La patota que hizo posible mayo, por Pacho O´Donnell
Por Pacho O´Donnell*
La sectorización clasista y antipopular de nuestra historia liberal oficial hace que la descripción de las circunstancias de nuestra historia sean protagonizadas por personajes de la clase pudiente, esquivando los procesos sociales y políticos que las determinan y en los que la participación de los sectores populares es decisiva.. El relato sobre la revolución de Mayo, por ejemplo, destaca la intervención de criollos y españoles de la clase alta como únicos protagonistas y causantes. Lo eran Belgrano y Moreno de un lado, también Lué y Villota del otro.
En cambio condena a la sombra la participación del pueblo bajo cuando es evidente que ninguna circunstancia social, política, económica, cultural, es decir histórica, puede comprenderse y explicarse sin dar cuenta de ella. Eso es claro en el relato revisionista de Mayo.
El 21 el virrey Cisneros convoca a Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios, y le impone reprimir el descontento. ¿Reprimir qué si lo que se nos cuenta es que algunos criollos prósperos se reunían en secreto en la jabonería de Vieytes o en lo de Rodríguez peña?. Para eso bastaba con enviar una partida policial. Está claro que a lo que se refiere Cisneros es al alboroto callejero que promueven quienes exigen la reunión de un cabildo abierto, ausentes en el relato oficial.
Son los “infernales”, como se llamaban a sí mismos con evidente intención amedrentatoria, los integrantes de la “patota” liderada por un cartero, Domingo French, y un empleado de la administración virreinal, Antonio Berutti, cuya acción ha querido reducírsela a repartidores de escarapelas.
Los “infernales”, los temibles revoltosos de Mayo, despegan y pintarrajean bandos virreinales, imprimen panfletos, gritan consignas, enarbolan carteles. También se los conocía como los “chisperos” pues portaban armas de fuego, entonces detonadas a chispa. Eran una “patota” conformada en su gran mayoría por el pueblo bajo, la plebe, orilleros, mestizos, originarios, afroamericanos que no desmerecería en capacidad de presión a las que hoy vemos en elecciones políticas, sindicales, o en instituciones futbolísticas. Estaban comprometidos con el movimiento de destitución del virrey.
Cisneros y los suyos aceptan finalmente la convocatoria del cabildo abierto pues nada temen de su resultado: las invitaciones, aproximadamente 450, son enviadas por ellos y su destino en su gran mayoría son funcionarios, eclesiásticos, comerciantes prósperos, todas personas relacionadas con el poder virreinal.
Sin embargo cuando llegó la votación para decidir si Cisneros debía o no continuar en su cargo los presentes no pasaban de la mitad de los invitados y su resultado es conocido por todos nosotros. Era a todas luces sorprendente, y más aún ilógico, pues lo que se trataba era esencial para la conservación de los intereses y privilegios de los “decentes”, como se autodenominaban dejando la “indecencia” para los trabajadores y los pobres.
¿Qué había pasado?. Que los “infernales”, con la colaboración de algunos integrantes del Regimiento de Patricios, milicia conformada por el pueblo en armas a raíz de las invasiones inglesas, instalados en las arcadas que rodeaban a la plaza de la Victoria, como entonces se llamaba a la hoy plaza de Mayo, decidían quien pasaba y quién no. A los partidarios de virrey se les negaba el ingreso al cabildo, en cambio daban vía libre a los que votarían en contra. También ingresaron quienes no tenían invitación. ¿Cómo distinguían a unos de otros? Si nos hubieran contado las cosas como verdaderamente sucedieron no habría habido tanto misterio sobre la significación de las escarapelas y es claro que su color ninguna importancia tenía.
Así lo reflejó Cisneros en comunicación a España: “(…) la tropa y los oficiales eran del partido; hacían lo que sus comandantes les prevenían secretamente y éstos les prevenían lo que les ordenaba la facción: negaban el paso a la plaza a los vecinos honrados y lo franqueaban a los de la confabulación; tenían algunos oficiales copia de las esquelas de convite sin nombre y con ellos introducían a las casas del Ayuntamiento a sujetos no citados por el Cabildo o porque los conocían de la parcialidad o porque los ganaban con dinero, así es que en una Ciudad de más de tres mil vecinos de distinción y nombre solamente concurrieron doscientos y de éstos, muchos pulperos, algunos artesanos, otros hijos de familia y los más ignorantes y sin las menores nociones para discutir un asunto de la mayor gravedad”.
Los jefes de la “patota” , French y Beruti, serían redactores de la conformación de la Junta con participación de los primos Castelli y Belgrano y en los años siguientes tendrían activa participación en hechos de nuestra Independencia.
*Historiador