Una difícil: la hora de nuevos conceptos para el campo popular, por José Cornejo
Existe una variada gama de herramientas conceptuales que se arrojan al maremagnum informativo de cada día. Pero la Argentina 2010 es un país tan distinto, que los términos acuñados en la resistencia al neoliberalismo de los 90, o las consignas setentistas no alcanza los oídos de las nuevas generaciones de compatriotas que llegan a su madurez, al mercado laboral y a la conciencia política a partir de 2003. Esto les ocurre tanto a los detractores del gobierno actual como a quienes creemos que este último expresa la mayor avanzada popular de los últimos 35 años. No obstante esta realidad, debe reconocerse que ante el vacío de contenidos, los medios masivos concentrados construyen con mayor facilidad un sentido común colectivo superfluo y reaccionario. Y esta contigüidad vacuidad → frivolización pega en carambola con un tercer efecto, quizás el más alarmante. Emerge en quienes nos asumimos herederos de la lucha del campo popular un nuevo sentido común: subestimar intelectualmente a gruesas franjas del Pueblo argentino. Es decir, como suele imponerse el sentido común tinellizante, el militante popular termina negando la conciencia crítica del sujeto colectivo al que pretende defender.
Encontrar las preguntas que permitan convocar nuevos conceptos para pensar el proceso de liberación actual exige no aletargarse en consignas vacías sino inventar nuevas lecturas de grandes autores. Y luego insertarlos en nuestra realidad cotidiana para entender la tremenda complejidad de un Pueblo que ya no tiene la simplicidad de la clase obrera de 1945. A propósito de esto, reflexionar sobre “la publicidad”, puede ayudar a pensar que se esconde detrás del bombardeo mediático y las posibilidades del campo popular de forjar conciencia. He aquí un contrapunto que nunca ocurrió entre el filósofo alemán Martin Heidegger y el economista yanqui John Kenneth Galbraith, dos definiciones sobre el mismo problema, dos lecturas políticas. Dos quehaceres militantes, diría Lenin.
Heidegger: La autenticidad o la alienación publicitaria
Según explica José Pablo Feinmann (JPF) en Canal Encuentro y en su libro La Filosofía y el barro, Heidegger no hace hincapié sobre el sujeto o el individuo, sino en el Ser. El Ser es un existente de posibilidades. Esto quiere decir que, en un primer momento, el hombre tiene infinitas posibilidades. Pero en todas esas posibilidades anida la posibilidad de la muerte. Es decir, el hombre tiene infinitas posibilidades, pero entre ellas, la muerte, que es el fin de todas esas posibilidades. De allí se abren dos nuevas opciones: vivir conciente de la finitud, de la llegada de la muerte, o intentar desconocer que esto ocurrirá. Entonces, el Ser puede decidir tener una vida auténtica (conciente de su finitud) o inauténtica (tratar de negar esa finitud y aturdirse consumiendo las interminables novedades que propone el sistema). En fin, surgen así dos sujetos. Uno, conciente de su muerte, y que a partir de entonces, ejerce una reflexión crítica del mundo que lo rodea, para vivir “auténticamente”. Otro, que teme esa finitud, que la niega, consumiendo la publicidad que ejerce el sistema, negando en consecuencia su propia capacidad crítica, convirtiéndose en una marioneta condescendiente de la propaganda de los medios masivos de comunicación.
Está claro que el militante –filósofo JPF forzaba la explicación de Heidegger para adaptarla a los tiempos políticos presentes. O si no la forzaba, su exposición se enmarcaba en la fuerte batalla que los medios concentrados libran contra el gobierno nacional. En su aparición en el programa 6,7,8, Néstor Kirchner había denunciado, una vez más, un cerco mediático que asediaba al oficialismo y exponía al conjunto social argentino a un discurso único, al discurso que legitimaba los intereses del oligopolio conducido por Clarín y escondía por detrás el regreso al modelo neoliberal. En síntesis, las palabras de Feinmann pueden ser re-interpretadas en clave de “la vida auténtica es leer críticamente los discursos que emergen de Clarín, pensar en sintonía con los medios es estar aturdido”. ¿Se entiende? Por que esto es fundamental para los siguientes silogismos del presente artículo. El intelectual crítico del sistema de medios es quien vive auténticamente, por oposición, muchos integrantes de nuestro Pueblo están aturdidos y en buen criollo, no entiende nada.
Me ha tocado presenciar (alguna vez) esta auto-compasión dentro de algunos circuitos militantes, sobre todo luego del domingo negro de las elecciones del 28 de junio de 2008. “Nosotros (la militancia del campo nacional y popular) somos la vanguardia lúcida, mientras nuestro Pueblo que parece no votarnos, es una masa de ignorantes que atentan contra su propio futuro, y solo la idiotez explica tamaño suicidio colectivo”. Esta última es una versión rudimentaria de la sofisticada exposición de Feinmann, pero un argumento recurrente para justificar la dificultad que la militancia presenta para romper ese cerco mediático.
Una segunda aproximación al concepto de publicidad: Galbraith
Sin embargo, el concepto de publicidad de Heidegger, puede vincularse a una segunda reflexión: la de John Kenneth Galbraith. Este buen hombre, para quienes jamás lo escucharon nombrar, fue algo así como el Guillermo Moreno de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. En tiempos de enormes sacrificios productivos y obreros para exterminar al nazismo antes que los rusos se queden con toda Europa, le tocaba a Galbraith apretar a los empresarios para que no suban los precios. De hecho, era el responsable de la Oficina de Control de Precios. ¡Qué tiempos aquellos donde exigirles responsabilidad económica a los empresarios no debía disfrazarse con palabras vergonzantes! Pues bien, el Moreno yanqui de la década del 50 era, además, un finísimo intelectual que escribió varios libros sobre el capitalismo durante el Estado de Bienestar. Era un apologista del intervencionismo en la economía, de la planificación, de la industria de masas y en consecuencia del consumo para las masas (y no solamente para las élites). En suma, un seguidor de Keynes: industrias de millones de productos, con millones de trabajadores, para millones de consumidores, y el Estado regulando que el círculo siga siendo virtuoso.
Presentado Galbraith – Moreno, resucito un libro suyo: El nuevo estado industrial. Entre otras cosas, explica lo siguiente. El Estado de Bienestar (el Estado que asegura un piso digno de ingresos, salud, educación), se apoyó en una creciente industria de masas, industria para millones, como se señalaba en el párrafo anterior. Ahora bien, ¿por qué el señor Ford se expondría al riesgo de producir, digamos, 250 mil Mustangs (flamante modelo 1964) y arriesgarse a perder miles de millones de dólares si el modelo no es consumido? El tipo está loco. Mejor poner la plata en la ruleta al negro o al rojo, y se asegura un 50% de chances de acertar. El señor Ford, o su descendiente a cargo de la multinacional, elige invertir en un modelo nuevo porque está seguro que va a ganar. ¿Y cómo obtuvo tal seguridad sobre un tema tan sensible (miles de millones de dólares)? Sencillo, por la publicidad. Es la publicidad la que le asegura a Coca Cola o Ford, a las grandes empresas industriales que no perderán dinero sino que lo ganarán a raudales. Y así hacían crecer la economía del país, generando miles de puestos de empleos, activando industrias subsidiarias y tributando los impuestos correspondientes. Imposible de ser acusado de comunista, Galbraith elogia la publicidad como una forma de promover, de asegurar el consumo masivo y con ello mantener el circuito virtuoso de la industria y el trabajo para las masas. Galbraith, como pocos, es un honesto ideólogo del capitalismo. Pero no del capitalismo rapaz neoliberal, que produce para minorías privilegiadas y expulsa sistemáticamente a enormes franjas de la población del consumo. Él fue un apologista del Estado de Bienestar yanqui y de la publicidad como herramienta sostén de la industria de masas, para las masas, de incorporación de trabajadores y consumidores.
¿Publicidad sí o publicidad no?
Como latinoamericanos del siglo XXI, pos crisis petrolera de los 70, pos genocidio 76-83, pos Consenso de Washington, no hará falta explicar la influencia siniestra de las industrias gigantes, las multinacionales sobre el sistema económico y político. Entonces, me disparancia presenta para romper ese cerco medi¿por qué enfrentar a Galbraith con Heidegger, o si se quiere, a Moreno con Feinmann, para reinvidicar la publicidad? El concepto de Heidegger, puede ser leído en clave de “el Pueblo elige embrutecerse por la publicidad”. En Galbraith, elige consumir planificadamente porque eso hace a la base de su bienestar. Quienes pretendemos asumirnos militantes del campo popular nos toca elegir entre estos dos relatos diferentes desde donde enhebrar nuestros aportes al actual proceso político. Por un lado, la humildad de reconocer las contradicciones por las que atraviesa nuestro Pueblo y su fuerza política, esforzarnos en entender, identificar las zancadillas que el poder económico concentrado logra imponernos, aceptar (comprender) las aspiraciones de progreso material de nuestra gente. Por el otro, reconocernos una vanguardia lúcida, auténtica, que debe guiar a un Pueblo enceguecido que no sabe que lo conveniente es una revolución socialista a la vieja usanza.
¿Se trata de construir colectivos militantes con desarrolladas facultades para la comprensión semiótica o por el contrario, una sociedad del consumo en expansión, que genere más puestos de trabajo, más fábricas y más productos? ¿Se trata de denunciar a gritos la conspiración del sistema de medios o de sumergirnos en la realidad social de nuestro Pueblo, identificar las demandas que no escuchamos y desarrollar una construcción política que esté verdaderamente, o al menos crecientemente, enraizada con las contradicciones que sigue atravesando nuestra gente? ¿Se trata de hablar en difícil o de que nos entiendan (perdón, Horacio González)?
Un ejemplo rápido de incomprensión sobre el proceso político y económico. Hace un par de meses, hubo una escalada del precio de la carne. Militantes de probado compromiso popular llamaban a un boicot. Ocurre que lo que quieren ganaderos y frigoríficos, justamente, es poder exportar y que el mercado interno no los importune con sus precios pesificados. O sea, no sería extraño que la misma Sociedad Rural alentara el boicot.
Si además de acertar las políticas sociales, económicas y culturales, como el proceso político iniciado en 2003 viene haciendo, vamos construyendo nuevas formaciones conceptuales que nos unan a nuestros compatriotas (la genialidad de la marchita peronista en el 49, la P sobre la V en la campaña presidencial del 73), nuestro Pueblo irá ganando conciencia y desoirá los cantos de sirena del sistema mediático, como tantas veces ya lo ha hecho en otros periodos históricos. No se trata de levantar el puño al cielo porque nuestro Pueblo vive inauténticamente. Se trata de comprenderlo, hablar entendible y nunca soltarnos de su mano. Y eso nos exige ser todos los días un poco más inteligentes, todavía más responsables con las actividades que encaramos, reconocer las verdades de nuestro Pueblo llano y conversar mucho con los vecinos de la cuadra.
El autor es licenciado en Comunicación Social, maestrando en Economía Política (FCE-UBA) y director de la Agencia de Noticias Paco Urondo (www.agenciapacourondo.com.ar). (Agencia Paco Urondo)