Tensiones en la alianza Cambiemos: “Chicos, saluden a Ernesto que se va”
Por Enrique Arriaga
La comparación con la Alianza de De la Rúa y Álvarez a la que le explotó la bomba neoliberal en las manos en 2001 fue uno de los argumentos favoritos de la militancia del FPV durante el interminable mes de campaña pre balotaje. Según la franja etárea del interlocutor, se trataba de activar sus dolorosos recuerdos o pedirle a sus mayores que lo hicieran. Recordemos que en estas elecciones votaron jóvenes clase 1999. Esta es la clase de argumento que, sin negar ni refutar, el duranbarbismo (en reconocimiento al auténtico conductor de ese espacio), calificó de “campaña sucia”.
Sin embargo, a sólo 48 horas de conocerse el resultado electoral, ya hay señales de tensión entre los socios. ¿Será esta Alianza aún más efímera? ¿Afectará esto la gobernabilidad? Para algunas cosas, no es necesario tener la bola de cristal…
Ernesto Sanz fue “el” artífice de la nueva alianza de (centro) derecha. Aunque prefiere verse a sí mismo como un Moisés que los liberó del llano, que los guió por ese duro desierto hasta depositarlos en las gobernaciones de Mendoza y Jujuy y una gran cantidad de intendencias en el interior de la provincia de Buenos Aires. ¿Renegaría Moisés de su obra? ¿Se retiraría de la vida pública?
Su carta, en la que anuncia que le devolverá a su familia la atención que le negó en estos años, es de un nivel de subestimación de la ciudadanía sólo comparable al nivel de obsecuencia de los periodistas corporativos que, sin cuestionamientos, elogian ese paso al costado, “porque la familia es lo esencial”. Parece que no sólo los amarillos asistieron a los cursos de “El arte de vivir”. Lo curioso es que nadie pregunta en voz alta por qué Sanz se niega a subir a la Ferrari que le acaban de adjudicar. Vayamos acostumbrándonos: los medios ocultarán y callarán, invocando una supuesta responsabilidad institucional y compromiso con la gobernabilidad que será el alter ego de su conducta en estos doce años.
Pero hoy no se trata de los medios sino de los socios en tensión. Hay dos hipótesis dando vueltas. Una, la que sostienen en privado los propios radicales. Sanz se enteró de que sería Ministro de Justicia por los diarios. Macri hizo el anuncio en público antes de consultarlo con el interesado. Pequeño detalle. Irrelevante para un hombre de empresa, acostumbrado a ordenar sin rendir cuentas, más que a consensuar, visiblemente incómodo con las formas y los rituales de la política, a los que desprecia sin disimulo. Hasta es posible que, en su cabecita formateada en Newman y UCA, el anuncio haya fungido como premio al empleado del mes.
Para cualquier radical, mucho más pendiente de la forma que del fondo de las cosas, en cambio, es una afrenta, un destrato, algo indigerible. Un deshonor. Agregue el lector los sinónimos que quiera. Muy ponto aparece la incompatibilidad de caracteres y, sobre todo, de modales. Los socios menores fueron verdugueados y humillados desde que firmaron el contrato de alquiler de su estructura nacional en Gualeguaychú allá por el lejano mes de marzo. Pero entonces el hambre apremiaba y había que bancársela. Pero los correligionarios mojaron y eso cambia las perspectivas. No es lo mismo la crisis de pareja con o sin papeles. Los herederos de Balbín ya hacen cuentas de qué les correspondería llevarse, si se liquidara la sociedad conyugal. “¿El país?”, “¿La gobernabilidad?”, se pregunta el lector. ¿Les importó eso a los radicales alguna vez en la historia reciente? Retruco yo. Uno puede fumarse a un socio con una cultura política distinta -o sin ninguna cultura política- durante una campaña electoral. Pero durante un período de gobierno completo, ya es demasiado.
De profundizarse este camino, los funcionarios radicales podrían ir, de a uno en fondo, abandonando, tal como lo hizo el socio menor, Chacho Álvarez, hace quince años. Esa es otra: antes eran el socio mayor, ahora son furgón de cola. Y sin la menor pátina progresista.
La partida temprana de funcionarios radicales del ejecutivo sería para Macri una buena noticia: más casilleros para los amigos, independientemente de sus calificaciones. No sorprendería que él mismo insistiera en ser “más Macri que nunca”, para echarlos rápido. Después de todo, son remilgados, vuelteros… y tributan a otra caja.
Pero nada es gratis. El ingeniero que se aburría como diputado nunca entendió mucho el juego legislativo, ni siquiera con los suyos propios. Descubrirá, tal vez con impotencia, tal vez con redoblada soberbia, que los diputados radicales no le responden. Hasta aquí la futurología. ¿Renguera? ¿Vacío? ¿Autoritarismo? Qué sigue a la ruptura del bloque oficialista, imagínelo Ud.
La otra hipótesis no proviene de mentideros políticos sino académicos. Le atribuye a Sanz una claridad mayor. El tipo cumplió su misión histórica de devolverle al partido centenario algunos espacios de poder, a través de una alianza de difícil digestión aún para ellos. Pero no quiere ser parte de lo que viene. Quiere que se olviden de él lo antes posible. Porque lo que viene es el incendio.
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