“Obstáculos”, de Luciano Trangoni: La conversación interrumpida

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    Luciano Trangoni
NOVEDAD LITERARIA

“Obstáculos”, de Luciano Trangoni: La conversación interrumpida

30 Julio 2023

La frase que encabeza esta reseña de Obstáculos (CR Ediciones, 2023), de Luciano Trangoni (Rosario, 1974), no es más que el título de una balada gloriosa de Paul Simon, grabada por el dúo Simon & Garfunkel en un álbum de 1966. En un tramo de la letra, Simon escribió: “Y lees tu Emily Dickinson/ y yo mi Robert Frost,/ y anotamos nuestro lugar con marcadores/ eso mide lo que hemos perdido./ Como un poema mal escrito/ somos versos fuera de ritmo,/ pareados fuera de la rima/ en tiempo sincopado/ y la conversación interrumpida/ y los suspiros superficiales/ son las fronteras de nuestras vidas”.

Este libro de “Lucho” tiene el ritmo sincopado que identifico con el poema/canción de Simon, donde se rompe la cadencia, se alteran los ritmos. El poeta, un ser humano entrañable, dueño de una gran ternura, nos habla desde el dolor, casi en espasmos. Y parado allí donde el sentido se torna oscuro, rugoso, áspero al tacto.

Siguiendo la estela forjada por los libros que lo precedieron, “La confusión de las lenguas” (2012), “El sanatorio de los hechiceros imaginarios” (2016), “Los obreros de la tierra” (2019) y “Ceremonial del abismo” (2021), el quinto poemario nos propone una excursión a las luces y sombras que pululan en torno a la piel en asedio de Trangoni.

En una operación a corazón abierto, despliega ante nosotros, como sobre un gran friso en medio de la tempestad neoliberal, los obstáculos que debe sortear su vital peripecia, sumida en el maremágnum de los cuerpos que castigó el viento impiadoso de la Pandemia.

Este libro nos invita a una suerte de viaje al “corazón de las tinieblas”. Porque es menester, sin más, reconocer que surcar muchas de sus páginas, sin duda, nos conmina a “entrar en una habitación a oscuras”.

En contrapartida, haciendo gala de una luminosa honestidad intelectual infrecuente en la poética contemporánea por estos lares, exhibe sin pudor sus heridas, que le han sido infligidas tanto en los estrechos callejones del amor como en su agónica relación con el alcohol. En ese sentido, cabe señalar que Obstáculos se inscribe, claramente, en una tríada que inauguró Los obreros de la tierra, tuvo una evidente continuidad en Ceremonial del abismo y se despliega con gran contundencia en este poemario que hoy celebramos.

El epígrafe de Leopoldo María Panero que abre el libro nos sugiere el clima que va a rondar estos textos, al hablarnos de “habitar en las cadenas”. Ya en el primero de esta serie de 41 poemas, todos sin título y carentes de signos de puntuación, Trangoni nos confiesa: “amanezco sediento y me arrastro/ como un gusano desde el colchón/ hasta la cocina donde bebo/ las pocas gotas de agua estancada/ que se juntaron durante la noche/ formando un charco/ detrás de la heladera”.

El quinto poemario nos propone una excursión a las luces y sombras que pululan en torno a la piel en asedio de Trangoni.

Y nos adelanta ya en este poema inaugural algo que se va a repetir a lo largo de todo el libro, y que es la imposibilidad de “conciliar el sueño”. La reafirma dos páginas después, al confesar: “cuando me acuesto/ jamás duermo/ sólo me recuesto”. En las crueles lides de la subsistencia, el poeta nos revela “ni masturbarme puedo a este ritmo/ pero se me exige más/ mucho más/ de lo que soy”.

Una página después, Trangoni asume su orfandad: “por suerte jamás recibo/ cartas de amor/ de lo contrario no sabría/ dónde/ cuándo/ cómo/ responderlas”. Y más adelante asegura ser “el pez/ que el río odia”. Nos acerca noticias de un poeta que ama: “dentro de una habitación helada/ Artaud/ se rasca la cabeza con frenesí”, dando cuenta de su abandono existencial.

Describiendo a un mendigo, un paria de la sociedad neoliberal, el poeta lo define sin atenuantes, ejerciendo una crítica claramente anticapitalista: “su malgastado cuerpo se pasea/ entre las hojas secas/ destrozadas/ por los zapatos de la cultura occidental”. En un pasaje de gran dramatismo, Trangoni se sumerge en uno de los conflictos centrales en su existencia: la relación compleja y agónica con la bebida, deja constancia del pedido desesperado de su compañera: “me ruega que alcance la vejez/ me suplica con los ojos llenos de lágrimas/ que haga yo un esfuerzo/ que deje/ la bebida”.

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Tapa obstáculos

En los dos poemas siguientes el conflicto persiste: “no tuve más remedio que golpear/ las puertas de una parroquia/ y meterme de lleno en las reuniones/ de alcohólicos anónimos”; aunque unas líneas más adelante reconoce: “y ahora que la memoria me permite/ organizar estos recuerdos/ una lata de cerveza suda y tiembla/ en la mano con la que saludo a mis extraños”. Este remate parece remitir a aquella línea de un poema de Malcolm Lowry: “Sin tiempo de pararse a pensar,/  la única esperanza es el próximo trago”. En esa línea, Trangoni asegura que “el alma debe aprender a recordar/ y sin embargo nos pasamos la vida/ masticando chicle/ bebiendo latas de cerveza/ botellas de nafta súper”.

Tal vez por eso, el poeta acerca al fuego de sus versos a dos escritores queridos y admirados: “ahora que deambulo/ por este insólito ballet humano/ en el que no comprendo exactamente/ cuál es el problema/ me da por imaginar la silueta de Nietzsche/ llorando de rodillas/ sobre un caballo que de a poco muere// mientras tanto todo/ se derrumba a mi alrededor/ a una velocidad desesperante/ y se revela ante mí la otra imagen/ la imagen de Jacobo Fijman/ el extranjero/ el expulsado”.

Es en ese instante en que resplandece el poema que da sentido y sostiene al título y a todo el libro:

 

más allá del derrumbe

los escombros

la página en blanco

las apariencias tranquilizadoras

 

más allá de la pesadilla literaria

los testamentos apócrifos

las trampas que nos tiende el miedo

los pantanos

en

que

se

pierden

estos poemas

 

con los años he comprendido

que los obstáculos

están allí

para hacernos ver

aquello que la luz

nos niega

 

Finalmente, Trangoni despliega en un texto luminoso (tal vez el más bello del libro), y a manera de una declaración de principios, su “Ars Poética”:

 

la literatura no es

de ningún modo

el canon de la literatura

dijo el profesor y tragó saliva

 

la literatura es

en todo caso

el último salvavidas al que te aferrás con desesperación

resistiendo hasta el final

cuando ya no queda nada

 

y cuando digo nada

es nada

dijo el profesor y algo tembló detrás de sus anteojos

 

la literatura son los obstáculos

los orgasmos imaginados durante el encierro

la tos del fumador

 

y ahora que lo pienso

continuó el profesor rascándose la pera

la literatura es lo más cercano a una mujer infiel

que se masturba en la oscuridad

y siente vergüenza

y culpa

mucha culpa.