El día del golpe
Por Santiago Gómez
Desde Florianópolis
Prefería tanques avanzando por las capitales de todo Brasil que trescientos legisladores dedicando sus votos a los televidentes y diciendo que lo hacían por la familia. Jamás imaginé que un golpe de Estado podría ser sin violencia o sin las excusas de los que no se metieron por miedo. No hay diferencia alguna entre el golpe en Paraguay y Brasil: tienen la misma embajadora estadounidense y ni Lugo ni Dilma tienen apoyo popular, ambos carecen de poder de movilización territorial. Desde que supe lo que es un golpe de Estado que me pregunté cómo es la previa, el día a día, el día del golpe. Sólo lo padece el que sabe que se avecina, los demás siguen como si nada. Mañana el día va a ser como hoy, como ayer y como ante ayer: la mayoría no puede relacionar cómo esto afectará su vida. El sentimiento es de desolación.
La mayoría dijo que votaba por la familia y argumentó el voto en la crisis económica, en los diez millones de brasileros que están desocupados. Dilma es responsable de la pérdida de un millón y medio de empleos registrados durante el 2014. El PT es responsable de diez años de caída de la industria. Se puede sostener el consumo con importaciones chinas y créditos bancarios, el PT lo sabe muy bien. La izquierda brasilera bastardea a los evangelistas pero son los únicos que caminan los morros. Los partidos políticos suben cada dos años. Nadie va si no depende económicamente de la política. Sólo los religiosos dan de su tiempo libre solidariamente.
Quien presidió la sesión que decidió iniciar el juicio político a Dilma Rousseff tiene una cuenta en Suiza con U$S 5 millones de dólares. Quien fue al ballotage contra Dilma Rousseff está vinculado con un helicóptero que encontraron con cientos de kilos de cocaína. El vicepresidente que asumirá la conducción de la República está procesado en el Supremo Tribunal de Justicia por corrupción. Nadie sale a la calle por esto, porque las fuerzas políticas no se acercan hasta donde viven los trabajadores a preocuparse por lo que les pasa. Desde su origen Brasil intentó mantener a las mayorías alejadas de la política. Recién en 1985, mientras Argentina juzgaba la Junta Militar, incorporaron una enmienda constitucional que reconoció el derecho optativo para que los analfabetos voten, en la reforma de 1988 lo incorporaron a la Constitución.
Sólo el 18 de marzo el PT consiguió movilizar dos millones de personas porque tocaron a Lula. Dos semanas después eran ochocientos mil. En el medio, la mayoría de los políticos brasileros siguió pensando en términos de campaña y creyendo que la política es una cuestión de imagen. Los diputados contra el impeachment criticaron al gobierno mientras justificaban por qué lo apoyaban. Hace dos años que escuchó a votantes del PT poner excusas para no militar. “Si Dilma hubiera hecho lo que Cristina”. Es imposible que entiendan que porque Cristina tuvo apoyo hizo lo que hizo.
Mañana iré a la facultad como todas las semanas. Como todas las semanas desde el inicio de la cursada ningún profesor hablará abiertamente de política ni convocará a los estudiantes a movilizarse. Ningún estudiante me interrumpirá el paso para convocarme a una asamblea ni para para invitarme a una marcha. La mayoría de la población creerá que el golpe en nada cambiará su vida porque la política es algo que les queda muy lejos, cada dos años se les acerca un militante o alguien pago, sólo para pedirle el voto.
Al igual que el gobierno de Fernando Lugo en Paraguay, el del Partido dos Trabalhadores en Brasil sufre este golpe por no tener inserción territorial, por no tener capacidad de movilización y por sostener su gobernabilidad sobre estructuras ajenas.