Macri: anomia, alienación y fondo

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Macri: anomia, alienación y fondo

21 Mayo 2018

Por Sebastián Enricci

La desesperada vuelta al Fondo Monetario Internacional (FMI) va camino a corporizarse en grandes movilizaciones de protesta y descontento social generalizado. El pedido de un préstamo de ayuda se produjo para sostener una economía envuelta en una crisis autogenerada como producto de la mala administración de la cosa pública y la falta de pericia política con una notoria insensibilidad social. 

Al año y medio de gestión, Cambiemos sorprendió al mundo y endeudó al país en 2.750 millones de dólares con un bono a 100 años. 11 meses después solicita un rescate de 30 mil millones de dólares a la misma entidad que 17 años atrás hundió al país en su peor crisis institucional de la historia. Esta realidad merece y vale la pena analizarla y confrontarla.

En tal sentido estarían atónitos y sorprendidos los filósofos Emilie Durkheim, Karl Marx y Max Webber al contemplar que 150 años después de desarrollar sus teorías exista una sociedad que reúne en su seno todas sus hipótesis y conclusiones en simultáneo.
Los argentinos sufren hoy de una anomia generalizada (diría Durkheim) y están tan alienados (sentenciaría Marx) que llegaron al punto de confiar en un supuesto líder carismático (según Weber) en quien la mayoría del electorado depositó su confianza, su porvenir y, por ende, sus sueños de realización personal.

La interrelación entre los diferentes conceptos antes mencionados se sintetizó en la simple conjugación en primera persona del plural del verbo cambiar -Cambiemos-. Además se sustentó en la frase: “Sí se puede”, que el por entonces candidato a la presidencia y Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, gritó hasta el paroxismo en un acto de cierre de campaña en Humahuaca, Jujuy, el 19 de noviembre de 2015.

No es desconocido para nadie que en la avanzada etapa en la que se encuentra el capitalismo, denominada neoliberalismo, relegó a un segundo plano a la política y también a la economía en términos generales. Este nuevo escalón del mercantilismo no dejó de mutar y hasta el mercado (en su idea más tradicional) perdió su peso dentro del propio paradigma para ver campear a sus anchas a su más mínima y acabada expresión, el dinero, que a través de bruscos movimientos bursátiles destruye su propio campo de acción. Situación que la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner llamó anarco-capitalismo y que combatió desde las Naciones Unidas ganando la batalla frente a los fondos buitres.

En términos marxistas la sociedad argentina esta alienada porque el individuo finalmente pasó a ser un engranaje más de la maquinaria capitalista. El sistema logró despojarlo de su propia entidad como ser humano y le extirpó cualquier posibilidad de desarrollo y progreso personal, característica aplicable a cualquier grupo de personas a nivel global. Hoy en día la humanidad se encuentra más preocupada y ocupada en su subsistencia que en apreciar una obra de arte en cualquiera de sus disciplinas.

Pero en la Argentina de 2018 se suma, en un mismo contexto histórico, la anomia durkheriana entendida como desorden social propiciado desde las más altas esferas del poder político por un supuesto líder carismático como explica la teoría weberiana de autoridad. Ese carisma no está fundado necesariamente en las cualidades personales del dirigente en sí mismo, sino que esta condición está dada por el encumbramiento mediático y por las falencias y errores del gobierno kirchnerista.

A simple vista este cóctel de anomia y alienación mezclado con una alarmante falta de memoria colectiva le permitió a Cambiemos romper deliberadamente las normas y leyes que los argentinos se obligaron a respetar en un marco de igualdad y convivencia democrática.

La República Argentina, de la era macrista, a esta altura quizás (por más que duela) ya ni se parezca a una república. No sólo por la inexistencia de la necesaria división de poderes, sino además por las desdibujadas nociones de libertad de prensa y expresión, de pérdida de soberanía. También por la transformación, una vez más, en un pueblo que se encuentra de rodillas ante el concierto de las naciones.

A dos años y medio de gestión del presidente Macri los ejemplos abundan: cierre de paritarias libres, aumento indiscriminado en las tarifas de los servicios públicos, eliminación de la cobertura en los medicamentos para los jubilados, eliminación de subsidios, pensiones y pensiones no contributivas y la modificación total del sistema provisional de los haberes jubilatorios, entre muchas otras medidas. Es entonces cuando algunas preguntas sobrevuelan y anidan en la conciencia colectiva: ¿Qué cambió?, ¿qué se pudo?, ¿se mejoró el presente y el porvenir?

Aquí también abruma el mismo patrón de acción: represión desmedida de la protesta social con pseudos protocolos de seguridad, persecución a los jueces y fiscales que no respondan a los designios del partido gobernante, presos políticos sin el debido proceso de defensa en juicio, hostigamiento a sindicatos no afines y condicionar deliberadamente el derecho a la libertad de expresión entre otros.

Dadas las patológicas circunstancias de anomia y alienación cabe interrogarse: ¿A qué se enfrenta el argentino medio? Y más, ¿contra qué chocará la sociedad argentina sin un claro piloto de tormentas en medio de este huracán sin rumbo?

La experiencia indica que algunas posibilidades hay pero la historia reciente refleja que todas fueron traumáticas. Ya sea por los inoperantes que las aplicaron o por la injerencia indebida y maliciosa de personajes que siempre respondieron, responden y responderán a capitales foráneos.

En este devenir cronológico se puede encontrar el abrupto cambio monetario del Peso Argentino al Austral. Éste le permitió al gobierno alfonsinista sostener una economía endeble y esgrimir políticas sociales que sirvieron para paliar levemente la grave situación inflacionaria hasta 1988 por las ya conocidas corridas cambiarias y la negativa de concederle créditos internacionales. Las medidas resultaron en una hiperinflación incontrolable que llegó al 197% mensual y que provocó la entrega anticipada del poder.

En marzo 1991, y por recomendaciones del FMI, se determinó por decreto del Presidente Carlos Saúl Menem el abandono del Austral para volver al Peso Argentino. En esta oportunidad fue con carácter convertible que dotó a la nueva moneda nacional de una paridad equivalente a 1 peso igual 1 dólar. Modelo que se agotó bajo la presidencia de Fernando De La Rúa como consecuencia de las fuertes presiones impuestas desde el FMI y que son paradójicamante iguales a las que el organismo internacional propone hoy: fuerte ajuste en el sector público, flexibilización laboral y una reforma tributaria.

Ante el panorama actual y el pasado reciente es preciso que la acción y el pensamiento crítico de la oposición se unan y analicen esta situación con claridad. El desafío del problema lo tienen por delante la clase política, la sindical y las organizaciones sociales para evitar un nuevo cambio de moneda, una nueva paridad ficticia o, lo que sería aún peor, la total dolarización de la economía.

El conjunto de los actores y sectores con poder de decisión debe, desde todos los ámbitos posibles, alcanzar acuerdos para una solución pacífica y ordenada con el objetivo de alivianar tan pesada carga y eludir el tremendo abismo que se avecina y que generará aún más angustia e impotencia en el pueblo trabajador.

Se trata, en última instancia, de no volver a tocar fondo y, parafraseando al filósofo y escritor español José Ortega y Gasset, esquivar “La Rebelión de las masas”.