Editores independientes: la literatura todavía tiene futuro
En esta realidad cada vez más mediocre en la que lo más divertido son los exabruptos brutales de nuestro presidente todavía hay personas que creen en la potencia de la imaginación para transformar el mundo. Uno es un gran escritor, el otro un lector empedernido, que por caminos independientes apostaron por fundar editoriales artesanales. El lector se llama Raúl Cuello; el escritor, Ariel Idez. La editorial de este es Larría, la de aquel, Partícula. Se proponen publicar principalmente ficción.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo y por qué se les ocurrió esta alocada idea de organizar una editorial, en estos tiempos que no parecen muy entusiasmados con la literatura?
Ariel Idez: Larría ediciones surge por iniciativa de Andrea Leiva, que se formó en mis talleres de escritura y grupos de clínica de obra. La editorial trató de dar respuesta a un problema, que es la dificultad que afrontan autoras y autores inéditos para publicar sus primeras obras. Al mismo tiempo surge a partir de un diagnóstico: hay muy buenos textos que no se publican porque muchas editoriales apuestan sobre seguro a autores con trayectoria o bien restringen al mínimo esos primeros libros. Nos propusimos fundar una editorial que procurara darle lugar a esas nuevas voces en la literatura argentina.
Raúl Cuello: En mi caso la propuesta vino dada por Juan Alberto Crasci quien había liquidado Añosluz, su antigua editorial, y quería arrancar un proyecto de cero, con otro criterio estético y con un horizonte puesto en lo que se conoce como Weltliteratur. Recuerdo que nos juntamos en la Confitería La Ópera y me dijo “¿estás o no?”. ¿Quién rechazaría una oferta así? Luego se sumó Santiago Nogueira al proyecto, así que somos tres, como Jules et Jim. El resto fue echar a andar la maquinaria.
APU: ¿Cuál es el criterio a la hora de seleccionar un texto y descartar otros?
R.C.: Hubo un momento, cuando estábamos pensando absolutamente todo en torno a la identidad de la editorial (el isologotipo, la idea de incluir obras maestras de la historia del arte en las portadas, etc.), en el que hicimos una selección de los textos que nos gustaría publicar a cada uno de nosotros. Luego fuimos viendo la posibilidad, económica, sobre todo, de afrontar esas ideas. El primer título que publicamos fue, para nuestra sorpresa, la ópera prima de un joven escritor italiano. Luego surgió Osip Mandelstam y Pierre Drieu la Rochelle (de próxima aparición en el catálogo) y así. La apuesta es que sean escritorxs con un oído próximo a la música del lenguaje, con una apuesta formal evidente. Pensamos que el mundo está demasiado atosigado con temas, ¿por qué no buscar algo desde el lugar de la forma?
A.I.: Dentro de lo que publicamos, que por ahora se restringe a los géneros de la narrativa (cuento y novela) le damos absoluta prioridad al texto: publicamos como editores aquello que nos cautiva como lectores. Esto implica un gran trabajo de curaduría: pasamos de recibir una decena de manuscritos al año en los comienzos a un promedio de dos manuscritos semanales durante el 2024. A su vez publicamos pocos títulos, entre cuatro y cinco por año, porque trabajamos mucho con cada libro, desde devoluciones editoriales con su autor/a, hasta la ilustración de tapa, todo el proceso apunta a buscar la mejor versión posible de ese texto.
El aumento exponencial de manuscritos recibidos nos da una muestra de que vamos por el buen camino y que Larría se ha convertido en un lugar deseado para publicar un primer libro e iniciar una carrera literaria, aunque ahora tendremos que ver cómo hacernos tiempo para revisar tanto material.
APU: ¿Tienen algún modelo de editorial que les gustaría imitar?
A.I.: En lo personal tengo predilección por algunas editoriales independientes avant la lettre como Jorge Álvarez (a quien tuve el gusto de conocer y entrevistar), Ediciones Noé, Puntosur, editoriales que no lograron hacer pie en las recurrentes crisis argentinas pero dejaron una marca con sus catálogos. Editoriales que publicaron los primeros libros de Ricardo Piglia, de Juan José Saer, de César Aira, de Osvaldo Lamborghini. A veces está un poco silenciada esa historia, parece que tenemos a olvidar que hasta Borges fue alguna vez un ignoto autor con un primer manuscrito bajo el brazo en busca de editorial. De editoriales más acá en el tiempo recuerdo con mucho cariño a Pánico el pánico, donde publiqué mis dos primeros libros y que también se presentaba como un espacio para difundir nuevas voces y del presente me gusta Sigilo, que si bien tiene un menú amplio de publicaciones ha crecido mucho apostando a primeras obras, como Los sorrentinos o Cometierra.
R.C.: Aquí hablo por mi cuenta. Hay una cierta tradición, algo oculta, pero no tanto, de editoriales de fuste como Adelphi en Italia, Minuit o Jose Corti en Francia, de New Directions en Estados Unidos. También hay editoriales con empuje y criterio, dentro del universo independiente, como El cuenco de Plata en Argentina. Mi ideal sería poder contar con la libertad que tuvo Jean-Jacques Pauvert para con su homónima editorial. O quizás Paul Otchakovsky-Laurens en P.O.L., que publicó en vida a grandes autores como Bernard Noël o Roger Laporte. Creo que hay que seguir la instrucción que una vez le dio Roberto Calasso a Christian Kupchik: “hay que publicar libros únicos”, aquellos libros escritos por quienes hayan atravesado una experiencia trascendental al escribirlos.
APU: ¿Cuál es su diagnóstico del presente editorial argentino?
R.C.: Hay algo que está sucediendo en cuanto a la forma en la cual se fueron estructurando las editoriales en nuestro país. Después de la crisis del 2001, surgió un sinnúmero de editoriales nuevas que vinieron a hacerle frente a la megaconcentración de los 90. Hoy, varias de esas editoriales hicieron un escalado y crecieron en catálogo, cambiando su forma de producción a un nivel más industrial. Luego vinieron las artesanales que empezaron a publicar a las nuevas voces o a arriesgar más en las capturas de títulos y o autores un poco corridos de la norma.
La idea de Partícula es poder participar de las discusiones que plantean tanto las grandes como las medianas editoriales, sean independientes o no, pero con una pata puesta en el riesgo que supone publicar a autores que el gran público desconoce, al igual que las artesanales. Desde ese lugar bifronte deseamos proponer un diálogo con nuestro presente.
A.I.: Coincido con la reconstrucción histórica que hace Raúl: el surgimiento de las editoriales independientes para responder a la concentración de los 90. Diría que el panorama actual, por un lado es de mucha vitalidad: alcanza con recorrer la Feria de Editores y ver los doscientos sellos que se presentan con sus catálogos (y muchos quedan afuera), se publica, se traduce, se rescatan autores del pasado. Por otro lado, todo este trabajo se realiza sin ningún tipo de apoyo y con difusas posibilidades de vivir de la actividad (muchos editores nos ganamos la vida con otros empleos), lo que resiente la longevidad de esos proyectos.
Es una pena que las pequeñas y medianas editoriales no puedan crecer junto a sus autores, que todo “fenómeno” o “revelación” publicado por una editorial independiente pase indefectiblemente a engrosar el catálogo de los grandes grupos editoriales, que (casi) no haya subsidios ni incentivos u orientación para exportar libros a otros países. Aun así se trabaja con alegría y con entusiasmo contra un contexto adverso en el frente económico y cultural. Desde el origen de la imprenta los editores hemos sido agentes culturales movidos más por el deseo que por el afán de lucro y creo que la satisfacción pasa más por ver convertido en libro un texto que nos cautiva que por sus cifras de venta.