Lila Biscia: “La poesía es un modo de mirar el mundo”

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Lila Biscia: “La poesía es un modo de mirar el mundo”

15 Noviembre 2020

Por Inés Busquets

Lila Biscia es poeta. Publicó Tierra Animal (Harpo Libros, España), formó parte de las antologías Martes Verde (Colectiva Poetas por el Derecho al Aborto, Argentina) y 52 semanas (Entropía Ediciones, España).

En 2018, el Fondo Nacional de las Artes le otorgó la Beca Creación por su ensayo Archivo Biográfico de Abuelas de Plaza de Mayo: hacer del relato un cuerpo.

Una casa y un tornado una combinación ambigua y sin embargo tan real. Refugio y viento a la vez. Seguridad y destrucción. ¿Por qué será que asociamos casa con estabilidad? ¿Un proyecto se consolida cuando el tema de la casa está resuelto? La casa del tornado de Lila Biscia es una interpelación permanente.

Un bello libro editado por Bajo la luna y compuesto por más de cuarenta poemas donde habitamos con desparpajo un sitio en movimiento que se revela y que por momentos nos deja desguarnecidos. Un tornado del cual salimos indemnes y felices de atravesar.   

Una poética que se condensa en la reafirmación de que finalmente el cuerpo (de uno o del otro) es nuestra casa más certera. Ese lugar del que no podemos escapar.

Múltiples caminos para un gran interrogante: ¿Dónde habitamos?

Desde el inicio el epígrafe de Fabio Morabito nos desconcierta: “¿Cómo orientar la casa, cómo orientar lo que no tengo?” Un punto de partida inquietante, pero liberador.

AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo fue el proceso creativo de La casa del tornado?

Lila Biscia: El tema de las casas, de qué significa tener una casa, de qué quiere decir habitarla, que si el propio cuerpo es un lugar que habitamos o que otras personas habitan, o si el amor lugar, son temas que siempre tuve muy presentes, los tengo muy presentes. Y en un momento me di cuenta que casi todo lo que estaba escribiendo tenía que ver con eso. Así empezó a ser libro: cuando cerqué conscientemente esa temática sobre la que necesitaba decir algo, y a partir de ahí empecé a tomar decisiones sobre cómo decirlo, sobre la forma. Los poemas son casi todos muy condensados, sintéticos. Fue un modo intencional de abordar la escritura.

APU: La idea de casa culturalmente se asocia a la estabilidad, a la concreción de un proyecto y vos lo interpelas todo el tiempo: ¿Cuál es nuestra verdadera casa? ¿Es nuestro cuerpo, es un vínculo? ¿Es el amor?

L.B.: El ideal de un proyecto de vida estable a partir de la fantasía de tener o construir una casa (con todo lo que simbólicamente implica) es una de las mentiras más grandes que tendemos a creer, y nos criamos con esa construcción cultural. Construcción que tiene una contracara muda que es: no tener lo que se supone que es un hogar, nos deja en la intemperie y en el vacío.
Y digo mentira porque todo lo que construimos, en algún momento se destruye o se rompe o se termina, ya sea un proyecto de vida, o un amor, o la relación con nuestro propio cuerpo. Siempre en algún momento nos atraviesa un tornado que se lo lleva todo y tenemos que decidir qué rescatar o no.
Quizás la verdadera casa sea un aceptar con más naturalidad y sin tanto espanto la certeza  de la inestabilidad y fragilidad de las cosas. Creo que la pandemia, con todos los planes que se nos rompieron en el camino, nos puso muy en evidencia eso.

APU: Te leo y pienso en que la destrucción de un “hogar” en los términos que te mencionaba anteriormente de alguna manera significa la ruptura de un sistema de creencias también: ¿Creer es quedarse ciega?

L.B.: Sí, pienso que los sistemas de creencias nos llevan a la ceguera. No poner en cuestión nuestras certezas nos deja ciegas y ante la imposibilidad de avanzar o de generar discurso. Por eso no hay más poema después de eso. El riesgo de creer es no ver, es callar, silenciarnos.

APU: Pienso en esta casa del tornado como algo que arrasó lo material, pero quedaron los cimientos, la base: ¿Con qué arrasa este tornado? ¿Cómo nos reconstruimos después de ese techo que nos desampara y que cayó en nuestras cabezas?

L.B.: El tornado arrasa con todo y nos va penetrando primero a través de los sentidos. En mi casa, en mi casa de verdad, el viento en las ventanas se escucha tan fuerte como un tornado. A veces es ensordecedor y siento como esa vibración va habitando toda la casa. Y me asusta. Como cuando empezamos a escucharnos atravesadas por esos pensamientos que nos van quitando el aire. Ahí, creo, hay algo del intento de construir y destruir que traté de escribir en los poemas.
Hay una carta del tarot a la que siempre le tuve bastante temor que es La torre. La torre es una carta que habla justamente de romper las estructuras y de qué pasa durante y luego de eso. Ahora, al contrario de temerle, me resulta un alivio, porque siento que la sensación de desamparo, del techo cayendo sobre nuestras cabezas, es lo único que nos permite seguir, que nos da valor, que nos quita el miedo. Cuando ya no tenemos miedo de quedarnos sin nada, podemos volver a construir y construirnos.

APU: Y algo más que me encantó y que creo que condensa el libro, el título es Intemperie y se pregunta: "Dónde/ el amor /es un lugar": ¿No será que nos engañaron con la idea de que el amor se consolidaba cuando hacías la casa?

L.B.: Me gusta pensar en el amor como una casa hecha con palitos de madera. El amor es algo frágil que se elige o no se elige cuidar. Sí, nos engañaron cuando nos hicieron creer que el amor es inquebrantable como una casa. Me gusta pensar en la posibilidad de quiebre como una elección para reformularlo permanentemente. Me agobia la idea de un contrato amoroso inamovible, porque todes estamos en permanente cambio y tenemos que aceptar que nuestros vínculos también lo estén.
Si tuviese que responder dónde el amor es un lugar, lo primero en lo que pienso es en ese instante detenido donde acariciamos la nuca de la persona amada, o la media sonrisa cuando pronunciamos su nombre, o pasar horas apasionados en una charla, o en una cama…ese es un posible lugar del amor y esa es una casa que también se construye con ganas y con tiempo. Y es intemperie, porque estamos sin nada y con todo a la vez: la patria pequeñita sostenida por el viento.

APU: La poesía es un puente hacia lo esencial, creo: ¿Qué lugar ocupa en tu vida? ¿Cuándo empezaste a escribir?

L.B.: Una de las cosas que más me interesa de la poesía es la capacidad que nos genera o que tiene de enfocarse en lo minúsculo, en lo detenido, y que de ahí se desprenda un micro universo que, al menos por un rato, lo abarque todo. Creo que en este tiempo de confinamiento donde todes tuvimos el universo físico y simbólico tan reducido en un montón de aspectos, la poesía a mí me sirvió para respirar. Así que traté de leer lo más posible y, en un momento, logré volver a escribir.

Yo escribo poesía desde que recuerdo, pero también recuerdo que me negué bastante a ese lenguaje. Siempre quería escribir cuentos y no lo lograba, soy una cuentista frustrada.  Hasta que un día me entregué; me dejé atravesar completamente por ella, hoy no me imagino mi vida sin la poesía.

APU: ¿Qué poetas leés? ¿Quiénes te inspiran?

L.B.: Me pasa que según lo que estoy escribiendo es lo que leo. Como si al momento de ir buscando la voz que va constituyendo al libro, me acerco a autoras o autores que me van arropando en cierta atmósfera. Para La casa del tornado tuve muy presente a Fabio Morábito, Watanabe, a Safo, a María Negroni, Hugo Mujica, y también a dos poetas que adoro y admiro que son Laura Wittner y Andrés Neuman, ambos tuvieron mucho que ver con la escritura de este libro; cada uno, de diversa manera, estuvo muy presente en distintas etapas de la escritura y la corrección.

Luego, es imposible para mí no nombrar a Roberto Juarroz, Susana Thénon, Circe Maia, Leónidas Lamborghini, que son como el latido inicial y permanente de mi acercamiento con la poesía. Y en este momento en particular estoy muy enamorada de Denise Levertov,  Ron Padget, Selva Casal y Alice Oswald, justamente porque están de diversos modos vinculados a lo nuevo que estoy escribiendo. También me resultan sumamente inspiradorxs nuestrxs contemporánexs a quienes una va descubriendo o siguiendo sus distintas etapas, como Sonia Scarabelli, Laura García del Castaño, Verónica Pérez Arango, Pablo Romero, Noelia Palma, Santiago Venturini y un montón más que cuando lxs lees querés agarrar el siguiente, y el siguiente y todo etc.

APU: Trabajás también con la memoria, ¿crees que hay un vínculo entre ambas, memoria y poesía?

L.B.: Creo que la poesía es un modo de mirar el mundo. Y la memoria o la construcción de la memoria también. Trabajé en un proyecto audiovisual de reconstrucción de la memoria histórica de los y las desaparecidas de la FADU-UBA, y en ese trabajo pudimos palpar claramente la necesidad de la palabra en función de la memoria: nombrar, decir, generar permanentemente un discurso contra el olvido y para que el reclamo de justicia sea permanente.

Hace ya dos años que estoy trabajando en la escritura de un ensayo que trata sobre la posibilidad de pensar una reconstrucción simbólica del cuerpo de los desaparecidos a través de la palabra de quien los nombra, de los testimonios. De qué manera la voz construye una memoria histórica colectiva y a la vez individual: nombrar al otro, nombrarnos para que el olvido no sea posible. Un punto de fuga, es la palabra. Cuando lo empecé a escribir comenzó siendo un ensayo formal, y con el tiempo me fui permitiendo que el lenguaje poético ingresara en ese modo de pensar cómo se construye la memoria. Hoy, aun sin terminar, es lo que creo que se puede denominar de género híbrido; donde se cruza el testimonio, la voz, el cuerpo, el silencio, la resistencia, y  la mirada poética en tanto ubicar un punto que puede parecer pequeño como lo es un recuerdo cotidiano,  pero que al nombrarlo se vuelve un universo que puede definirlo todo, al menos por un instante.

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Concreto

el viento se llevó los restos de hormigón.

habían manchado mis zapatillas

el suéter naranja.

 

un día dejé la ventana abierta

Y la tormenta se lo llevó todo.

 

tener una casa

no es nada.

 

I

nuestra casa cabe entre las manos.

está compuesta por tu cuerpo

el mío

la blandura del otoño.

 

(La casa del tornado, editorial Bajo la Luna, 2020)