El desconocido poema de Francisco “Paco” Urondo

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    El desconocido poema de Francisco “Paco” Urondo

    21 Junio 2020

    Por Miguel Martínez Naón | La imagen corresponde a una obra de Gato Nieva

    Al cumplirse un nuevo aniversario del asesinato del poeta y periodista Francisco “Paco” Urondo, publicamos uno de sus últimos poemas. El mismo no fue incluido en su Obra poética (Adriana Hidalgo Editora) ni publicado en ninguna antología o sitio web. El historiador Roberto Baschetti lo encontró en una revista publicada en México por exiliados argentinos y lo incluyó en su libro Campana de Palo (Antología de poemas, relatos y canciones de 35 años de lucha, 1955-1990, Ediciones De la Campana, 2000), que ya se agotó y que hasta el momento no se ha vuelto a reeditar.

    Podemos considerar entonces que se trata de un poema casi inédito; está dedicado al militante montonero Arturo Lewinger, quien al igual que Paco formó parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), organización que posteriormente se fusionó con Montoneros. Lewinger cayó en combate un 25 de mayo de 1975, en un operativo donde un grupo de militantes intentaba liberar a un compañero que se encontraba detenido en una comisaría de Mar del Plata.

    En el poema, Paco también hace mención al militante y fundador de las FAR, Marcos Osatinsky, quien también fue secuestrado, torturado y asesinado en Córdoba por aquellos días.

    Agradecemos al compañero historiador Roberto Baschetti quien nos brindó el poema y nos autorizó a publicarlo.

     

    A don Arturo Lewinger, peronista y montonero

     

    Seguramente en el colegio te decían

    “El rusito”. Seguramente

    te has agarrado a trompadas

    más de una vez y seguramente

    de allí salió esa estirpe criolla,

    esa valentía revolucionaria que 

    nos alumbra como una firmeza, un sol de comprensión.

     

    (vengo escribiendo y escribiendo, hablando

    Y hablando de compañeros que han matado. Hace

    años fueron Emilio o El rubio, pero ahora

    hay muchos. José Moustache, El mormón, Añamen

    el que lloró de alegría sobre mi hombro)

     

    Seguramente cuando te decían El gaucho, muchos

    sonreían pensando estar

    frente a una vulgar broma

    antisemita; seguramente

    sabías muy bien que todos

    te consideraban seriamente

    nuestro Felipe Varela, nuestro

    Chacho Peñaloza, en estos llanos

    de piedras y males, en estas capitales injustas

     

    (a la mañana cuando uno abre los diarios, hay

    que tener un arma al alcance la mano: El pelado

    Marcos fue asesinado esta mañana, seguramente

    ayer a la tarde; un tiro en el medio de su enorme

    terquedad minuciosa: con quién me

    voy a pelear ahora)

     

    Seguramente este gaucho

    que nos falta, no lo encontraremos

    así nomás, aunque seguramente ya estás

    en la memoria de todo este porfiado pueblo.

    Gaucho que jugará su vida, que seguirá

    haciendo lo que hiciste: entrar,

    liberar al compañero preso,

    recibir en el pecho

    la estrella punzó, si es necesario: mejor abrirla

    en la entraña del enemigo.

     

    (Hay que hablar y escribir de otros temas. Además

    hay que derrotar al enemigo. No se puede

    morir de rabia: hay que ir

    armando el poder del pueblo. Nuestros muertos

    han muerto por eso: por eso seguirán muriendo: han

    caído muchos, hay que tener un arma

    al alcance de la mano. La rabia,

    el dolor es para

    el aniquilamiento del enemigo: los torturados,

    los caídos, los asustados, los convencidos)

     

    Seguramente irás al cielo

    hebreo, el cielo de Cristo, a todos

    los cielos. Y seguramente te quedarás

    en el cielo de la Patria, donde

    seguramente

    no te dejaremos descansar en paz, porque tanta

    inmensidad será poca, para recordarte, para seguirte,

    para agradecerte, para gritar tu nombre

    en los combates y en el asalto final, querido gaucho.