de que los poetas estamos pataleando porque recibimos apoyo permanente del Estado fue muy sorprendente además porque no se puede sostener de ninguna manera en los hechos, no hay ningún poeta que viva del Fondo o que se sostenga de esa manera. Este concurso, al dejar a la poesía en un lugar totalmente secundario y no permitir ni siquiera que tenga representación en el jurado, lo que hizo fue visibilizar una situación que viene desde hace mucho tiempo atrás, que es la ausencia o la escasez de políticas de Estado hacia la literatura en general y a la poesía en particular. Pienso que es imprescindible que la poesía tenga apoyo estatal, precisamente porque es un género que no tiene el nivel de circulación, de ventas, ni la misma visibilidad. En políticas culturales, por tratarse del eslabón más débil de la cadena, creo que merece una apuesta más fuerte. Esta situación por cuestiones azarosas nos terminó juntando.
Lo que hace el Fondo es una maniobra muy extraña que consiste en convocar a dos narradores (Guillermo Saccomanno y Gabriela Massuh) a una reunión vía zoom, para hablar sobre las bases del concurso, ellos habían firmado la carta (tal vez eran los dos únicos narradores que firmaron). Saccomanno, de una forma brillante y muy generosa, se niega, les dice que la charla debe darse con el colectivo de poetas y agrega que no va a participar si no hay una promesa de parte de ellos de rever el concurso. Ante esto decidimos reaccionar rápidamente a esta invitación fallida y mentirosa, no se nos invitaba al diálogo. A raíz de la segunda carta que escribimos se conforma esta agrupación que sí tiene que ver con algo más relacionado a lo sindicalizado, porque nuestra idea es seguir trabajando por esta demanda que tenemos los poetas de que haya políticas de estado que contemplen a la poesía como un género. Lo que se está pidiendo es mayor equidad e inclusión, nada más. Ahora estamos a la espera, el FNA prometió que este año habrá un premio especial de poesía, nosotros redoblamos la apuesta y pedimos que todos los años haya un premio de poesía (separado del premio del Fondo). La mayoría de los poetas se pronunció en el mismo sentido, defendiendo la dignidad del oficio ante una posición de atropello.
APU: En relación a las políticas públicas recuerdo que fue muy importante la Red Federal de Poesía.
C.M.: Sí, en aquella época se había comenzado a gestar algo que apuntaba a que las políticas públicas incluyeran a la poesía. Después obviamente vino el neoliberalismo y lo arrasó. De un gobierno popular no esperamos políticas que se parezcan a las del neoliberalismo y esto que sucedió con el FNA tuvo como un regusto al discurso neoliberal, el ponernos a los poetas casi como “planeros”, porque además no es cierto.