Una introducción a la filosofía

  • Imagen
    Torre de Babel
FILOSOFÍA Y TÉCNICA

Una introducción a la filosofía

01 Enero 2023

Vengo pensando en hacer algo alrededor de esta idea: escribir una introducción a la filosofía, o dar unas charlas sobre el tema. Eso sí, lo haría en un momento histórico en el que es muy posible que la filosofía como disciplina haya agotado su ciclo vital, o en todo caso deba sufrir un cambio de tal magnitud que sea necesario buscar otro nombre o ampliar la práctica filosófica hasta lo irreconocible. La filosofía hoy tiene que incorporar a actores que hasta hace muy poco tiempo no solo no eran considerados por ella, sino que ni siquiera tenían significado, como por ejemplo la técnica. La técnica (que yo, mcluhanianamente, también denomino medios de información) ya no puede concebirse como un dispositivo exterior y subordinado al ser humano, no solo porque ella extiende o amplifica (y también reduce y limita) las capacidades humanas, sino porque no habría capacidades humanas ni ser humano sin ella. Esta mutación en el pensamiento la filosofía la viene elaborando desde hace casi un siglo, pero recién hará unos años tomó el impulso que se merecía. Estamos aún en el inicio.

En una interpretación mecánica y reduccionista, ¿qué haríamos? Convertiríamos a la técnica en el auténtico sujeto de la historia, y al ser humano en un objeto de ella. La ciencia ficción nos acostumbró a este tipo de interpretaciones. La filosofía del futuro, si existe tal cosa, ya no debería pensar al ser humano como un ser autónomo y soberano, y a la técnica como un derivado de él, inventada por él y a su servicio —la filosofía, por diversos motivos, no puede seguir ocupándose de El Hombre. Más bien debería pensar el acoplamiento entre el ser humano y la técnica o los medios como a mediados del siglo pasado hicieron el estructuralismo y el postestructuralismo en relación a la copertenencia del lenguaje y el ser humano. La lengua y la técnica son los dos dispositivos que diferencian lo humano de lo no-humano —no hay pueblo, por originario que sea, que no tenga una lengua y una técnica.

La filosofía pudo haber conocido muchos finales (la filosofía culminó varias veces, y aún no sabemos si está totalmente muerta), pero orígenes o momentos fundacionales hay uno solo: Platón.

De cualquier manera, no quiero ni voy a escribir aquí sobre la filosofía del futuro (en unos meses saldrá un libro que se llama Introducción a la técnica, y ahí juego con algunas de estas ideas), tampoco sé si escribiré sobre la filosofía del pasado, o sobre la manera de hacer filosofía en el pasado. Lo que me gustaría hacer es pensar una introducción a la filosofía, nada más. Pero ¿qué sería tal cosa? ¿Un manual en el que se va pasado de un filósofo a otro como si fueran eslabones de una cadena sin final o con un montón de finales? En este caso, ¿no estaríamos hablando de una introducción a la historia de la filosofía, más que a la filosofía propiamente dicha? ¿Es posible que haya dos o más referentes de lo que es la filosofía? ¿Como si hubiera una filosofía que solo puede encontrarse en los libros (y por eso, el filósofo, antes de ser cualquier otra cosa, primero es un lector y un relector empedernido), y otra que se encuentra afuera de los libros y encarna en formas de vida? ¿De qué hablamos cuando hablamos de filosofía?

Hace un momento escribí que la filosofía pudo haber conocido muchos finales (la filosofía culminó varias veces, y aún no sabemos si está totalmente muerta), pero orígenes o momentos fundacionales hay uno solo: Platón. Sin duda que un manual que se precie de tal le dedicaría un capítulo previo al pensamiento presocrático, donde se amontonaría a un montón de gente con cosmovisiones totalmente dispares. Para la filosofía instituida, ese pensamiento cuasi religioso que caracteriza a los presocráticos aún no logró la madurez o la sistematización que alcanzaría con Platón —para nosotros lo que marca la diferencia es la aparición del libro (del proto libro) como registro de los pensamientos (todos conocemos el recelo que Platón le guardaba a los libros, pues su aparición atentaba supuestamente contra la facultad de la memoria). Por otro lado, de ese pensamiento presocrático apenas si nos llegaron fragmentos de textos, retazos de una cultura vasta que fue más o menos borrada de la historia —por lo menos en la periodización de la historia de la filosofía que practico yo, que replica la periodización que hace Heidegger, y que es muy similar a la periodización hegeliana: de Atenas a la Selva Negra, podría ser el arco histórico. ¿Y América? ¿Y nosotros? ¿Nosotros no estamos dentro de ese arco histórico? (¿Se seguirá pensando que la filosofía solo puede consumarse en alemán?). Sin duda que sí, lo que no cambia ni un ápice el día de su origen o el de su culminación. El día de su nacimiento es el siglo VI aC., en Atenas. Y el de su acabamiento, ¿cuándo fue? ¿Y dónde? ¿En Jena, con Hegel? ¿O unos años más tarde con Nietzsche, o con Heidegger, o con Deleuze? ¿O es apresurado suponer que la filosofía haya terminado? ¿Cómo pensarías una introducción a un tipo de saber que tenés la certeza (dudosa) de que ya está terminado y vencido, pero no sabés dónde termina y más bien lo ves proliferando en todas partes? Y sin embargo, la filosofía de los grandes filósofos está liquidada y se oferta desde hace años en nuestra avenida Corrientes. No organizaría de este modo una “introducción” a la filosofía.

La filosofía enseña, si es que enseña algo, a que hay tantos empalmes como individuos, que cada singularidad produce un empalme singular, propio, intransferible. Es decir que la filosofía no tiene la tarea de recomendar acoplamientos y empalmes privilegiados o auténticos.

¿Qué es la filosofía, además? ¿Es algo que hacen los filósofos, como los panaderos hacen pan o los pizzeros, pizza? Evidentemente no. La filosofía no es algo, y su saber es nada. Ya sé, esta idea constituye como la columna vertebral de la filosofía, cuando en el mismo parto que le dio nacimiento encontramos a un tipo fantástico que se la pasaba diciendo que él lo único que sabía era que no sabía nada. Ésta para mí es la marca de nacimiento de la filosofía, su sello de identidad, la única verdad que la filosofía puede repetir sin miedo de equivocarse: solo sé que no sé nada.

Entonces, ¿qué es la filosofía? ¿Qué implica filosofar? ¿A qué quiero introducirlos? Filosofar es pensar. Todos sabemos qué significa pensar. ¿Quién no lo sabe? Grandes filósofos, de hecho, dedicaron muchas horas y miles de páginas a elucubrar esta cuestión, desde Platón, que lo concibió como un diálogo silencioso entre el yo y el sí mismo, hasta Nietzsche, que la experiencia de pensar le hizo terminar abrazando el cuello de un caballo. Para mí, pensar tiene que empalmar con una forma de vida. Estoy tentado de escribir que una forma de vida encarna pensamientos, pero el peligro de escribir esto radica en creer que hay unos pensamientos silenciosos del yo interior que luego se exteriorizarían (o no) gracias a su expresión y su encarnación en formas de vida. Pero en realidad no habría una diferencia sustancial entre un pensamiento y una forma de vida, una forma de vida es la encarnación de un pensamiento que no existe con anticipación a su expresión, como si pensamiento y forma de vida fueran dos dimensiones de un mismo fenómeno. Esta interpretación es deudora de la Escuela Francesa, desde Merleau-Ponty hasta Deleuze o Foucault.

En esas charlas que tal vez organice este año, ahondaremos en el arte que es propio de la filosofía. ¿Cómo es el arte de cuidar ese empalme entre formas de vida y pensamientos? De hecho, la filosofía enseña, si es que enseña algo, a que hay tantos empalmes como individuos, que cada singularidad produce un empalme singular, propio, intransferible. Es decir que la filosofía no tiene la tarea de recomendar acoplamientos y empalmes privilegiados o auténticos (o más auténticos que otros empalmes preconfigurados). No. A lo sumo con su existencia lo que hace el filósofo es demostrar que tal empalme es posible. Que tal empalme o acoplamiento que descoloca los empalmes predeterminados, esos que son recomendados por la sociedad, los que son productivos y se difunden por todos los medios disponibles, puede resultar beneficioso, aunque para el sentido común sea una catástrofe y el acabose.