Marina: un invento de la derecha
Por Santiago Gómez – Desde Porto Alegre
Los medios brasileros y sus repetidoras en el continente, continúan sosteniendo la hipótesis de un posible ballotage entre Dilma y Marina Silva, en función de una poco confiable encuesta de mediados de agosto de Datafolha, consultora ligada a Folha de São Paulo. El objetivo de la derecha es un ballotage entre Marina y Dilma, para que desempate el neoliberal Aécio Neves. Cuesta confiar en los resultados de una encuesta hecha en 176 municipios, cuando el país tiene 5.570, y a 2.843 personas en un país con más de 200 millones de habitantes.
La misma encuesta según la cual se llegaría a un segundo turno y Dilma perdería un ballotage con Marina, afirma que cuando a los consultados no se les ofreció candidatos entre los que elegir, espontáneamente el 24% respondió Dilma, solo un 5% dio el nombre de Marina Silva y Aécio Neves, el tercer candidato de peso, se llevó el 11% de las respuestas.
O Globo quiere ballotage
Por estos días O Globo difunde datos de una pesquisa, que le adjudica al Partido de la Social Democracia Brasilera (PSDB) de Aécio Neves, según la cual Dilma está al frente de las encuestas con 36% de intención de votos, seguida por Marina con 24% y Aécio con el 20%. Este es el escenario que intentan instalar, ya que en un ballotage entre Dilma y Marina, no hay dudas de que Aécio llamaría a votar por la candidata que la muerte de Eduardo Campos dejó. Si el ballotage se diera entre el PT y el PSDB, como en las elecciones del 2010 que llevaron a Dilma a la Presidencia, es difícil creer que los los electores de Marina voten en un segundo turno a Aécio.
Recordemos que Dilma Rousseff llegó a la Presidenta de la República tras ganar el ballotage a José Serra, del PSDB, mismo partido de Aécio, y con Marina presentándose por primera vez como candidata, por el Partido Verde, con el que salió tercera con el 20% de los electores. La derecha mundial necesita que Marina Silva salga segunda en las elecciones de octubre, para que vuelva el neoliberalismo al país más poblado de Sudamérica.
La vieja Marina
Es la segunda elección que Marina Silva se presenta proponiendo la nueva política, por lo que resulta poco creíble y ya su pase al PSB cayó mal entre sus antiguos electores. Las novedades que trae son las viejas propuestas del neoliberalismo de dar independencia al Banco Central de Brasil. Mientras el PT propone una reforma política para terminar con el financiamiento privado de las campañas electorales, Marina sacude el pañuelito bordado de la transparencia, y sólo se opone a que algunas pocas empresas, como las bélicas, no puedan aportar a las campañas presidenciales.
Silva intentó presentarse a estas elecciones con su movimiento Red Sustentable, pero la justicia electoral se lo impidió, porque su herramienta electoral estaba floja de papeles. Así que la nueva política fue a pedirle un lugarcito al PSB de Campos y el PSB la colocó de candidata a vice por los supuestos votos que traccionaría. Con la muerte de Campos, Marina actuó como si el partido le fuese propio y echó al responsable de la recaudación de campaña, lo que generó conflictos internos.
Algunos analistas afirman que la candidatura de Marina le resta aliados al PSB, sobretodo en aquellos municipios donde lo que se necesita es garantizar la gobernabilidad y no gustan de las denuncias permanentes sobre transparencias. La actitud de Marina Silva respecto a la propiedad del avión que se estrelló con el candidato Campos, no ha caido bien entre sus aliados. Mientras nadie se hace cargo de la propiedad del avión ni los gastos del mismo, Marina salió a decir “yo no tengo nada que ver”.
El proceso es uno solo
Las elecciones en Brasil no tienen nada de nuevo. A pesar de la tragedia, las propuestas de los candidatos son las mismas que en las elecciones pasadas. Mientras Aécio propone volver a las privatizaciones, achicar el Estado y quitarle el poder regulador del Estado, Dilma lo defiende, reconoce la recuperación de la política y promueve la militancia para conducir la única herramienta con capacidad de sacar de la pobreza a 36 millones de brasileros. Campos nos recordaba a Massa y Marina a Lilita. De su prédica por la pureza, a su alianza con sus enemigos históricos, de sus denuncias de corrupción, a no explicar quién o con qué se pagó el último avión que traslado a Campos y su rechazo a la propuesta de financiamiento público de las campañas, que pondría fin a toda sospecha. Cambian los nombres, el proceso latinoamericano es el mismo.