Mosquito Sancineto: “En los ’80 se plantaron las bases del under que explotaron una década después”
Actor, performance, productor y militante por la diversidad, Mosquito Sancineto dialogó con AGENCIA PACO URONDO sobre sus inicios en la actuación en el Instituto Vocacional de Arte Labardén, su ingreso al mundo del under en el Parakultural y Medio Mundo Varieté, el terror que se vivió en el ambiente a causa del virus del HIV, y también de las míticas Fiestas Mayas, donde reinó como Ave Porco. También sobre Fabiola, su personaje en la exitosa serie El Marginal que fue tomado como referencia por distintos colectivos disidentes de toda la región. “La gente la quiso a Fabiola, eso fue muy lindo. Comunidades trans de toda Latinoamérica me expresaban el sentirse reflejadas y bien representadas por mi personaje. Me llenó de orgullo, era lo que quería lograr, representar bien a mis hermanas travestis, sobre todo a las que están privadas de su libertad”.
Agencia Paco Urondo: ¿Es cierto que tu apodo nace en la grabación del famoso film argentino Los chicos de la guerra?
Mosquito Sancineto: Así es. Bebe Kamin (Bernardo Czemerinsky), el director, me bautizó Mosquito por mi personaje en la película, uno de los soldados que va a pelear a Malvinas. Me puso así porque, en los ensayos, el iba observando cómo eran nuestras características físicas, cómo actuábamos, y así fue que cambió uno de los personajes del libro original, que era “el Gordo”, por “Mosquito”. Porque vio en mí una persona muy histriónica, con humor, que hablaba mucho y se asemejaba a un mosquito, pero en este caso, uno simpático. Así fue que nació el apodo hace ya 40 años.
APU: ¿Cómo te iniciaste en el teatro?
M.S.: Desde muy pequeña, jugando, primero en mi casa, donde los espectadores eran mi papá, mi mamá, mi hermano mayor o la parte de la familia que estuviese en ese momento. Luego con mi prima Elena, con quien en las fiestas familiares hacíamos representaciones. Ya me picaba desde muy temprano el subir un escenario, disfrazarme, hacer jugar a los muñecos que yo mismo inventaba. Luego, mi tía Zulema le dijo a mis padres que me enviaran a estudiar y así ingresé al Instituto Vocacional de Arte Manuel José de Labardén.
APU: ¿En qué momento de tu vida comenzás a vivir tu disidencia?
M.S.: Desde muy temprano, también. Esa singularidad me atrapó en el buen sentido de la palabra, desde la infancia. Recuerdo que tenía cuatro o cinco años y ya jugaba con ser una nena. Después, eso lo tuve que gestionar en el olvido porque era una época donde no había lugar para “lo que no era normal”, por lo cual eso que sentía muy adentro, lo tuve que ocultar.
APU: ¿Cómo empezás a conectar con aquella contracultura de los ’80 y sus recordados espacios como Medio Mundo Varieté y el Parakultural?
M.S.: El Parakultural, Medio Mundo Varieté y todos esos espacios tan importantes luego de la dictadura, fueron mi albergue, el lugar que me convocó, donde podía situarme y ser por primera vez en mi vida, yo. Con mi identidad, carácter y amor propio. En aquel momento venía trabajando en cine y teatro de una manera más convencional, me tocaba hacer de joven pandillero o adolescente habitante de una villa, siempre eran personajes marginales. Pero en esos escenarios empezaron a aparecer, de forma experimental, mis primeros números solistas, como mujer y con un humor bastante particular. Fui muy feliz en esa época y en los ’90 también, cuando empecé a producir. Aprendiendo esto de la autogestión, porque si tenía que esperar que una productora me convocara para una obra o evento, echaba raíces.
APU: Luego, entrada la década del ’90, fuiste protagonista de otro momento maravilloso del under en lugares como El Dorado, Ave Porco y Morocco, con otra estética, otra música y otro glamour.
M.S.: Los ´80 fueron los años donde se plantaron las bases para toda la producción que vino en los ´90. Siento que soy más de esa última década, en cuanto a todo lo que pude producir y construir en lo artístico. Aparecieron esos espacios como los que nombraste, y también las Fiestas Mayas y las Nómades, celebraciones de muchísima diversidad que funcionaba muy bien fuera de los guetos. Allí nos encontrábamos, podíamos conciliar y convivir de una manera muy natural y conveniente a nuestras existencias. Nadie rechazaba, aprendíamos a incluirnos, sintiéndonos protegidos y contenidos. Yo reinaba en Ave Porco y en las fiestas Mayas, eran mis lugares de hábitat. Ahí, también, conocí a otras personalidades como Peter Pank, Micky Ruffa, Bárbara Volcán, Klaudia con K, DJ Trincado, toda gente que fue muy importante durante toda esa década.
APU: Fuiste Maestra de Ceremonias de La Herótica ¿Qué nos podes contar sobre aquella jugada propuesta que habitaba las noches de Babilonia, a principios de los ’90?
M.S.: El espectáculo, en verdad, se llamaba Fragmentos de una herótica, se hizo entre los años 91 y 92 y lo dirigía Javier Margulis y Enrique Dacal. Era un show multimedia donde había muchas cabinas que contenían distintos actos teatrales vinculados con el erotismo. Los cuadros duraban cinco minutos y el público espiaba por un orificio. Luego, había un bar cabaret en el primer piso, con distintos números musicales. También estaban los anfitriones, que iban entre la gente, creando lazos y pidiendo que inventaran nombres eróticos. Mi personaje era Bebé Veneno, que era como la anfitriona mayor, un ser andrógino porque nunca nadie sabía si era hombre o una mujer. Al final de la noche, iba eligiendo a las personas más osadas entre la concurrencia, los invitaba a subir al escenario de Babilonia para improvisar juntos y terminar eligiendo al Mister y la Miss Erotismo. Era uno de los momentos más jugosos de la noche, salían cosas extraordinarias.
“El Parakultural y Medio Mundo Varieté fueron mi albergue, el lugar donde podía situarme y ser por primera vez en mi vida, yo”.
APU: En las Fiestas Mayas, que están cumpliendo 30 años de su aparición, se daba hasta lo impensado: heavys y punkies siendo parte de todo ese mundo tan glamoroso.
M.S.: Es verdad lo que decís, y nos llevábamos re bien. De golpe, un rockero se convertía en uno de mis amantes sin ningún tipo de prejuicios. En esos años, además, trabajaba en un lugar que se llamaba Pelvis, que ya era otra cosa, un bar atendido por chicas en bombacha y corpiño, un lugar muy machirulo desde la visión de hoy, donde los dueños me propusieron armar un varieté y presentar números en el sótano. Ahí pasaba lo mismo: iban muchos hombres heterosexuales que, asombrados ante la presencia de esta especie de travesti presentadora, quedaban prendados y enamoradísimos. Me acuerdo que tenía una gran colección de amantes hermosos y lo único que me decían, a veces, cuando íbamos a casa era: “Mosqui, cambiame el tono. Sos una chica muy bonita, pero poné voz de nena, por favor” A lo que yo les respondía: “¡Esta es mi voz, así que bancátela, y si no te gusta, ahí tenés la puerta y te vas!” (risas) Todo era muy gracioso, y nadie se iba.
APU: Los ‘80 y los ‘90 fueron años de mucha creatividad, pero también de noches salvajes y peligrosas, donde el virus del VIH terminó con mucha gente de la época ¿Como viviste aquel tiempo? ¿Tuviste miedo?
M.S.: Muchísimo miedo. Recuerdo que con el tema del HIV, la primera vez que fui al Hospital de Clínicas para hacerme el análisis, estaba aterrada, porque los médicos nos maltrataban mucho. El momento de darte el resultado parecía un veredicto. Si estabas infectado era como que te declaraban culpable por haberte enfermado. Me acuerdo que al gran hijo de puta del doctor que me atendió lo denuncié después, porque jugaba con mi estado de salud diciéndome: “¿Vos qué pensás que te salió en los estudios?”. Aparte, metían la moral, era un momento horroroso. Afortunadamente, siempre, mis análisis salieron bien, pero fui testigo de gente que salía llorando de ese consultorio al enterarse que era paciente positivo. Porque, por aquellos años, tener SIDA era una sentencia de muerte.
APU: Luchaste por la diversidad en tiempos muy difíciles, inclusive, no hace tanto tiempo, participaste de Artistas Solidarios, un colectivo que en pandemia asistió a muchos artistas que no tenían ni para comer.
M.S.: Desde siempre luché por los derechos que las disidencias hemos obtenido en este siglo. Por eso, las nuevas generaciones tienen que aprender un poco la historia y saber que el embrión de estas conquistas nació en los ´80 y ´90, donde hubo mucha gente que hoy no está, lamentablemente. Militantes, compañeras travestis y artistas de todas las disciplinas que ofrecieron su arte y su vida para que esto ocurriera. Con respecto a Artistas Solidarios, fue algo que hicimos con mucha dignidad, durante dos años, y sin pedir nada a cambio. Una obligación que salió por amor, compañerismo y solidaridad para tanta gente que lo necesitó y, por como viene la mano, quizás lo vuelva a necesitar. Hombres y mujeres de la cultura empobrecidos que también buscan la mirada del otro, libre de los prejuicios que gran parte de la sociedad tiene creyendo que por ser pobres te van a robar. ¿Y querés que te diga algo? A mí, los que siempre me robaron fueron los millonarios.
“Las nuevas generaciones tienen que saber que el embrión de estas conquistas nació en los ´80 y ´90”.
APU: Cómo cuesta comprender eso, que quienes empobrecen a las grandes mayorías no son los pibes que roban un celular, sino aquellos poderosos que se llevan fortunas sin declarar al exterior por ejemplo.
M.S.: Quienes la fugan, claro. De esto ya hablaba mi padre hace 50 años atrás, de los ladrones de guante blanco, de cómo se fugaban la guita, siempre este país tuvo la misma historia. Quizás, cuando nació el peronismo cambió un poco, al menos lo intentó y por ese motivo lo demonizaron tanto como hoy al kirchnerismo, que fue lo más parecido que yo viví y a lo que me alié inmediatamente, porque me gustaron sus políticas.
APU: En El Marginal interpretaste a Fabiola, un personaje al que le agregaste la libertad de la improvisación, que quedó de manifiesto en esa gran escena del velatorio de Gina, la reclusa trans interpretada por Mariana Genesio Peña.
M.S.: Alejandro Ciancio fue el director de las cinco temporadas de El Marginal y en esa escena a la que te referís, tenía que estar llorando al lado del cajón de nuestra amiga Gina. En un momento, se acercaba Borges (Claudio Rissi) y mientras me amenazaba, yo solamente debía mirarlo con odio. Después, cuando intenta tocar el féretro no lo dejo, mi mano lo expulsa y Borges reacciona con bronca. Todo fue improvisado, impactó tanto que gracias a esa actuación me gané el derecho de continuar en las siguientes emisiones de la serie.
APU: Fue tan potente el personaje de Fabiola que, una vez que se aseguró la continuidad en la tira, se convirtió en una referencia para muchas travestis de todas partes de Latinoamérica.
M.S.: La gente la quiso a Fabiola, eso fue muy lindo. Compañeras travestis me escribían por mis redes sociales felicitándome por el personaje y pidiéndome que me vengara de la muerte de Gina asesinando a Borges. Comunidades trans de toda Latinoamérica me expresaban el sentirse reflejadas y bien representadas por Fabiola. Eso me llenó de orgullo, era lo que quería lograr, representar bien a mis hermanas travestis, sobre todo a las que están privadas de su libertad.