El desafío es construir un diálogo con los indígenas que los respete como pueblos

El desafío es construir un diálogo con los indígenas que los respete como pueblos

17 Septiembre 2015

 

Por Alba Silva

Pueblos indígenas y desnutrición (salud), pueblos indígenas y educación, pueblos indígenas y economía, pueblos indígenas y política, pueblos indígenas y derechos, pueblos indígenas y cosmovisión, pueblos indígenas y espiritualidad, pueblos indígenas y sociedad y, finalmente, pueblos indígenas y Estado.

Bueno, la lista es interminable pero probablemente el eje rector pase por las relaciones entre un sujeto político, los originarios, y el Estado. Pero ese vínculo político está completamente atravesado por lo que los “blancos” creemos de los indios. Se trata de relaciones sociales que van de la negación -cada vez menos, es cierto- al racismo puro y duro que cualquiera (con un poco de tiempo porque algo así no es actividad de turistas) puede comprobar en el norte argentino donde los indios no pueden entrar a lugares públicos como bares porque los echan o perviven instituciones como el “chineo”, una práctica aberrante, violenta y criminal por el que jóvenes blancos o criollos toman por la fuerza a niñas o adolescentes indígenas para su iniciación sexual. Un par de ejemplos de subordinación cultural, hay cientos de ejemplos.

Muchas cosas cambiaron y cambian en estos tiempos pero en el espectro simbólico argentino si hay un insulto degradante es “indio de mierda”, así que debe ser difícil ser indígena, sobre todo en los territorios alejados de Buenos Aires donde la pelea es cuerpo a cuerpo. Es en los últimos años que una suerte de orgullo por ser quién se es, qom (antes tobas), wichí (antes matacos), mapuche, huarpe (¿se acuerdan que se los daba por extintos?) pero esa construcción no es de un día ni de meses y ni siquiera de 10 años. Se necesitan mucho más.

Una discusión posible es si la lucha de Félix Díaz, el qarashé qom que junto a referentes de otros pueblos (pilagá, wichí y nivaclé) acampa en la 9 de Julio y Avenida de Mayo, aporta a la cuestión indígena en la Argentina. Hay quienes piensan que no, que es una suerte de puntero o idiota útil cuya protesta sirve a intereses políticos ocultos antipopulares. O que está guiado por un mesianismo ególatra indescifrable. Su persistente pedido de reunión con la presidenta de la Argentina molesta, y mucho, a algunos kirchneristas y su visibilidad parece irritar todavía más. Eso también es parte de la necesaria discusión.

El 15 de septiembre pasado en la legislatura bonaerense en La Plata se hizo una Jornada de Adhesión a la Ley Nacional de Agricultura Familiar (27118). Básicamente un acto político destinado a poner en ese escenario, el que dicta las leyes, el que legitima las acciones y los derechos, a los campesinos y a los indígenas. Estos últimos históricamente segregados de todos los espacios políticos, aparte de las discusiones durante la Reforma Constitucional de 1994 que impuso un giro copernicano en la consideración jurídica de los naturales de estas tierras. Entre los oradores en la Cámara de Diputados bonaerense estuvo Silvia Claleo, mapuche, a cargo de una Dirección en la Secretaría de Agricultura Familiar. En su brevísima intervención dijo “venimos de una historia de despojo, violencia y genocidio. Desde ahí nos levantamos para luchar y para construir con mirada de pueblos originarios. Pertenecemos a los territorios y desde ahí reclamamos. También somos parte de la Agricultura Familiar”.

¿Cuál vale? ¿La decisión de Félix Díaz de acampar para que le devuelvan la tierra y lo respeten o la de Silvia Claleo que se involucró en aceptar un cargo -como muchos otros- con la responsabilidad que eso implica? ¿Y los indígenas que participaron y participan de lo que implica la nueva Ley de Comunicación Audiovisual? Como habría dicho Lanata: “los wichí, ¿Para qué quieren una radio?”. ¿Y para qué querrán una radio los qom del impenetrable? Esa zona donde las enfermedades masacran.

En julio pasado llegué hasta Santa Victoria Este, 500 km al noreste de Salta ciudad. Un piquete muy firme de una comunidad wichí nos cortó el paso: ¿qué pedían los paisanos?, que se nombre un agente sanitario y que se habilite el puesto con antiofídicos porque, decían, “cuando crece el Pilcomayo las víboras nos muerden y no tenemos remedios”.

Pero resulta que los indígenas y los campesinos conocen un remedio eficacísimo contra las mordeduras de ofidios. “Si los wichí saben más que cualquiera cómo salvar a alguien de una mordedura de víbora. Los médicos o enfermeros que no saben qué víbora atacó o si no tienen el antiofídico preciso se quedan mirando cómo alguien se muere. Los wichí saben que con la grasa de iguana se cura el ataque de cualquier serpiente”. Esto me decía Elena Corvalán, nacida y criada en Pampa del Infierno, Chaco, una de las mejores periodistas de la Argentina y actual directora de Radio Nacional Salta.

¿A qué viene la anécdota? A que los saberes de los indígenas están ahí pero es posible que estemos llegando tarde, perdiendo el tren  y que, por ejemplo, simplemente no haya más iguanas para curar a nadie porque el desmonte las liquidó. Además todo el mundo sabe que la feroz transformación económica de los territorios es uno de los principales motivos de la desnutrición y la muerte en el chaco profundo donde los intereses empresarios arrasan con todo pero no de ahora, desde siempre. Quizás se puede abrir el debate de un modo serio, generoso, amplio y se escuche a los indígenas y a los campesinos pero en un escenario grande, porque los temas que plantean: identidad, cosmovisión, soberanía alimentaria, defensa de la tierra, acceso al agua, seguridad jurídica de los territorios, tienen que entrar en la agenda pública del país. Mañana será tarde.